

¿Cuánto valen los datos de una persona? No mucho. Si bien la industria multibillonaria de corredores de datos se beneficia del comercio de miles de detalles sobre las personas, cada uno de esos bits de información suele venderse por una fracción de centavo, según datos de precios de la industria consultados por el Financial Times, escribe Emily Steel.
La información básica acerca de una persona, como su edad, sexo y lugar de residencia, cuesta apenas u$s 0,0005 por persona, o u$s 0,50 cada 1.000 personas. La persona que sale a comprar un vehículo, un producto financiero o un paquete de vacaciones es más valiosa para las empresas deseosas de lanzar esos productos. Los compradores de automóviles, por ejemplo, valen alrededor de u$s 0,0021 cada uno, o u$s 2,11 cada 1.000 compradores.
Hay ciertos sucesos en la vida de una persona que desencadenan cambios sustanciales en los patrones de consumo, ya sea el convertirse en madre o padre por primera vez, mudarse de casa, comprometerse, comprarse un auto o divorciarse.
Los comerciantes están dispuestos a pagar más para llegar a los consumidores que estén atravesando algunos de esos eventos importantes de la vida. El saber que una mujer está esperando un bebé y se encuentra en su segundo trimestre de embarazo, por ejemplo, sube el precio de etiqueta de esa información personal a u$s 0,11.
Cuanto más íntima sea la información, más valiosa es. Algunos de los tesoros de datos más personales y secretos son los más caros. Por u$s 0,26 por persona, los compradores pueden acceder a listas de personas con problemas de salud específicos o que consumen ciertos medicamentos.
Incluso sumando todos esos datos, en general, el valor total por persona no suele superar un dólar.
A nivel individual, no hay casi ningún valor económico, afirma Dave Morgan, un veterano de la industria de la publicidad digital, fundador de uno de los primeros anuncios en línea dirigidos a empresas que utilizaban los datos de navegación en la web para mostrar anuncios personalizados a personas que eran propensas a interesarse en el producto o servicio.
La omnipresencia de la información de cientos de millones de consumidores es la responsable de bajar los precios. Los perfiles de personas en poder de los publicistas digitales ya incluyen información específica, por ejemplo, si una persona compra suplementos para bajar de peso, tiene un patrimonio de más de u$s 1 millón o sufre de alergias estacionales. Esos datos se ingresan en sofisticados algoritmos que determinan qué anuncios le sirven a los consumidores.
Por lo tanto, los compradores están menos dispuestos a pagar a las decenas, o cientos, de empresas de seguimiento de datos que compiten por cada bit de información, a menos que estén seguros de que les dará una ganancia. Eso obliga a las empresas de seguimiento de datos a investigar información cada vez más detallada con la esperanza de que llegue a ser valiosa.
Todo el mundo cree que estas empresas ganan miles de millones de dólares con los datos de personas. Eso no es cierto, afirma Morgan.
En los últimos años varias empresas start-up surgieron con la promesa de crear un servicio para que las personas se beneficien de la venta de sus propios datos. Pocas tuvieron éxito, dado que el poder de la información radica en el análisis de la misma en conjunto, más que en el nivel individual.
Seth Goldstein, un emprendedor en serie que intentó iniciar un negocio, afirma: Todavía circulan demasiados tipos diferentes de datos.
No es como el petróleo, el gas o el agua, ni siquiera como un tono de discado o un ancho de banda, que pueden negociarse como vacas, granos de cacao, oro y plata.










