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Durante años, la startup Builder.ai prometió revolucionar el desarrollo de aplicaciones mediante inteligencia artificial. Respaldada por gigantes como Microsoft y el fondo soberano de Qatar, la empresa alcanzó una valoración de UDS 1500 millones.

Sin embargo, detrás de su fachada tecnológica, se escondía una realidad mucho menos innovadora: unos 700 ingenieros en Indiasimulaban ser una IA, realizando manualmente las tareas que la empresa aseguraba automatizadas.

La historia parece sacada de una sátira empresarial: un puñado de emprendedores decidieron engañar nada menos que a los "herederos" simbólicos de Bill Gates -grandes fondos de inversión y tecnológicas como Microsoft, que llevan su impronta innovadora-, vendiéndoles "humo" disfrazado de inteligencia artificial. Pero la trama terminó mal: los descubrieron, y la caída fue tan estrepitosa como inevitable.

Este escándalo no solo ha llevado a la quiebra de la compañía, sino que también ha puesto en entredicho la credibilidad de las inversiones en tecnología emergente y ha generado dudas sobre la supervisión de las grandes corporaciones en sus apuestas por la innovación.

La falsa promesa de la inteligencia artificial

Builder.ai se presentaba como una plataforma capaz de crear aplicaciones a medida utilizando inteligencia artificial, lo que supuestamente permitiría reducir costos y acortar los tiempos de desarrollo. Esta propuesta atrajo inversiones significativas, incluyendo el respaldo de Microsoft.

Sin embargo, una investigación reveló que, en lugar de utilizar tecnología avanzada, la empresa empleaba a cientos de ingenieros en India que realizaban manualmente el trabajo, haciéndolo pasar por procesos automatizados. Este engaño se mantuvo durante años, hasta que las inconsistencias comenzaron a salir a la luz.

La caída de Builder.ai y sus repercusiones

Al descubrirse el fraude, Builder.ai se declaró en bancarrota. La noticia ha generado un fuerte impacto en el sector tecnológico, especialmente entre los inversores que confiaron en la promesa de una innovación que resultó ser falsa.

Este caso ha reavivado el debate sobre la necesidad de una mayor transparencia y supervisión en las startups tecnológicas, así como la importancia de validar las capacidades reales de las soluciones que ofrecen antes de realizar inversiones significativas.

Las conexiones con Microsoft y la caída de los fundadores

El caso se vuelve aún más complejo al observar el perfil de Saqib Sabur y Sachin Dev Duggal, fundadores de Builder.ai. Este último, con experiencia previa en banca de inversión y en el ecosistema tecnológico de Londres, fue la cara visible de la empresa.

Se vendía como un visionario que había logrado una alianza estratégica con Microsoft, que incluso llegó a integrar la plataforma en su infraestructura de nube Azure.

La confianza de Microsoft en el proyecto no fue menor: la empresa estadounidense no solo invirtió en la startup, sino que también la promovió como parte de su ecosistema de soluciones para desarrolladores. Pero tras el escándalo, fuentes cercanas a la compañía señalaron que la relación se encuentra "en revisión".

Mientras tanto, Duggal ha dejado de figurar públicamente como CEO y su cuenta de LinkedIn fue desactivada temporalmente. Aunque no hay procesos judiciales abiertos hasta el momento, la credibilidad de la marca ha quedado completamente destruida, y se espera que el nombre Builder.ai desaparezca del mercado en los próximos meses.