La parábola del granjero es una historia que todos deberíamos conocer para relativizar las consecuencias de las malas noticias. Y es que, muchas veces, lo que inicialmente parece ser lo peor que nos puede suceder, termina convirtiéndose en algo positivo.
De ahí la importancia de relativizar cualquier suceso, ya sea bueno o malo. Los eventos negativos, sin embargo, no deben distraernos, ya que pueden esconder oportunidades que a menudo se esconden detrás de las crisis.
Por otro lado, las buenas noticias nos entusiasman tanto que corremos el riesgo de pasar por alto los posibles peligros que conllevan.
El siguiente cuento chino nos enseña a no sacar conclusiones apresuradas ni adelantarnos al futuro.
La parábola del granjero, completa
Un día, al hijo de un granjero anciano se le escapó el único caballo que tenían. Cuando los vecinos se enteraron, acudieron a su casa para solidarizarse y le dijeron: "Oye, qué desgracia, qué mala suerte", a lo que el anciano contestó sin inmutarse: "Puede ser".
Al día siguiente, el caballo volvió al establo y trajo consigo siete caballos salvajes que le siguieron desde la montaña. Esto convertía ahora al anciano en el hombre más rico del pueblo. Todos los vecinos lo visitaron y le dijeron: "Oye, ¡qué buena suerte!". A lo que el anciano respondió: "Puede ser".
Al día siguiente, el hijo del anciano, que era el que le ayudaba con todas sus actividades, se cayó y se rompió una pierna mientras intentaba domar a uno de estos caballos salvajes. Esta situación podía ser un obstáculo, pues se acercaba el invierno y sin el hijo, el anciano tendría grandes problemas.
Los vecinos fueron a ver al anciano de nuevo y le dijeron: "Qué desgracia, qué mala suerte. Ahora tienes los caballos pero no tienes la ayuda de tu hijo. Es algo terrible". Y el granjero anciano les dijo: "Tal vez".
Al día siguiente, llegó el ejército al pueblo para reclutar a todos los jóvenes para una guerra prácticamente suicida, pero al hijo del anciano no lo reclutaron porque tenía una pierna rota, así que se quedó a salvo en casa. Todos los vecinos volvieron a ver al anciano y le dijeron: "Oye, ¡qué bien, qué buena suerte! A mi hijo lo han reclutado y al tuyo no". Y el anciano les contestó de nuevo: "Tal vez".
Moraleja
Las cosas malas que le ocurrieron al granjero le llevaron a la mejor noticia: su hijo no fue a la guerra. Es por ello que no hay que desesperarse cuando nos llega una mala noticia. Nunca podemos saber las consecuencias de un golpe de mala o buena suerte.