En un contexto europeo marcado por políticas migratorias cada vez más restrictivas, España destaca por sus esfuerzos significativos para integrar profesionalmente a migrantes y refugiados.
El Día Mundial del Refugiado, celebrado todos los 20 de junio, se conmemora en medio de cifras alarmantes que reflejan una degradación profesional aguda entre los recién llegados.
Según la organización SINGA, con sede en Barcelona, el 47,5% de los migrantes con educación superior ocupan puestos inferiores a su nivel de formación, un problema exacerbado por barreras como el reconocimiento de credenciales extranjeras, complejidades administrativas, y discriminación lingüística y racial.
En respuesta a esta realidad, España ha tomado pasos proactivos hacia una mayor inclusión, con el Parlamento Español considerando una iniciativa para regularizar la situación de aproximadamente 500.000 personas migrantes.
Esta medida busca acelerar su inclusión en el mercado laboral y aprovechar sus capacidades, especialmente en un momento en que la tasa de desempleo entre los migrantes alcanza el 22,4%, notablemente superior al 14,6% entre los españoles nativos.
La directora de SINGA Barcelona, Flavia Catacora, enfatiza que "la inclusión no solo es una respuesta al desafío del crecimiento económico y la competitividad en Europa, sino también una fuente de creatividad global y solidaridad intergeneracional".
Los datos son claros: los trabajadores autónomos de países no pertenecientes a la UE representan el 8% de la población activa independiente, contribuyendo significativamente a la economía. Los inmigrantes representan el 15% de la creación de empresas en países como Francia y el 21% en Alemania.
El espíritu empresarial emerge como un vehículo crucial para la inclusión social y el dinamismo económico, permitiendo a muchos migrantes trabajar en sus campos de especialización y construir su futuro de manera independiente.