Descubrimiento sin precedentes: hallan una imagen inédita del último emperador bizantino que aportó datos sorprendentes sobre el siglo XV
En pleno proceso de restauración de un importante templo, un grupo de trabajadores hizo este descubrimiento que revolucionó la historia de la cultura bizantina.
Un equipo de trabajadores griegos ha logrado un descubrimiento único: una imagen inédita del último emperador bizantino que data del siglo XV. Este hecho de gran relevancia histórica se dio en el marco de la restauración de un antiguo monasterio en el Peloponeso.
Durante la limpieza y recuperación de los frescos en la iglesia de Taxiarchon Egialea, los profesionales a cargo se toparon con este descubrimiento, que consta de un retrato monumental de esta figura de dicha cultura, a quien se conoce como Constantino XI Paleólogo.
Descubrimiento arqueológico: ¿qué características tiene la imagen del último emperador bizantino?
Tal y como se puede observar en las imágenes difundidas por el Ministerio de Cultura de Grecia, la imagen representa a un hombre con una imponente barba, vestido con las insignias imperiales típicas de la época. Además, su vestimenta incluye los siguientes elementos:
- Una túnica adornada
- Medallones
- Motivos simbólicos, como el emblema de los Paleólogos y el águila bicéfala.
Por otra parte, la figura se muestra sosteniendo un cetro cruciforme, que refuerza su carácter sacro y su autoridad terrenal. A diferencia de otras representaciones de los emperadores bizantinos, esta pintura se destaca por su realismo explícito, sin tantas alusiones de corte místico o espiritual.
En tanto, el rostro muestra detalles individualizados: un semblante delgado, maduro y sereno que proyecta calma. Este estilo refuerza la autenticidad del retrato, que según los expertos, fue elaborado durante los años finales del Imperio bizantino, en pleno contexto del asedio otomano a Constantinopla.
Descubrimiento: ¿dónde se hallaba la imagen y cómo se conservó todo este tiempo?
El retrato fue encontrado bajo una capa de frescos más recientes que cubrían las paredes de la iglesia del monasterio. El análisis de los pigmentos y la técnica pictórica utilizada permitió datarlo con precisión a mediados del siglo XV, pocos años antes de la caída de Constantinopla en 1453.
Según los arqueólogos que trabajaron en el descubrimiento, la ubicación del monasterio, lejos de la capital, podría haber contribuido a la preservación del fresco. Este enclave protegido permitió que la obra, aunque cubierta y olvidada durante siglos, llegara a nuestros días en un estado sorprendente.