

La figura de Juan Carlos I vuelve al centro del debate político en España. Hasta hace poco venerado como símbolo de la Transición, ahora su legado convive con polémicas, denuncias y una pérdida creciente de apoyo institucional.
Este contexto ha llevado a ciertos partidos de izquierda a reclamar la retirada de su nombre de hospitales, universidades, calles e infraestructuras públicas. La iniciativa no solo pone en cuestión los honores oficiales que aún conserva, sino también la conveniencia de mantener su imagen en espacios que deberían representar valores de ejemplaridad y ética.

Una ofensiva política contra los símbolos del pasado
El pasado 18 de noviembre de 2025, el grupo Más Madrid, adscrito al bloque Sumar, registró en el Parlamento una propuesta para “eliminar nombres y honores vinculados a Juan Carlos I en espacios públicos”. Su pretensión, según señalan, es borrar cualquier rastro de su figura de universidades, hospitales, centros de investigación, vías públicas e infraestructuras.
De prosperar la medida, instituciones históricas como la Universidad Rey Juan Carlos, con campus repartidos por la Comunidad de Madrid, y el Hospital Rey Juan Carlos de Móstoles dejarían de llevar su nombre.
Los promotores argumentan que mantener esas denominaciones es incompatible con los valores de transparencia, integridad y memoria democrática que deben regir lo público. Para ellos, persistir con “símbolos heredados” tras décadas de críticas contra el exmonarca supone una incoherencia institucional.
¿Por qué ahora? Un contexto cargado de simbolismo
La iniciativa coincide con el 50º aniversario de la proclamación de Juan Carlos I como rey, en diciembre de 1975, tras la muerte del dictador Francisco Franco. En opinión de Más Madrid y Sumar, esta efeméride es propicia para revisar “críticamente” los símbolos públicos heredados.
Ese contexto simbólico se agrava por la publicación reciente de sus memorias, un hecho que ha reavivado debates sobre su responsabilidad institucional. El grupo considera que su legado ha sido erosionado por “escándalos fiscales, irregularidades y conductas éticamente reprobables”, lo que compromete su presencia como referente en instituciones públicas.
Por otro lado, su ausencia en los actos oficiales de conmemoración de la monarquía expone el distanciamiento institucional que muchas formaciones entienden necesario mantener.
Una apuesta por la “memoria democrática” y la ejemplaridad institucional
Detrás de la propuesta late una apuesta clara por la revisión de los símbolos públicos desde una óptica de memoria democrática. Partidos como Más Madrid y Sumar plantean que los espacios públicos no deben glorificar figuras cuya trayectoria esté marcada por incertidumbres éticas o judiciales.
Borrar nombres no significa reescribir la historia, sino actualizarla conforme a valores de transparencia, justicia y coherencia. Para ellos, la permanencia de denominaciones como “Rey Juan Carlos” en centros públicos conlleva un mensaje equivocado.
Con ello también se busca que las nuevas generaciones asocien espacios de enseñanza, salud o investigación con principios democráticos, no con una figura controvertida. Así, la medida aspira a consolidar una cultura de responsabilidad institucional y memoria crítica.
¿Tiene futuro la propuesta? Entre ideal simbólico y realismo político
Aunque la iniciativa ya está registrada en el Congreso, lo cierto es que su aprobación se antoja complicada. Las fuerzas políticas mayoritarias suelen mostrar cautela respecto a cambios drásticos; la monarquía sigue siendo un pilar histórico con amplio respaldo.

Hay quienes argumentan que retirar el nombre de Juan Carlos I supone una forma de “borrar” parte de la historia reciente del país: su papel en la Transición, sus éxitos iniciales, quedan así en entredicho. Esta perspectiva advierte sobre los riesgos de reinterpretaciones históricas simplistas.
No obstante, la propia existencia de esta propuesta indica un giro simbólico que no puede ignorarse: una parte de la sociedad y del espectro político considera que los nombres en lo público deben reflejar valores actuales, no aún legados cuestionados.














