

Durante años, el comercio minorista ha sido un termómetro económico y social en España. La evolución de los hábitos de consumo, la digitalización acelerada y los retos logísticos han puesto en jaque a las grandes cadenas tradicionales, obligándolas a repensar sus modelos de negocio.
En este contexto, El Corte Inglés, una de las marcas más emblemáticas del país, ha emprendido un proceso de reestructuración profunda que en 2025 se ha traducido en el cierre definitivo de varias de sus tiendas físicas. Esta decisión, que afecta tanto a clientes como a empleados, marca un antes y un después en la historia del retail español.
Cierres emblemáticos en Madrid
En la Comunidad de Madrid, dos cierres han marcado especialmente a los consumidores: los outlets de Vistalegre (Carabanchel) y Boadilla del Monte. El primero, inaugurado en 1999 con una superficie de 12.000 metros cuadrados, cerró sus puertas el 9 de febrero de 2025.

El segundo, especializado en moda de temporadas anteriores, cesó su actividad sin previo aviso, confirmando posteriormente su cierre definitivo. En ambos casos, los supermercados contiguos, Hipercor y Supercor, permanecen abiertos temporalmente, aunque su futuro es incierto.
Estos cierres se suman a otros ya realizados en la región, como los de Rivas-Vaciamadrid, Alcorcón (Parque Oeste), Méndez Álvaro, Leganés (Arroyosur y Parquesur) y La Vaguada, reflejando una clara tendencia hacia la reducción de espacios físicos.
Una estrategia enfocada en el entorno digital
La decisión de cerrar estos establecimientos responde a una estrategia empresarial que busca optimizar recursos y adaptarse al creciente mercado del retail digital.
La compañía ha reconocido que los cambios en los hábitos de consumo, con una preferencia creciente por las compras en línea, han influido significativamente en esta transformación. Competidores como Amazon, Zalando o Shein han redefinido las expectativas de los consumidores, obligando a El Corte Inglés a replantear su modelo de negocio.
Además, la empresa ha iniciado un proceso de remodelación de algunos de sus centros más emblemáticos, como los de Castellana, San José de Valderas y Preciados, incorporando nuevas experiencias de compra y adaptándose a las demandas del consumidor moderno.

Impacto en el empleo y la economía local
El cierre de estas tiendas no solo afecta a los consumidores, sino también a los empleados y a la economía local. Muchos trabajadores se enfrentan a la incertidumbre laboral, mientras que las comunidades pierden puntos de encuentro y actividad comercial.
Aunque algunos establecimientos continúan operando temporalmente, la tendencia indica una consolidación hacia un modelo de negocio más digital y eficiente.















