Hace dos semanas, cuando le tocó presidir la Conferencia Industrial, Martín Cabrales no usó cualquier look. Para encabezar el evento en el que se leyó una carta del Papa Leon XIV y donde el titular de la Organización Techint, Paolo Rocca, reclamó que se apliquen políticas industriales ante el avance de China, el empresario se puso un par de gemelos que le había obsequiado el ex presidente Carlos Menem y una corbata que le había regalado María Julia Alsogaray, ex funcionaria de aquel gobierno, y de quien un amigo íntimo.
Cabrales cuenta el detalle en la próxima edición del ciclo de entrevistas Sello Argento que se transmite los martes por El Cronista Stream. Allí, agrega que se puso esos accesorios sobre una camisa que había sido su padre Antonio, a modo de homenaje ya que falleció en el último año.
Con 63 años, el hermano mayor de la tercera generación de la empresa líder del café en el país menciona a la funcionaria clave de la privatización de los teléfonos como “Julita”. Recuerda que la visitó y acompañó mientras estuvo presa hasta su muerte en 2017, condenada por cuatro causas de corrupción y dice que con ella aprendió cómo te abandonan todos cuando vienen las malas y ya no tenés poder.
Cabrales se enciende al recordar a Menem. Lo considera el mejor presidente de la historia, destaca la transformación del país durante los 90 y niega que haya habido un “industricidio” en esos años de apertura de importaciones y esquema cambiario fijo de 1 peso, 1 dólar.
Este recuerdo extasiado de aquella etapa tal vez es una postal de la época, donde el optimismo que genera la relativa estabilidad de los precios y sobre todo la tranquilidad financiera se mezcla con la preocupación por la falta de una política industrial para mejorar la competitividad frente a la amenaza externa.
Los empresarios se reparten entre buscar oportunidades para traer del exterior maquinarias e insumos cuando no productos terminados para vender en sus redes de distribución, sin desconocer la amenaza de que en algún momento el flujo importador se lo lleve puesto en un paradigma que nadie sabe si llegó para quedarse.
El presidente Javier Milei volvió a las fuentes, la Corporación América, y dijo que está para ganar en primera vuelta en 2027. ¿Habrá un regreso de dueños de empresas que se fueron del país por el contexto político y los impuestos? El regreso de Amalita Amoedo, nieta de Fortabat, ¿puede ser un comienzo? La salida de Sebastián Bagó a Miami, en tanto, muestra que nada es tan lineal.
Alguien que conoce el mundo de los que se fueron dice que hay un factor que puede jugar a favor del regreso: el avance de la edad y la necesidad de atender cuestiones de salud. Sería un reconocimiento tácito de que acá no todo está tan mal ni para los que están a tiro de un vuelo privado de cualquier lugar del mundo.
Las cifras de la producción récord de petróleo en octubre, con casi 860 mil barriles, por arriba del pico de 1998, de la mano del boom del yacimiento no convencional de Vaca Muerta, alientan la posibilidad de un nuevo marco estructural para el país.
Si fuera solo el comienzo de un despegue exportador, la afluencia de dólares garantiza este estado de cosas tal vez por varios años y sea obligatorio cambiar el chip, siempre y cuando no aparezca algún cisne negro local o internacional. Un tema central sobre todo cuando el plan pareciera encaminarse a depender de la vuelta al crédito.
El “riesgo mambo”
“El tema es que Milei y el equipo económico no se vuelvan locos y empiecen con excentricidades”, afirma un consultor que supo trabajar cerca de La Libertad Avanza. Es lo que podríamos llamar el “riesgo mambo”, una especie de contracara del relato del “riesgo kuka” que alentó la Casa Rosada antes de la elección con el “nosotros o el kirchnerismo”.
Cuando después del acuerdo con el FMI se negaron a comprar reservas “hasta que baje a $1000”, fue mambo. Cuando empiezan con “la batalla cultural atrae inversiones”, es mambo. Cuando dicen que enfrente está “el comunismo”, es mambo. Y ahora que el mood es que “con el costo de crédito en baja no hace falta comprar reservas”, como deslizó el jefe de Estado, otra vez aparece el “riesgo mambo”. Ni qué hablar si se sigue al integrante de lo que alguna vez fue el Consejo Asesor, Ramiro Castiñeira, que propone no acumular dólares en el Banco Central porque después la malgasta el peronismo.
El consumo también está cruzado por señales mixtas. Después de derrumbarse antes de la elección en medio de las dudas con el dólar, la confianza del consumidor que mide la Universidad Torcuato Di Tella saltó los últimos dos meses. Además, hay furor por tiendas de productos importados, como Decathlon o Victoria Secret, que se transforman en las tiendas de esas cadenas que más facturan en el mundo.
Pero al mismo tiempo, el 37% de los hogares usa ahorros para llegar a fin de mes según el Indec, mientras crece el endeudamiento de las familias con niveles de morosidad récord en los créditos familiares, de acuerdo con información del Banco Central.
“Zara también cuando llegó a la Argentina fue la tienda que más vendió en el mundo, y también después fuimos el primer país de donde se fue su filial”, matiza Luis Tendlarz, de la Federación de Industriales Textiles Argentina (FITA), que presentó un plan incentivos al gobierno para tratar de exportar más y aún no recibió respuesta más allá de que el secretario de Hacienda, Carlos Guberman, les explicó que no hay políticas sectoriales en esta administración.
En este marco, esta semana llega a las librerías “Back to the 90s”, el nuevo libro de la economista Marina dal Poggetto junto a Daniel Kerner, que tiene la siguiente bajada: “Un viaje al pasado en busca de herramientas para romper el loop que condena a la Argentina”.
En la contratapa, Alejandro Katz escribe que el texto abre “la posibilidad de aprender realmente qué pasó, por qué funcionó durante un tiempo, por qué colapsó”. El intelectual señala luego: “Lo dañino, tanto para las sociedades como para los individuos, no son los problemas; lo dañino es que el problema sea siempre el mismo. Y esa es la marca de la historia argentina, cuando menos desde hace medio siglo: la repetición”.