Martes de la semana pasada. El senador bonaerense Fabio Sorchilli invitó a su despacho a su compañero del bloque del FpV, Luciano Martini. Tomaron unos mates y se despidieron con la mutua promesa de encontrarse a las 8.30 del sábado con otros legisladores para entrar juntos al Club de Golf de Santa Teresita, epicentro de la cumbre pejotista que reunió al kirchnerismo con el sciolismo. A la hora de aquella cita, el diario Perfil ya contaba que Sorchilli se pasaba al Frente Renovador. A diferencia del salto de Raúl Othacehé, que fue anticipado por rumores varios, en la ciudad balnearia no lo creyeron hasta entrada la tarde, cuando circuló la foto de Sergio Massa con su flamante incorporación.
Sorchilli evitó dar su versión al no devolver el llamado de El Cronista. Sin embargo la anécdota es relatada en el bloque oficialista de la Cámara alta de la Legislatura provincial para graficar hasta qué punto los sorprendió la garrocha del representante de San Antonio de Areco, que ocupa la banca que deja vacía (por licencia) Sergio Berni. Su partida puso en peligro la mayoría del FpV en el recinto. La venganza podría ser proporcional a la bronca: circulan los ánimos, en especial en el sciolismo, de pedirle al Secretario de Seguridad que recupere el asiento arrebatado por el massismo.
A las 13, Gabriel Mariotto recibirá en la residencia del Vicegobernador a los senadores oficialistas para su primera reunión de bloque del año, la antesala de la apertura de sesiones ordinarias que encabezará Daniel Scioli el 5 de marzo. Más allá de las discusiones habituales de cada año, de reparto de comisiones y otros deberes legislativos, un grupo ya dejó trascender que pedirán castigar la traición de Sorchilli. El legislador Alejandro Dichiara fue el único en hacerlo público, al contarle a La Tecla que existe una posibilidad legal de que vuelva Berni (a la Cámara). Este senador randazzista junto a los sciolistas amenazaron el año pasado con no aprobar la licencia del Secretario, que le permite también ser Vicepresidente del cuerpo en ausencia.
Otro senador graficó a este diario dos opciones posibles. La de máxima: que Berni renuncie al ministerio. En la Casa Rosada suena imposible, considerando que maneja los hilos de la cartera desde antes del arribo de María Cecilia Rodríguez. La otra posibilidad: como el reglamento especifica que las licencias caducan con la presencia del interesado en el recinto, basta con un viaje de Berni a La Plata para dejarlo sin silla a Sorchilli. Acto seguido, con el antecedente de concejales que tienen despachos provinciales, al funcionario nacional deberían aprobarle una licencia especial que, eximiéndolo de la dieta de legislador (no puede cobrar por dos cargos) y su responsabilidad sería concurrir a las sesiones. No a todas, sólo a aquellas que se precise su voto, acotaron con picardía en el gobierno provincial. La decisión, anticipan, queda en manos de Cristina Fernández de Kirchner.
El sciolismo auspicia esta salida para obtener un guiño presidencial de doble vía: hacia el massismo, porque anticipa que la guerra será sin cuartel; pero también hacia ellos, como una caricia para dejar los viejos cortocircuitos atrás.
Por ahora, el kirchnerismo más puro se inclina a pensar que no necesitan ninguna maniobra porque no peligra su mayoría legislativa. Esta jugada daña más al Frente Renovador, por salir a la caza de dirigentes. Tenemos 19 senadores y dos aliados, contabilizó Mariotto a este diario, poniendo las manos en el fuego por Mario Ishii y Mónica Macha (de Nuevo Encuentro). De 46, el massismo cuenta con 20 bancas. Nadie podría faltar por enfermedad.