El ancla del superávit fiscal no se toca y el Gobierno volvió a mostrar cada mes que gasta menos de lo que ingresa. El ajuste es permanente. La última información oficial, difundida estos días por el propio Ministro Luis Caputo, dice que “el gasto primario se redujo 1,3% en términos reales frente a octubre de 2024” Pero el propio ministro subrayó que “a nivel desagregado, las jubilaciones y pensiones contributivas crecieron 8,1% interanual en términos reales y la Asignación Universal para Protección Social 6,8% interanual”.
Estos dos renglones del gasto se ven favorecidos por el efecto que produce el ajuste por inflación -rezagado- tanto de las jubilaciones como de la AUH. Su poder adquisitivo mejora porque con inflación a la baja, el impacto en el bolsillo es positivo porque el aumento nominal de la prestación se calcula con inflación más alta que la actual. Lo inverso ocurre cuando la inflación va para arriba.

Lo que hay que resaltar es que, frente a paritarias que vienen peleando décima a décima contra la inflación, y a veces no logran superarla, la AUH es, por lejos, el programa social que mejor le va en términos de poder adquisitivo.
Una comparación de poder adquisitivo entre lo que se podía comprar con la AUH en enero de 2024 ($33.057) y la que se pagó en octubre de este año ($ 95.752) da estos resultados. En el acumulado de los 10 primeros meses de 2025, el gasto en AUH creció 21,5% en términos reales frente a los 10 mismos meses de 2024, según datos de la Oficina de Presupuesto del Congreso.
Otra forma de ver la mejora real de la AUH es que mejoró un 14% en poder adquisitivo si se la aplicara, por ejemplo, a la compra de pan francés, tomando en cuenta los precios de referencia que informa todos los meses el INDEC cuando difunde el IPC
Si se dedicara la AUH a comprar harina de trigo, la mejora real es del 55%
Medida en poder de compra de carne picada o leche entera la mejora real es de 24 y 12% respectivamente.
La mejora, en mayor o menor porcentaje, se da en todos los rubros de la canasta básica de alimentos y elementos de limpieza que mide el INDEC.
Estas cifras ayudan a explicar por qué se redujo sensiblemente el índice de pobreza durante el actual gobierno.
Lo que no quita que la discusión sobre el consumo en la Argentina vuelva a estar en el centro del análisis económico. En los últimos meses se frenó la mejora del salario real de los trabajadores privados y los salarios públicos vienen muy atrasados. También se frenó la demanda de crédito y el consumo masivo sigue bastante planchado. Por eso el 2026 aparece como un año bisagra: o bien comienza una recomposición más sólida de los ingresos, o la economía corre el riesgo de consolidar un esquema de crecimiento bajo.
Lo primero, y quizá lo más determinante, es que el salario real no tendría una recuperación significativa en 2026. Aun con paritarias que logren ganarle a la inflación, las consultoras proyectan un avance modesto, de 2 a 4 puntos reales. Esa mejora luce insuficiente para revertir un deterioro que se arrastra desde 2018 y que mejoró levemente en 2024.

Consumo y paritarias.Cuánto se estima que pueden aumentar los salarios este año
abre en nueva pestañaFrente a este escenario, la gran apuesta oficial es el crédito. Con la tasa de referencia nominal descendiendo al rango del 30–40% anual hacia fines de 2025, el Gobierno espera una reactivación del financiamiento al consumo, particularmente el digital. El Banco Central ya inició ese camino con medidas que eliminan topes a las tasas de interés en créditos fintech, amplían la capacidad de scoring alternativo y habilitan mayor flexibilidad para préstamos pequeños.
Pero aparece un segundo factor que limita esa estrategia. El crédito ya fue utilizado de manera muy intensa durante 2024 y la primera mitad de 2025, en especial para bienes durables. Con tasas reales negativas durante varios meses, los préstamos personales crecieron más de 70% real interanual en su mejor momento, y las ventas de electrodomésticos aumentaron entre 20 y 30% según el rubro. Una parte de la demanda futura ya fue anticipada. Muchas familias llegan a 2026 con cuotas pendientes y con menos margen para volver a endeudarse. El financiamiento, por lo tanto, pierde parte de su capacidad para motorizar una nueva expansión.
Ricardo Delgado, de la consultora Analytica, señaló: “Muchas familias ya están endeudadas o cambiaron los bienes durables. A partir de ahora habrá menos demanda de ese segmento. El PBI va a crecer en 2026 menos que en 2025, y tengamos en cuenta que el consumo representa 70% de la demanda agregada. No estaremos en recesión, pero estamos en presencia de una economía con salarios bajos y va a crecer a nivel de lo que crezca la población”.
Gabriel Caamaño, de Outlier, alertó: por lo que están haciendo en la secretaría de Trabajo los asalariados la van a tener dificil, porque están topeando las paritarias muy por debajo de lo que parece que va ser la inflación. O sea que si hay un rebote de consumo es por vía del crédito. Pero el crédito no puede empujar lo mismo porque ya hay otro nivel de exposición a ambos lados del mostrador, es decir bancos y deudores”.
En muchos hogares del decil más bajo, la AUH representa un porcentaje mayor del ingreso disponible que en años previos. Esto aporta aire en la base de la pirámide de ingresos y permite sostener un piso de consumo en sectores vulnerables. No mueve el total de la demanda, pero sí amortigua el impacto social.
El desafío, entonces, es doble. Por un lado, acelerar la recomposición del salario real sin comprometer la desinflación. Por el otro, lograr que el crédito —en especial el digital— funcione como catalizador sin generar nuevos procesos de sobreendeudamiento. La economía llegará a 2026 con la necesidad de encontrar ese equilibrio frágil. De su resultado dependerá, en buena medida, que el consumo vuelva o no a ser un verdadero motor del crecimiento.
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