Cuando se tienen más de tres décadas en la profesión, el día a día adquiere una dinámica propia y se transforma en un motor aparte de nuestro trabajo. Uno va detrás de las noticias como si cada lector estuviese esperando saber todos los datos que afectan nuestra coyuntura económica, política y social. Pero esa no fue la motivación que me llevó a abrazar el periodismo como medio de vida en la Argentina de los 80. En ese tiempo este trabajo no era una moda, porque se había construido a partir de rutinas laborales ásperas y porque en los años previos había sido jaqueado por la violencia política y el terrorismo de Estado. No existía Internet y mucho menos las redes sociales. La comunicación era una ciencia con más interlocutores académicos que profesionales y la tarea de los medios se concentraba en reportar sucesos cotidianos. Sin embargo, en esos años de transición a la democracia encontré en la prensa gráfica un rol que siempre me pareció desafiante: tener la oportunidad de construir la primera versión de la historia.

Aún hoy, cuando una parte de la información se transformó en un commodity y la demanda pasa más por entender y jerarquizar los hechos, no dejo de pensar en que cada palabra que se vuelca en letra de molde se convertirá en insumo para la toma de decisiones de quienes acceden a los contenidos de El Cronista. Esa responsabilidad, protegida por un derecho constitucional, se expandió junto con el crecimiento de la web, ya que su memoria casi infinita deja registro de todo lo que se publica. Ejercerla con equilibrio es uno de los aspectos más complejos que me tocó aprender en esta profesión, y por eso estoy agradecido a Daniel Della Costa, Oscar Falomir, Norma Nethe, Hugo Grimaldi y Néstor Scibona, que siempre van a tener mi reconocimiento por tomarse el tiempo para hacerme aprender de los errores y darme los consejos justos y oportunos para crecer. Espero haber tenido la capacidad necesaria para transmitir esas enseñanzas a todos los colegas que, a los largo de este tiempo, se esforzaron y se esfuerzan de manera cotidiana para mantener en alto la reputación de El Cronista.

El periodismo, en el fondo, es un oficio en el que el trabajo manual -para algunos artesanal- pesa más que el industrial. La tecnología mejoró los procesos de producción y abrió canales de difusión que tienen una masividad nunca imaginadas. Pero detrás de todos ellos hay una persona que debe identificar una noticia, chequearla, valorarla, jerarquizarla y presentarla con todo el contexto necesario para que nuestra audiencia (el termino lector hace rato que nos quedó chico) pueda absorber esa información. La cabeza de un periodista, no obstante, hoy tiene que estar puesta más que nunca en el universo digital, ya que es un entorno en el que el alcance y la repercusión que adquiere nuestra tarea no tiene punto de comparación con el pasado. Las habilidades que requiere la labor cotidiana tampoco: incluyen la gestión de contenidos multimedia, la conexión de una noticia con otros enlaces relevantes, el uso de imágenes como complemento ineludible y la adopción de un ritmo para procesar todos estos componentes que pone a prueba nuestra destreza.

La actividad periodística está inmersa en un proceso de mutación que promete ser casi permanente. Mientras en todo el mundo los medios prueban modelos de negocio que los alejen de la circulación gratuita de noticias, los periodistas no debemos perder de vista, además, los objetivos que nos guían. Me enorgullece liderar un equipo que piensa en la calidad como objetivo irrenunciable, que siempre busca una fuente más para completar su información, que está dispuesto a sacrificar una primicia si no pudo hacer un contraste efectivo de los datos y que sabe que su trabajo tiene que ser merecedor de la confianza de nuestra audiencia.

A lo largo de estos 110 años, El Cronista Comercial y su grupo de medios (las revistas Apertura e Infotechnology) supieron ganarse el respeto de los lectores, los anunciantes y hasta de los competidores. Con nuevas metas, nuevas formas de organización y herramientas cambiantes, el desafío es mantener nuestro trabajo en ese nivel. Es el compromiso que asumimos a diario, y al que le destinamos energía y pasión. Donde la información lo demande, ahí estaremos.