La actual Administración estadounidense parece estar adoptando una "Doctrina Monroe 2.0" para el hemisferio occidental: abandona las tradicionales iniciativas de cooperación desarrolladas después de la segunda guerra para obtener alianzas comerciales y políticas en favor de la amenaza de ejercer presión económica y comercial.

Estados Unidos aplicaba políticas blandas en sus relaciones económicas y políticas con el hemisferio occidental principalmente a través de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID), la mayor agencia de ayuda exterior del mundo. USAID se creó en 1961 para competir con la Unión Soviética a través de programas de ayuda social y económica e influenciar de esa manera a los países en desarrollo.

Actualmente, la mayoría de los programas de USAID han sido cancelados, lo que ha permitido que competidores, incluyendo a China, puedan intervenir en proyectos de infraestructura o reducción de la pobreza en América latina, ganando así mayor influencia en la región.

En febrero de 2025, la administración Trump ordenó primero la congelación de todos los programas de USAID que no eran esenciales y luego canceló la mayoría de los proyectos en general. En julio de 2025, la Administración Trump anunció que los programas restantes serían administrados por el Departamento de Estado.

En este contexto, Trump ha estrechado lazos con el presidente argentino Javier Milei, cuyas apariciones de campaña con motosierra y el posterior recorte del gasto público fueron elogiados por los círculos más conservadores de Estados Unidos (inclusive Elon Musk). Los esfuerzos inicialmente exitosos de Milei para controlar la inflación galopante de Argentina lo convirtieron en un héroe de la derecha. Esto llevó a Trump a ofrecer un rescate de 20 mil millones de dólares a Milei justo a tiempo para ayudarle en las próximas elecciones legislativas de mitad de mandato.

Algunos argumentan que el rescate es una medida de la administración Trump destinada a ayudar a fondos de Estados Unidos invertidos en valores argentinos quienes se exponían a sufrir enormes pérdidas sin el rescate estadounidense.

La realidad es que la llamada política Trump 2.0 es una vieja política renacida con la incorporación de un enfoque transaccional, que puede resumirse de la siguiente manera:

a) Ejercer influencia a través del poder económico y político con la esperanza de que, en la medida en que la Administración ofrezca beneficios económicos concretos a socios dispuestos como Argentina y El Salvador, la influencia estadounidense en la región se mantenga fuerte y pueda impedir que se ceda cada vez más espacio a China.

b) El enfoque transaccional de Trump, basado en gran medida en aranceles, ha logrado victorias a corto plazo, como la retirada de Panamá de la Iniciativa de la Franja y la Ruta o el abandono de Brasil de sus planes para la creación de una moneda común con los miembros del BRIC+.

El gabinete de Trump, con Marco Rubio como Secretario de Estado, Michael Waltz como Asesor de Seguridad Nacional y Mauricio Claver-Carone como Enviado Especial no es casual, podría ser el gabinete de más centro derecha de los últimos tiempos. El primer viaje de Rubio al extranjero a Panamá, El Salvador, Costa Rica, Guatemala y República Dominicana y el rescate financiero de Argentina por parte de Bessent son ejemplos concretos.

La política inicial de la segunda administración Trump hacia América Latina marca un claro cambio con respecto a la anterior intervención estadounidense en la región, adoptando un alejamiento de las iniciativas multilaterales y una postura más transaccional.

Varios líderes latinoamericanos, además del argentino Javier Milei, como el ecuatoriano Daniel Noboa, el paraguayo Santiago Peña y el salvadoreño Nayib Bukele, tienen grandes esperanzas depositadas en su presidencia. Sin embargo, aún no se sabe si esto se traducirá en victorias políticas tangibles para sus países. Por ejemplo, se espera que la imposición de un arancel global del 25 % a las importaciones de aluminio y acero afecte significativamente a Argentina. En 2024, Argentina exportó 500 millones de dólares en aluminio y 100 millones de dólares en acero.

Durante décadas, Estados Unidos ha carecido de una estrategia coherente hacia América Latina. Un enfoque más estratégico y mutuamente beneficioso centrado en la inversión económica y la cooperación en seguridad podría mejorar la la competitividad de Estados Unidos en la región.

Cabe destacar que la actual Administración cuenta con mayor experiencia regional de alto nivel que en cualquier otro momento de su historia moderna. Rubio y Claver-Carone fueron los primeros en apoyar la Ley de las Américas, un proyecto de ley bipartidista que buscaba contrarrestar la influencia de China y, al mismo tiempo, fomentar y consolidar las alianzas comerciales con los países de la región. La lógica es que expandir y fomentar la inversión privada crearía nuevas oportunidades en América Latina y ofrecería una alternativa a la influencia de China.

Claver-Carone ha impulsado la transformación de la Corporación Financiera Internacional para el Desarrollo en un fondo de capital privado para atraer inversiones, en particular para proyectos de energía e infraestructura en países de América Latina. Su estrategia se centra en abandonar el financiamiento basado en deuda para garantizar que Estados Unidos y sus socios tengan una participación de capital directa en inversiones que podrían atraer un mayor interés del sector privado estadounidense una vez que observen que el gobierno está adquiriendo una mayor participación en la región. Si bien no parecería haber una correlación directa, Open AI la empresa creadora de Chat GPT anuncio una inversión de 25 billones de dólares en la Patagonia.

La experiencia regional de la Administración Trump es incuestionable pero la estrategia que seguirá aún no está clara. Los riesgos de continuar sin una estrategia consistente implican que Estados Unidos ceda paulatinamente influencia económica y geopolítica en la región a sus grandes rivales que aplican una geopolítica planificada.

La realidad es que, a menos que la Administración ofrezca beneficios económicos concretos a socios y admiradores dispuestos, como Argentina y El Salvador, la influencia estadounidense en la región seguirá siendo frágil, y probablemente cederá cada vez más espacio a China con un plan de expansión geopolítico constante.

Abundan las oportunidades de seguridad y beneficios económicos para Estados Unidos en América Latina. Para aprovecharlas, la Administración de Trump debería adoptar un enfoque estratégico, aprovechando la experiencia de especialistas regionales como Rubio y Claver-Carone, en lugar de recurrir a un enfoque exclusivamente transaccional. El plan Bessent con Argentina parece ajustarse a esta estrategia. Sin duda, será un camino accidentado con numerosos obstáculos políticos tanto en Argentina como en Estados Unidos.