Increíble, una unidad básica en un Starbucks", se reía esta semana una cuenta de Twitter. No hablaba, en realidad, de una sede peronista, sino más bien lo contrario: el lugar de convocatoria de seguidores de José Luis Espert para reunir avales, en Lomas de Zamora, para su proyecto presidencial. Modalidades nuevas de la política argentina, que siempre logra sorprender.
Es una de las novedades del escenario electoral 2019. Jóvenes liberales, libertarios, anarcocapitalistas, republicanos y hasta conservadores, aunque resulte una contradicción, son algunas de las etiquetas con las que pueden identificarse. Muchos son fan de Javier Milei, consumen la política a través de YouTube, llenan teatros y conferencias aunque haya que pagar entrada, esquivan los colectivos sociales que abonan la grieta y, sobre todo, desconfían de la clase política tradicional.
Rareza del contexto actual, en el que las convicciones e instituciones occidentales parecen acechadas por populismos y nacionalismos. Hijos rebelados de la "década ganada", despertaron a la política durante el gobierno kirchnerista y el avance de La Cámpora. Claro, no todos son tan jóvenes y mucho menos la mayoría de sus principales referentes o candidatos.
Se movieron esta semana entre el entusiasmo y la desilusión. Espert tuvo problemas para confirmar en la Justicia Electoral su frente Despertar. Atenazado por la polarización entre Cambiemos y el kirchnerismo, Darío Lopérfido –otro referente liberal- se bajó de su precandidatura a jefe de Gobierno porteño, con la que aspiraba a desafiar a Rodríguez Larreta, para no restar votos que terminen ayudando al regreso del kirchnerismo.
Los aspirantes a consolidar en la Argentina un espacio de centroderecha, en el que hay otros competidores, comprobaron estos días que la apuesta electoral es complicada. La candidatura de Espert pretende medir en agosto en las urnas la profundidad de este fenómeno, aunque con una creciente polarización que amenaza con tapar los indicios.
¿Qué es ser liberal hoy en la Argentina, país que en su historia confundió esas ideas con las del conservadurismo o el autoritarismo?. El economista Diego Giacomini, que comparte propuestas con Milei, cita a Friedman y Hayeck para explicar la falla del Estado a la hora de redistribuir la riqueza a través de los impuestos y de imponer un proyecto único de bienestar; de la necesidad de que el Estado no ahogue la iniciativa y la propiedad privada como motor del desarrollo.
"Es gente cansada de la presión de los impuestos, de servicios públicos que no están a la altura, de un tamaño del Estado que no ayuda a la actividad privada", resume Yamil Santoro, dirigente de Republicanos.
Hay dos enemigos clásicos en el liberalismo contemporáneo: la tiranía de la mayoría y el Estado intervencionista.
"Se bajaron todos, es la fiebre amarilla. Pero hay vacuna", chicaneó ayer Espert desde las redes sociales, para avisar que él sigue en carrera. Y evita las etiquetas: "Somos la propuesta del sentido común", asegura. Los demás, avisan que se retiran de esta contienda pero no abandonan el proyecto.
"La oferta electoral de este año muestra que la sociedad está demandando más intervención del Estado y no está valorando estas ideas", reconoce Giacomini, para quien hay que dar una batalla cultural si se quiere cambiar la historia: "Una vez que cambia el individuo cambia la demanda y entonces aparece la oferta".
El proyecto electoral de los que no compiten ahora es mirar a las legislativas de 2021, como primer paso para concretar un espacio en el Congreso, y luego las próximas presidenciales, con recambio generacional de por medio.
Los acecha ahora el estigma de mostrarse como un espacio chico en el que sus referentes, por las chispas de los egos y las ideologías, no logren ponerse de acuerdo para una causa común. Ironía de la historia, que no los hunda el individualismo.
El desafío parece ser apelar al realismo. Hay un elemento que produce amalgamas y deja de lado las batallas testimoniales: el poder concreto.