Hay cien aristas para analizar el rumbo político y muchas de ellas se pierden en tironeos de ocasión o en glorias de cinco minutos. Están los padeceres y las debilidades del presidente de la Nación; el cono de sombra que afecta a Cristina Kirchner, fruto de sus muchas confusiones que coronan las fugas de gobernadores y senadores; la margarita que no termina de deshojar Mauricio Macri; los naturales codazos de todos los precandidatos por el centro de la foto y el contrapeso de Javier Milei. Y está también el juego de Sergio Massa, quien ahora se dice bendecido por el Fondo Monetario que lo ayuda a sacar pecho, ya que probablemente no haya más olas de incertidumbre en este año electoral en relación a la cantidad de divisas que hay que acumular, Reservas que van a menguar fatalmente debido a la sequía.

Sin embargo, no habría que descuidar el ángulo 101 del análisis, punto de vista que hoy pasa gravemente por una suerte de manipulación de la demanda, ya que existe una corriente de pensamiento que crece cada vez más en las redes sociales y que ha calado entre los analistas, que se ocupa de desacreditar a diario la natural movilidad de las internas partidarias o en general, las cosas de la política. Y mientras se opina a destajo que "son todos lo mismo", quienes se atreven a desgranar argumentos tan básicos en sus escritos y mensajes sibilinos en las redes ponen en una bolsa común a tirios y troyanos sin detenerse a calibrar si lo que se afirma y ellos repiten son verdades o mentiras interesadas. Las redes son plurales por definición pero cuando se las manipula se convierten en una despiadada turba.

Mientras se horada la democracia, la inyección de descrédito a la clase política no es otra cosa que anular el pensamiento, sea cual fuere. Para tanta gente que se manifiesta escéptica de lo que hay, Fernández, Macri, "Wado" De Pedro, Horacio Rodríguez Larreta, Gerardo Morales, Daniel Scioli y Patricia Bullrich, entre tantos otros con sus virtudes, defectos y discursos aglutinantes o divergentes, deberían dedicarse de momento a otra cosa más productiva que a pensar en las elecciones, ya que lo hacen en tiempos seguramente demasiado anticipados, mientras dejan de lado -se afirma- los graves problemas que padece la sociedad, producto de una decadencia que se acelera sin remedio.

No es el que "se vayan todos" del año 2001, pero más o menos así luce la instalación de un tema que busca desacreditar aún más a los políticos. Lo que llama la atención es ver cómo tantas personas lúcidas, dirigentes y no dirigentes que aparecen ubicadas en todos los rangos del espectro, no reconocen que el posicionamiento interno es algo propio del juego democrático, un lugar de compulsa donde se va definiendo el espectro ideológico que le pondrá carácter al futuro gobierno y argumentos más o menos virulentos a la oposición. Probablemente, el miedo a lo que puede venir hace que la sociedad tome recaudos ante algo que debería ser natural y de eso se aprovecha el manipulador.

Hoy, por ejemplo, gracias al minué de las internas es que se están mostrando claramente características bien interesantes en la oposición como son las afinidades horizontales por alas en los partidos participantes: Rodríguez Larreta, Morales, Martín Lousteau y Elisa Carrió hacia a la izquierda y Macri, Bullrich, Alfredo Cornejo, Miguel Pichetto y Ricardo López Murphy volcados hacia la derecha. También si se mira bien al oficialismo es evidente que Cristina y el Presidente son el agua y el aceite y que Máximo Kirchner se diferencia claramente de Massa. Se dejó de hablar, por ahora, de populismo o neoliberalismo: otra vez, izquierdas y derechas algo natural, saludable y revelador y aunque las redes se inquieten, la buena noticia es que cada cual se saca la careta con tiempo

Lo notable es que en vez de observar estas posturas como una fortaleza a futuro que finalmente le sirve a la democracia porque define las políticas de cada fuerza, muchos ciudadanos se comportan como vecinas indignadas que años ha cuchicheaban de puerta a puerta: "-¿vio doña?... no saben hacer otra cosa que pelearse", un sambenito impuesto también por las redes que busca no dejar títere con cabeza.

La crítica más justa que se le podría hacer a la clase política -más al oficialismo que a la oposición- es seguramente la pérdida de tiempo en la que incurre, porque hoy lo electoral monopoliza casi todo y porque se ha caído en una inacción peligrosa, ya que lo que se dilapidó seguramente no se va recuperar. Mientras el oportunismo político sólo se ocupa de transferirle las culpas al otro, el ejemplo del Congreso es patético, porque el juicio a la Corte, un proceso que irá a parar a vía muerta y todos los saben, le ha puesto un cepo a todas las demás discusiones que habría que dar para mejorarle un poco, al menos, la vida a la gente.

En el trasfondo político, lo más notorio del caso es que la tradición presidencialista argentina no logra incorporar del todo en la mente de la ciudadanía la idea de las coaliciones de gobierno, un esquema que resulta más propio de los sistemas parlamentarios europeos, en los que la figura excluyente del líder deja lugar a las políticas de contrapesos que encarnan los partidos. Hoy por hoy, las dos coaliciones representan caminos divergentes y sin que nadie se rasgue las vestiduras, las elecciones de octubre deberían ser definitorias al respecto.

Es lo que el vulgo llama "grieta", término que en la Argentina causa tanto espanto como si en el mundo no existieran posturas políticas enfrentadas. Son las diferencias que Rodríguez Larreta dice que él se anima a cerrar y que el jefe de asesores del Presidente, Antonio Aracre explicita como fundamento de las próximas elecciones: "crecimiento con industrialización y distribución (FdeT) o crecimiento con acumulación y derrame (JxC)". Hay también cuestiones de fondo que hacen a la institucionalidad que también salen a la luz, temas que también marcan las diferencias de los futuros contendores: la Constitución Nacional, la división de poderes, el derecho de propiedad y el respeto hacia la prensa, por ejemplo.

Por último, es evidente que existe una cesura insondable en relación a posturas morales que se hacen mucho más difíciles de obturar y es este punto lo que presumiblemente busca igualar la acción de las redes sociales a la hora de querer mostrar a todos los políticos dentro de la misma bolsa. Es verdad que dentro de ambas coaliciones hay mucha gente radicalizada que busca confrontar siempre, pero para eso deberían servir las PASO a la hora de elegir las fórmulas, para separar así las verdes de las maduras.

Lo cierto es que todos estos argumentos que suenan en contra de las compulsas internas marcan que se viven momentos críticos de manipulación en las redes y que habrá que empezar a armar corazas contra las verdades reveladas que hoy se difunden cada vez con mayor fuerza, capaces de subir o de bajar personajes, teorías o creencias. En general, son enjuagues armados por bandadas de troles capaces de defender lo indefendible a través de análisis o razonamientos interesados (o por dinero o por la necesidad sicológica de reforzar su fanatismo) a quienes se le suman después los incautos de siempre, capaces de generar una corriente mayoritaria que finalmente se transforma, por repetición, en afirmaciones que cuestan o dan vergüenza refutar.

Lo evidente es que cuando en la Argentina se escucha cada vez con mayor ligereza que los problemas que la han postrado son culpa exclusiva de "los políticos" y que todos son "lo mismo" se pierden de vista tres cosas centrales: a) que ellos han pasado a ser los chivos expiatorios de la caótica situación que se vive y que, aunque salen del mismísimo vientre de la sociedad, nadie parece querer hacerse cargo de haberlos parido; b) que el tobogán educativo que sufre la mayor parte de la población tienen tanto o más que ver esa planificación siniestra y c) que la superestructura que vive al calor del Estado y la vocación de las clases medias para no perder algunos pequeños privilegios son concurrentes a la hora de las decisiones electorales o en materia de sacrificios.

Pare enmarcar el problema y como en muchas otras cosas de la vida política, hay que preguntarse siempre quién se beneficia con esta bola que engorda día a día, lo que en tiempos inmemoriales se llamaba "acción sicológica" que era manejada por el boca a boca o con "tiza y carbón" por los servicios de inteligencia. El primero que surge a la vista es Milei, el político disruptivo que crece más por rechazo hacia los demás que por explicar planes de gobierno lúcidos y quien podría poner en riesgo el segundo lugar en un balotaje para cualquiera de las otras dos fuerzas.

Algo menos rozado por la repulsa queda Massa, quien hoy se ha mimetizado más como técnico que como político y que, por eso, no estaría directamente incluido entre los candidatos. Lo cierto es que aunque el ministro de Economía se ha esforzado en materia fiscal (pese al tropezón de enero) y en el tema de las Reservas, mientras que aún no puede solucionar acabadamente los atrasos cambiarios y de tarifas y trata de que no se le venga la noche con la deuda, su más que magra performance en materia inflacionaria lo aleja de momento de las grandes ligas.

Sin pensar en teorías conspirativas, un tema que no debería dejarse de lado para terminar de pensar en este momento de tanto revuelo anti-partidos es bucear en la responsabilidad de aquellos que siempre ganan con cualquier gobierno, estructuras que caen siempre bien paradas al calor del Estado o mimetizándose cuando el péndulo gira hacia el mercado, siempre fogosos e interesados financistas de los futuros gobernantes y luego acreedores que, a la corta o a la larga, pasan a cobrar por caja.

"Sus integrantes tienen capacidad de presión y de incidencia, tanto sobre los poderes públicos como en la opinión y están entrenados para la búsqueda de formas de cobertura y para aprovechar las oportunidades que generan las crisis recurrentes", los han definido en un escrito la economista Marina dal Poggetto y el analista político Alejandro Katz. Parecen empresarios, pero en verdad son lobbistas que se aprovechan de las carencias de los más pobres y de las debilidades propias de la clase media, segmento demasiado responsable de tanto "corsi e ricorsi", dispuesto siempre a poner el grito en el Cielo y a votar aún en contra de sus propios intereses para no caer más abajo.