La polémica que abrió la foto del festejo de cumpleaños de la primera dama en las horas más duras de la cuarentena está lejos de extinguirse. Más allá de que el episodio tomó estado público en el arranque de la campaña electoral, lo que se pregunta la sociedad (pero más aún la dirigencia política) es si la imagen que trascendió representa un caso aislado o pueden aparecer otras situaciones igual de cuestionables, de la misma reunión o de otras. Hay una causa judicial abierta y en ella el Poder Ejecutivo tendrá que dar explicaciones sobre las reglas que se aplicaban en Olivos durante los días de confinamiento estricto. Los ecos de todo lo sucedido aún pueden ser más extensos.

El Presidente aceptó el error, lamentó que haya sucedido y prometió que no se repetirá. Es difícil que un mandatario tenga que dar una explicación de ese tono por un hecho que habilitó y en el que también participó. Una vez más, se instala la sensación de que si no hubiese habido una foto como testigo, todo hubiese seguido como si nada.

Por eso el activo más dañado por este incidente fue la confianza en la palabra presidencial. Si bien hubo mensajes internos de todo tipo (algunos de contenido impresentable, como el de Aníbal Fernández, y otros de sinceridad brutal, como el de Sergio Berni), al Frente de Todos no le queda más opción que rodear a Alberto Fernández en este momento de cuestionamiento público, y tratar de que el mal trago pase lo más rápido posible.

El impacto político vendrá en etapas. Las encuestas seguramente van a empezar a reflejar opiniones negativas en torno a este tema, sobre todo en los distritos más poblados, como Capital Federal y provincia de Buenos Aires, y en aquellos en donde el Covid pegaba con fuerza en el invierno de 2020. Luego vendrá el resultado de las PASO y luego habrá que ver cómo decanta este episodio en la elección final, en noviembre.

Si el oficialismo rezaba para que la variante Delta se mantenga lo más alejada posible de nuestro territorio, ahora tendrá que esforzarse todavía más para que la economía "rinda" en términos electorales y le permita mantener los resultados a los que aspiraba hace tan solo una semana atrás, después de la presentación de sus candidatos.

Para eso, el Gobierno tiene que generar gestión y tratar de que algunos hechos puedan crear una sensación más alentadora al menos para los grandes inversores. Un diálogo más definido con el FMI podría ayudar a oxigenar la agenda. La llegada en una semana de los DEG del FMI tal vez permita descomprimir la tensión cambiaria que activó el último lote de controles al dólar financiero. Del lado de la inflación no hay mucho para esperar. Esa foto cambia muy poco mes a mes y lamentablemente ya no sorprende a nadie.