El ministro de Economía Martín Guzmán, aseguró durante su reciente diálogo con El Cronista, que si la Argentina no tuviera que repagar el crédito al FMI no tendría problemas en su balanza de pagos. Según su mirada, los dólares que genera la economía pueden llegar a ser suficientes para abastecer la demanda de la actividad productiva, y lo que causa el desequilibrio son los desembolsos que hay que realizar al Fondo.
El razonamiento del funcionario pasa por alto un detalle no menor: esa situación sería tal como la describe si el Gobierno tuviese la chance de financiar todo su déficit con pesos. Esa opción -por si hace falta aclararlo- no está a la mano. La única forma de ir por ese camino sería acudir a la emisión monetaria, algo que ya se probó en el segundo mandato de Cristina Kirchner y que se tuvo que repetir en 2020 por efecto de la pandemia. Las consecuencias de usar esta fórmula, en términos de inflación, todavía están a la vista. Sería deseable que el Estado tuviese la posibilidad de financiarse en su moneda a través del mercado de capitales. Pero el tamaño de su déficit fiscal hace inviable que el sistema financiero absorba semejante cantidad de títulos de deuda. Por eso los complementos inevitables son la colocación de bonos en moneda extranjera fuera de la Argentina y los aportes del BCRA al Tesoro.
Lo que trata de inculcar Guzmán hacia el interior del FMI es la idea de que, por ser parte del problema, sus autoridades tienen que ser contemplativas a la hora de validar las alternativas que propondrá el gobierno argentino en la renegociación del acuerdo.
El último comunicado del Fondo despertó un moderado optimismo dentro del equipo económico sobre los pasos que puede dar el organismo en ese sentido. La Argentina sueña con un período de gracia, pero hay que tener en cuenta que eso vendría acompañado con mayores obligaciones hacia el final del acuerdo, que será coincidente con la curva de pagos a los inversores privados que aceptaron el canje de deuda.
Resolver la balanza de pagos, más allá de lo que suceda con el repago del crédito tomado en 2018, sí va a implicar un diseño de política que promueva las exportaciones. Y en ese terreno la Argentina todavía tiene que dar señales más firmes. Porque hoy las herramientas que utilizan van por el camino contrario. El cierra de las ventas de carne al exterior, así como las posturas proteccionistas en el ámbito del Mercosur, no crean el estímulo necesario dentro del sector privado para invertir y buscar más mercados.
El Fondo requerirá una política fiscal más neutra, que contemple la desaparición de las retenciones, lo que a su vez exige un inevitable equilibrio fiscal. Para conseguir beneficios de largo plazo, antes la Argentina debe aceptar que es necesario asumir compromisos de largo plazo.