"En economía, las cosas tardan más en pasar de lo que uno supone, pero cuando suceden, ocurren mucho más rápido de lo que uno imaginaba". La frase que inmortalizó el economista del MIT Rudi Dornbusch, gran estudioso de las crisis de sector externo latinoamericanas de los años ochenta (incluida, la crisis de Chile 1982, con superávit fiscal, atraso cambiario y deuda/financiamiento de empresas privadas) bien podría aplicarse a la dinámica de los últimos meses de la economía argentina. Pero con una particularidad relevante. Ahora, todos saben la fecha: después de la elección del 26 de octubre algo deberá suceder, aunque aún no está claro cuál será la velocidad con que se desarrollará el suceso. Todas las medidas oficiales de las últimas semanas, más allá de la retórica de los funcionarios -cargada del desgastado lenguaje de streaming, que insólitamente animan el ministro de Economía y el titular del BCRA-apunta a un único objetivo. Toda la política está orientada a mantener bajo el valor del dólar, para que no toque el techo de la banda cambiaria. Entre la batería de medidas se cuentan: Aunque en el equipo económico dicen que esas ventas fueron pequeñas y puntuales "intraestado" o para alguna provincia que necesitaba pagar deuda en dólares, en las consultoras privadas lo ponen en duda. La consecuencia del apretón monetario fueron tasas de interés exorbitantes. La tasa TAMAR en bancos privados (para depósitos de más de $ 1000 millones) hoy paga 66% nominal anual y la BADLAR (más de 1 millón) llega al 59%. Mientras que el Tesoro convalidó para renovar deuda en pesos de corto plazo tasas efectivas anuales del 75%. Por el lado de los préstamos, el descubierto de empresas en cuenta corriente se disparó arriba del 80% y lo mismo para créditos personales (TNA). Con una inflación mensual en torno al 2%, la TAMAR "implica una tasa real de 40% anual, algo nunca visto en las últimas décadas", dice la consultora 1816. Con semejantes tasas y el dólar a sólo 5%/7% del techo de la banda, "todo el mundo debería estar haciendo carry trade" (colocarse en pesos para hacer tasa, para hacer una ganancia en dólares), afirma Ricardo Arriazu. Pero como eso no ocurre y el dólar sigue presionando, él mismo concluye que "no hay confianza". ¿En el techo de la banda? ¿En lo que viene después de la elección?. Ante tanta incertidumbre, existe una certeza: la dinámica actual es insostenible. No puede durar mucho tiempo más. Primero, por el impacto en la economía real. La morosidad de las familias (tarjetas de créditos y créditos personales) se duplicó desde principios de año y llegó a niveles récord desde 2009 (arriba de las crisis de Macri y pandemia) en junio, aún antes de que explotaran las tasas. Segundo, el enfriamiento en la economía, estancada desde marzo, que acelera el recorte del crédito -uno de los motores de la recuperación el año pasado- golpea la recaudación y el superávit operativo. Tercero, con tasas reales por las nubes, si se extienden el tiempo, jaquea la renovación y la sustentabilidad de la deuda pública en pesos. Según 1816, en un cálculo conservador, "las tasas reales actuales de las Letras del Tesoro, de mantenerse hasta diciembre, implicarán hacia fin de año un costo fiscal cercano a 0,23% del PBI por mes, un cifra muy alta que pondría en riesgo el logro fiscal de la Nación". Sin embargo, lo más preocupante es lo que sucede en el mercado cambiario. Como era esperable en la segunda mitad del año, tras el adelantamiento de la liquidación de la soja -por la rebaja "transitoria" de retenciones-, la oferta de agrodólares se redujo drásticamente: en agosto, ingresaron sólo u$s 1818 millones, un 50% menos que en el trimestre mayo/julio y 25% menos que en agosto del año pasado. En ese trimestre mayo/julio, récord de ingreso de dólares (45% más que en igual período del año pasado), el Banco Central no compró un sólo dólar para las reservas y el Tesoro acumuló -presionado por el FMI y apurado en las últimas semanas de julio- sólo u$s 1500 millones. A su vez, como también se esperaba, con el levantamiento del cepo para las personas físicas, se potenció la dolarización electoral. Según el BCRA, en julio las "compras netas de billetes y divisas sin fines específicos del sector privado no financiero" (la llamada Formación de Activos Externos, FAE) alcanzó en julio el récord de u$s 5432 millones y acumulan desde abril u$s 14.730 millones. Una parte fue a cancelar compras de tarjetas de crédito en el exterior, unos u$s 3536 millones (el 24%) quedaron depositados en cajas de ahorro, y el resto se fue al colchón. ¿Caputo no la vio venir cuando provocaba, a inicios de julio, con el "comprá campeón, no te la pierdas"? ¿Creyó en serio en que la fantasía del "plan colchón" iba a generar una oferta de divisas extraordinaria? El plan Milei-Caputo de dólar bajo consiguió en el último año "puentes" de financiamiento transitorio. Entre septiembre y diciembre pasado, tras la primera etapa de dólar real alto y superávit de cuenta corriente con cepo importador, el puente fue el "blanqueo". Durante el verano, el puente fue la venta de reservas del BCRA para defender el crawling-peg. Luego, el acuerdo con el FMI y el adelanto récord de la cosecha de soja, que duró hasta mediados de julio. Desde entonces, la "flotación" controlada dentro de las bandas se logró con super apretón monetario, tasas de interés exorbitantes y una buena dosis de intervencionismo, lo que algunos denominan "massismo austríaco". Todo ocurrió antes de que estallara el riesgo político con las leyes del Congreso vetadas por Milei y el escándalo de los audios de Spagnuolo, que agrandan la incertidumbre electoral. Ahora, el Gobierno apuesta todo a que un buen resultado electoral lo saque del callejón y pavimente el puente hacia la nueva fase del programa económico. El camino no aparece en absoluto despejado. Antes del 26 octubre está la elección del7 de septiembre en Buenos Aires. Según el último relevamiento de Aresco, de Federico Aurelio, uno de los encuestadores favoritos de Milei, el Gobierno perdió 7 puntos de aprobación en el último mes y ahora se ubica en 44% a nivel nacional. En Buenos Aires pasó de liderar por dos puntos a estar 2 puntos abajo del peronismo como fuerza política. Por el margen de error, eso significa que podría ser una elección pareja -un escenario favorable para el oficialismo-- o perder por hasta dos puntos, lo cual podría desatar fuertes tensiones financieras. Para octubre, Aurelio lo tiene al Gobierno ganando por 6/7 puntos por sobre el peronismo. Aunque de nuevo, nadie sabe hoy cómo cambiará la ecuación hasta entonces a la par del deterioro de la economía real que, todo indica, se profundizará. Post elección, todos descuentan un nuevo equilibrio con tasas de interés más bajas y habrá que ver dónde se ubican tipo de cambio, inflación y escenario político. Para ello, volaría el techo de la banda -con alguna excusa sobre "la libertad de flotar"-- porque deberían entrar al mercado cambiario dos grandes jugadores: el BCRA y el Tesoro. Para cumplir la nueva meta del FMI a diciembre, necesitarían comprar unos u$s 6000 millones en dos meses. Imposible. Pero ése es el reclamo del Fondo y del mercado financiero, que exigen una acumulación acelerada de reservas para ahuyentar el fantasma del default en 2026 y apurar la baja del riesgo país. Un éxito electoral, le permitiría al Gobierno aminorar el costo de la reconfiguración del esquema económico, que bajo cualquier circunstancia luce inevitable. Como decía Dornbusch, va a suceder, lo que no sabemos es a qué velocidad.