La industria no tiene un camino fácil por delante. De todos los sectores productivos, es claramente el que está mas rezagado. Su recuperación, como la calificó ayer el flamante presidente de la UIA, Miguel Acevedo, es "amarreta". Es que su principal mercado, Brasil, está zamarreado por una doble crisis, económica e institucional. Hace cuatro años que no crece y el 2017, que prometía ser el momento en que la tendencia se iba a revertir, está jaqueado por las denuncias que afectan a Michel Temer, el dirigente que asumió la presidencia tras la destitución de Dilma Rousseff.

Los fabricantes locales necesitan un mayor horizonte, porque está demostrado que la escala que ofrece el mercado argentino es insuficiente para justificar inversiones rentables. El proceso de sustitución de importaciones que impulsó la anterior administración tuvo un efecto corto, porque creó una demanda que no estaba basada en la calidad o el precio, sino en la falta de competencia. Si los bienes fabriles que se elaboran en el país no tienen posibilidad de ser colocados en otros mercados, entonces su vida como producto tiene fecha de vencimiento. La globalización hace casi imposible que los consumidores elijan de manera conciente productos obsoletos.

Para que la industria pueda dar ese salto, hace falto un compromiso tanto del empresariado como del Gobierno. Porque buena parte de los costos que enfrentan los privados son causados por impuestos altos, logística cara e infraestructura deficiente. En esa agenda, el Estado tiene un rol central aunque actuar sobre ella por ahora es parte de los planes de mediano plazo. Las compañías, como señaló Acevedo, tienen que agregar valor a sus productos, y para ellos es vital sumar conocimiento y tecnología.

La inserción internacional también genera riesgos. La UIA actualizó su preocupación sobre la competencia china, y si bien el Gobierno tiene herramientas que debe usar para nivelar la balanza, los privados deben asumir que ese frente puede ser neutralizado durante un tiempo, pero no va a desaparecer porque hoy China ya es casi más importante como cliente que como rival.

La Argentina tiene que trabajar sin descanso para ganar competitividad. Tiene que mejorar los costos de financiamiento y fortalecer el desarrollo de las pymes. Si en una mesa compartida, Estado y empresarios definen una estrategia que ordene el crecimiento, mucho mejor.