El mes pasado, el banco de desarrollo brasilero (BNDES), completó una exitosa colocación de bonos verdes en los mercados internacionales por u$s 1000 millones. Anteriormente, Bancolombia se había posicionado como el primer banco privado de la región en colocar green bonds, operación suscripta por el IFC (International Finance Corporation) y que le permitió al principal banco colombiano conseguir fondeo por u$s 115 millones. México se agregó al listado con dos bonos de este tipo. India acaba de publicar su propia guía para la emisión de estos instrumentos en el país asiático, sumándose a los casos de China y Brasil.
La Bolsa de Comercio de Santiago de Chile estrenó en 2015 su Índice de Sostenibildad (DJSI Chile), que tiene al IPSA como base. Un dato adicional, no menor: durante su presidencia en el G20, China ya había impulsado y concretado el Grupo de Estudio de Finanzas Verdes. En la actualidad, el gigante asiático es el primer emisor de bonos verdes del mundo. Todos estos datos son recientes. Sin embargo, las finanzas sustentables nacieron hace ya un par de décadas, de la mano de organismos multilaterales de crédito. Una de las iniciativas, los Principios de Inversión Responsable, surgió en 2006 en un esfuerzo conjunto de las Naciones Unidas, ONG e inversores institucionales. En la actualidad, cuenta con unos 1800 signatarios, y los fondos administrados bajo los seis principios que promueve rompen records año tras año, en una clara muestra de que la comunidad financiera internacional ha puesto el foco no sólo en los habituales indicadores de rentabilidad y solvencia, sino también en criterios ambientales, sociales y de gobernanza (ESG por sus siglas en inglés). Por su parte, el Dow Jones Sustainability Indices fue creado en 2009.
Las finanzas sustentables ya están instaladas en el mercado global. Además de las acciones que se llevan a cabo en un número creciente de países desarrollados, siendo Calpers y el fondo soberano noruego dos claros ejemplos, los países en desarrollo también han dado señales de estar a la altura de las circunstancias, de acuerdo a los casos mencionados.
El Acuerdo de París sobre cambio climático alcanzado en 2015 no sólo prevé las contribuciones incondicionales de cada país para combatir el calentamiento global. También establece compromisos de financiación de parte de los países desarrollados para que aquellos en vías de desarrollo cumplan con sus contribuciones condicionales. De acuerdo a la evolución de las cifras de financiamiento verde de los últimos años, las finanzas sustentables llegaron para quedarse y Argentina deberá ponerse a tono de lo que sucede en numerosas latitudes del mundo.
Por otro lado, existe la posibilidad de que en el cortísimo plazo el MSCI decida darle un upgrade a Argentina, reintegrándolo al índice de mercados emergentes, luego de ocho años de ser considerado un mercado de frontera. De concretarse, representaría una excelente oportunidad para que los principales actores financieros de nuestro país comiencen a ofrecer activos financieros verdes a inversores que, a partir de 2018, podrán tener nuevamente a Argentina dentro del menú de emergentes. A esto se suma que, ese año, nuestro país estará en el centro de la escena internacional y recibirá la visita de presidentes y delegaciones de las principales economías del mundo, debido a que ejercerá la presidencia del G-20: Argentina estará frente a una gran oportunidad de ser protagonista de un roadshow a la inversa, para su mercado que necesita reverdecer, en más de un sentido.