Desde la presidencia del BCRA se adelantó que la estrategia oficial para 2026 apunta a acumular reservas a través de la cuenta financiera o de capital —no vía cuenta corriente— siguiendo experiencias similares a las de Chile y Brasil después de sus respectivos procesos de estabilización. En esos casos, la entrada de capitales y la normalización del financiamiento externo fueron claves para recomponer las reservas internacionales. La cuestión central es si ese camino es viable, al menos hoy, para la Argentina.

Al observar el balance cambiario del BCRA, la Formación de Activos Externos (FAE) —definida como “la compra de billetes y divisas del sector privado no financiero sin asignación específica”— continúa siendo el principal factor de salida dentro de la cuenta de capital.

En los primeros diez meses de 2025, luego de la apertura del cepo para personas físicas en abril, las compras de billetes y divisas por parte de residentes alcanzaron los u$s 29.929 millones, el nivel más alto desde la salida de la Convertibilidad. Sin una reducción significativa de la FAE, en una economía sin controles cambiarios, resulta difícil que la cuenta financiera aporte dólares netos al BCRA el próximo año.

La inversión extranjera directa (IED) y, en particular, los proyectos contemplados en el RIGI —el régimen especial para grandes inversiones— tampoco muestran señales de despegue. En 2024, la IED aportó apenas u$s 89 millones y, en los primeros diez meses de 2025, incluso exhibe un saldo negativo de u$s 1624 millones. Esta salida se explica, en parte, por el traspaso de empresas extranjeras a grupos locales.

En cuanto a la inversión de portafolio, se trata de un flujo altamente sensible al riesgo y a los cambios de régimen. Entre 2003 y 2015 prácticamente no generó ingresos netos, manteniéndose mayormente en terreno neutro o negativo. La única excepción relevante fue 2016–2017, cuando la normalización financiera, la eliminación de los controles cambiarios y el retorno al mercado internacional posibilitaron ingresos por más de u$s 12.000 millones antes de que la crisis de 2018 revirtiera esa tendencia.

Entre 2003 y 2015 prácticamente no generó ingresos netos, manteniéndose mayormente en terreno neutro o negativo.

Sin un cambio estructural en el riesgo país y en la estabilidad del esquema cambiario, es improbable que este canal vuelva a desempeñar un rol significativo como en aquella ventana excepcional.

Otro factor clave son los organismos internacionales, en especial el FMI. En 2024 y 2025 explicaron gran parte de los ingresos netos positivos de la cuenta financiera. Mientras que 2024 fue un año de pagos netos —con egresos cercanos a u$s 1100 millones—, en 2025 la dinámica se revirtió gracias a desembolsos extraordinarios que superaron los u$s 19.582 millones tras el acuerdo alcanzado en abril de ese año.

Sin embargo, los organismos ya anticiparon que el margen para nuevos desembolsos será más limitado y estará condicionado al cumplimiento de metas fiscales y monetarias y al avance de las reformas. En síntesis, si bien este tipo de financiamiento aún puede ser un apoyo relevante, difícilmente repita la magnitud observada en 2025. En consecuencia, la nueva administración necesitará que el resto de la cuenta financiera —empresas, inversiones y flujos privados— comience a funcionar sin depender de organismos internacionales.

El endeudamiento corporativo aportó de manera significativa en 2024 y 2025, con casi u$s 18.000 millones, principalmente de empresas de energía, minería, sectores exportadores y bancos con acceso a financiamiento internacional. Este flujo permitió compensar, en parte, la salida asociada a la FAE y la debilidad de la inversión de portafolio.

A pesar de ello, muchas de estas compañías ya completaron ciclos intensivos de endeudamiento —especialmente en proyectos como Vaca Muerta o la industria del litio—, por lo que en adelante deberán comenzar a repagar obligaciones con generación propia de divisas.

En resumen, la pregunta es si el Tesoro Nacional deberá incrementar su propio endeudamiento externo para que el BCRA pueda acumular reservas, especialmente si la FAE no se reduce y los flujos privados no mejoran. En un escenario menos optimista, la acumulación de reservas vía cuenta financiera en 2026 dependerá de la capacidad del Tesoro para colocar deuda neta en los mercados internacionales.

Si la salida privada de dólares no se modera, aun un mayor acceso al crédito corporativo o a organismos internacionales tendrá un impacto limitado.

La posibilidad de que el BCRA acumule reservas mediante la cuenta financiera en 2026 requiere, antes que nada, una disminución sustancial de la Formación de Activos Externos, el principal drenaje de divisas en 2024 y 2025. Si la salida privada de dólares no se modera, aun un mayor acceso al crédito corporativo o a organismos internacionales tendrá un impacto limitado. En ese caso, para fortalecer las reservas sería necesario incrementar el endeudamiento externo.

En pocas palabras: la estrategia del Banco Central no solo demanda más capitales que entren, sino, sobre todo, menos dólares que salgan.