

El Poder Ejecutivo hizo sentir por primera vez el cepo salarial, con la firme postura de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner y de los ministros Axel Kicillof y de Carlos Tomada que reafirman que los ajustes en torno del 22 al 25% son más que razonables conforme al actual curso de la economía y de los precios.
Algunos afirman que acuerdos en torno del 30 al 32% fueron ya oficialmente rechazados como viables, y como era de esperarse puso en estado de alerta a los dirigentes con prescindencia de la CGT a la que pertenecen. Irónicamente, el trago amargo del rechazo oficial se dio en vísperas del 1 de mayo, Día del Trabajo y de los Trabajadores, celebración que se vivió con especial frustración. Fueron ya
desautorizados públicamente con los reclamos de la CGT oficialista a la que adherían todos los sindicatos del Impuesto a las Ganancias, ahora lo serán denostados por las aspiraciones salariales de cada sector o actividad.Todos creían incluyendo sindicatos y empresarios en la fantasía de las paritarias libres cuando en rigor nunca lo fueron. Siempre hubo pautas divulgadas como un secreto a voces y siempre existieron porcentajes y aproximaciones generadas desde la cúpula del Poder Ejecutivo.
Lo que ocurría hasta ahora fue que los deseos de los Kirchner estaban alineados con las pretensiones sindicales en cuanto a la política de mejorar los ingresos de los que menos ganan, operatoria urdida desde el ajuste del Salario Mínimo Vital y Móvil varias veces superior a la inflación real, para instar a los gremios a colocar sus escalas por encima de mínimos que todos obviamente querían superar. Hoy la tendencia y las necesidades han cambiado dramáticamente para el Gobierno Nacional y se mantuvieron incólumes las aspiraciones sindicales en función del curso de los acontecimientos de los últimos diez años.
Hoy ambas posturas se contraponen, y en rigor, las necesidades de la política económica confrontan con los deseos y necesidades de los gremios con prescindencia del color político que ostenten, ya que se trata de limitar la esencia de las paritarias: la legítima aspiración de preservar el valor del salario y de mejorar la capacidad de ganancia.
Es más, en un proceso de desaceleración de la inflación sería contradictorio que los aumentos salariales fueren superiores a ella y por ende, un disparador o un activador predecible. En los años que transcurrieron con las llamadas paritarias libres nunca fueron estrictamente libres, y de hecho, el Gobierno siempre fijó una pauta, que ahora pone en juego uno de los factores que puede operar a favor de la caída de la inflación, y en cambio si se desborda, puede ser un motor de ella.
No se trata de una negociación a la baja sino que la misma es apropiada con el curso de la economía. No se trata de cuestionar el modelo de seudo- paritarias libres, que lo fueron con restricciones, dejando a los gremios que aumentaran su participación en el ingreso de los que menos ganaban en la década de los noventa. Con ello se detiene la oleada de reclamos desorbitados que llegaron al 35, 38 y 40% y en algunos casos al 42 y al 45%, guarismos que técnicamente serían viables en un escenario catástrofe de hiperinflación.
Hoy ni siquiera el techo del 30% resulta aceptable a los ojos del Gobierno Nacional, y cualquier desafío a estos términos será valorado como mínimo como un acto de irresponsabilidad.
La inflación pasada de los últimos doce meses arroja un 35% de incremento, en cambio, la inflación futura tomando la proyección de los índices recientes que están en declinación arrojan un 25% o menos. En efecto, según la postura de Miguel Bein, asesor de Daniel Scioli, si tomamos el pasado llegamos al 36%, si proyectamos el futuro del 2015 con tendencia declinante de los próximos meses podemos caer al 25% y hasta inclusive podríamos llegar a menos del 20% de inflación futura.
Otros analistas menos optimistas indican que la inflación de marzo arroja 1.9%, y la de abril fue de 1.8%, que si mantiene su tendencia la inflación del 2015 será diez puntos porcentuales menor que la del año 2014. O sea, 25/26% del 2015 contra 35/36% del 2014.
Como lo afirma Enrique Szewach, estamos experimentando un proceso muy volátil como para asegurar que el Gobierno no tome medidas contradictorias y ceda a la tentación electoralista de insuflar más dinero en la economía doméstica, con emisión de crédito a tasas bajas o subsidiadas, aumentos salariales en el sector privado y en el público, a los jubilados y a los que poseen planes sociales, en un contexto de emisión monetaria, déficit fiscal y desbordes del gasto público, y con ello vuelva a quebrar la tendencia bajista, impulsando nuevamente la inflación.
En alguna medida, una negociación más razonable y con porcentajes acordes con la actual tendencia bajista, sería un enorme favor para el futuro presidente, que encontraría un marco más amigable y no un país al borde del caos y la hiperinflación.
Cómo debería operarse la estrategia gubernamental después de haber dejado que los sindicatos, los propios y los ajenos hayan subido a un caballo tan alto, del que no se pueden bajar frente a los afiliados, a los trabajadores, a los observadores y a la sociedad en general. Por lo pronto, el cambio solo es posible si todos lo aceptan.













