Como esas películas largamente esperadas por sus fans, en la que se van filtrando quienes protagonizarán a cada personaje así como se conocen trailers oficiales y fragmentos que no lo son tanto, las elecciones en nuestro país son una sucesión de pequeños y grandes eventos que desembocarán finalmente en dos o eventualmente tres actos principales: las PASO, las elecciones generales y, en caso de ser necesario, el balotaje. Solo nos estarían faltando los fanáticos y el pochoclo. Ante cada suceso, por más pequeño o insignificante que sea, existe el deseo y la fantasía que nos adelantará el final de la película. Comunicadores, periodistas, analistas, salimos desesperados a interpretar su significado antes del avant premiere. Todavía no conocemos la trama pero ya queremos anunciar cómo será el final. Si en Neuquén pierde el MPN, la fuerza que gobernó durante los últimos sesenta años, entonces eso expresa que en toda la sociedad argentina anida una voluntad de cambio que se llevará por delante a todo el sistema político. Olvidamos que quien le ganó al MPN es un producto que tiene justamente la genética de aquella fuerza política y que, quizá, la sociedad neuquina quiera cambiar un poco pero no tanto. Solo unos días más tarde, si vemos que el peronismo y el radicalismo ganan cómodamente en provincias como la Rioja y Jujuy, entonces descubrimos que hay muchos lugares de la Argentina en que los políticos no son odiados, repudiados ni considerados una casta. Raudamente afirmamos que no hay tal voluntad de cambios en nuestro país, y nos preguntamos si el crecimiento de la Libertad Avanza no será un fiasco y si la gente no terminará votando lo conocido aún considerándolo un tanto decepcionante. El próximo domingo se vota en cinco provincias, alguna de ellas con un peso electoral significativo, y el día lunes gastaremos ríos de bytes en nuevas hipótesis. Lo primero que olvidamos es que, justamente, el objetivo de avezados líderes provinciales que separan las elecciones de sus territorios de las que tienen lugar a nivel nacional es desnacionalizar el comicio. Existe un consenso respecto a la idea de que la boleta de mayor categoría es la que termina imponiendo la dinámica del debate político. De hacerse las elecciones en forma conjunta, la suerte de los líderes provinciales estaría atada a la performance de sus partidos nacionales así como las chances de los partidos de alcance provincial estaría mucho más limitada. Algunas provincias incluso tienen previsto en su propia constitución que la elección sea en fecha separada de las nacionales para evitar ese efecto arrastre. ¿Entonces esto significa que nada de lo que pase en esta serie de elecciones locales tiene impacto sobre lo que sucederá en agosto y octubre a nivel nacional? En mi opinión lo más relevante pasa por las preguntas o interrogantes que disparan los resultados en las elecciones locales, que podrían estar adelantando algunos de los principales desafíos de las coaliciones que están hoy en la pole position para las presidenciales de acuerdo a todos los sondeos de opinión. ¿Cuál será el nivel real del voto peronista?¿Fragmenta la fuerza de Milei el voto opositor aumentando las chances electorales del oficialismo? ¿Podrá Juntos por el Cambio (JxC) mostrarse como la alternativa opositora más elegida con estos niveles de disputas internas? Sin duda el oficialismo tiene uno de los desafíos más complejos. Administrar las tensiones entre un gobierno que no logra resolver el tema que ocupa el primer lugar en las preocupaciones de los argentinos y la conformación de una coalición que pueda mantener competitividad electoral con la aspiración de ingresar al balotaje. La resolución de este tema no es sencilla, más cuando uno de los principales candidatos del espacio es el propio ministro de economía. Por otro lado, la principal figura electoral del espacio ha decidido no presentarse en este turno electoral. Sin embargo, es de esperar que Cristina Kirchner sea decisiva al momento de definir la estrategia electoral. El Frente de Todos, más allá de esta experiencia de gobierno, vuelve a encontrarse con los mismos dilemas que atraviesan al kirchnerismo desde el año 2015, aunque con un contexto diferente: encabeza la fórmula presidencial un candidato moderado con capacidad potencial de búsqueda de votos fuera del núcleo duro o la encabeza un candidato con clara genética kirchnerista. En las últimas elecciones, con el núcleo duro garantizado, la opción moderada no admitía dudas. En esta oportunidad, en la que los pisos electorales aparecen en discusión, es posible que sea necesario movilizar de manera excepcional a las bases para alcanzar al menos mínimos históricos en elecciones presidenciales. Esto último podría llevar a evaluar un cambio de estrategia, que de todas formas será difícil de ejecutar sin CFK en la cancha. En el caso de JxC sus principales problemas son de otra índole. La compleja experiencia de la presidencia 2015-2019 seguida luego por la declinación por parte del ex presidente Macri de disputar la candidatura presidencial en este turno ha dado lugar a la aparición de dos proyectos en pugna. Uno que encarna Horacio Rodríguez Larreta, que nuclea a los sectores más moderados del espacio, cuyo énfasis está puesto en la metodología de construcción de consensos que debe seguir adelante el nuevo gobierno para que la agenda de cambios sea duradera. El otro, liderado por Patricia Bulrich, pone el acento en la velocidad y profundidad de los cambios a realizar, y nuclea a los sectores más duros de la coalición. En esa tensión, y sobre todo en la forma que se administre, descansa parte de la suerte de la que, de acuerdo a los resultados de la última elección realizada en 2022, es la principal fuerza opositora. La estrella ascendente del firmamento electoral, es sin duda la que presenta mayores interrogantes al momento de los episodios provinciales. Candidaturas que no cumplen las expectativas, ausencias en elecciones relevantes, preguntas acerca de la pureza o no de los socios provinciales. Una candidatura como la de Javier Milei se ha construido en parte importante en base al rechazo que sus seguidores y votantes sienten respecto a la dirigencia política. Su legitimidad parte de un diálogo vía canales de comunicación diversos, redes sociales fundamentalmente, entre los ciudadanos y el candidato. La institucionalización del movimiento político libertario es uno de sus principales desafíos. Esto implica un despliegue territorial y el desarrollo de una estructura que le de presencia en todo el país. Esto no solo es necesario para acumular fuerzas electorales sino también pensando en un hipotético futuro gobierno y su capacidad de gestión. Como decía Peron, el rancho se hace de barro y bosta, pero hay que ver hasta donde los espacios políticos nuevos están dispuestos a tolerar esta realidad.