

Antenor Rosales no es un nombre que diga mucho a los argentinos. Pero el ex presidente del banco central de Nicaragua acaba de protagonizar su propio Redradazo. Rosales renunció en febrero a su cargo en rechazo a la decisión del presidente Daniel Ortega de utilizar las reservas internacionales para capitalizar el ALBA, el banco regional que creó la alianza bolivariana. La tentación por las reservas no es una debilidad argentina. Pero lo cierto es que este kirchnerismo de arcas menguantes que ha buscado avalar su voracidad en supuestas experiencias internacionales está acompañado en esta avanzada por los mismos sospechosos de siempre.
Es el caso de Evo Morales en Bolivia, que acaba de anunciar que se propone destinar un 10% de las reservas del banco central para crear el Fondo para la Revolución Industrial Productiva (FINPRO). No será la primera vez que echa mano a estos recursos. Es que en los seis últimos años, las reservas crecieron desde u$s 1.700 millones a u$s 12.400 millones alimentadas por el valor de las exportaciones de gas y minerales.
Hoy como nunca el país tiene un nivel de reservas que representa el 60% del PIB. La transferencia de estos recursos significaría que el Banco Central reduzca su patrimonio de u$s 1.500 millones a sólo u$s 300 millones. Además, se debe tomar en cuenta que estos activos tienen como contraparte pasivos, que para el caso de Bolivia son principalmente a depósitos del propio sector público (53%) que en cualquier momento podrían utilizarse, reduciendo aún más las reservas, le explicó a El Cronista Armando Méndez Morales, ex presidente del Banco Central de Bolivia.
La ley orgánica del Banco Central de Bolivia no le otorga autonomía sino autarquía. Además, la nueva constitución, aprobada por referéndum durante el gobierno del señor Morales, determina que es el Poder Ejecutivo el que determina los objetivos de la política monetaria. Explícitamente el Banco Central ha pasado a depender del Ejecutivo, agrega. Las reservas tienen por objeto su uso cuando el país enfrenta un shock externo que le signifique una reducción abrupta de divisas, lo cual puede impedir atender normalmente el financiamiento de las importaciones y el pago de obligaciones al exterior, aclara Méndez.
Zarpazo chavista
Pero es Hugo Chávez en Venezuela quien parece haber llevado al extremo una política que ya empieza a mostrar sus límites. Al cierre de 2011 las reservas operativas o líquidas en poder del banco central representaban u$s 5.586 millones, una caída de 82,6% respecto a 2008 y el monto más bajo desde 1997.
Si bien el año pasado Venezuela recibió u$s 88.131 millones, el grueso de los petrodólares fue a alimentar los fondos que el Ejecutivo maneja en forma discrecional, como el Fonden. Pero además el banco central está obligado a transferir parte de sus reservas a este instrumento. Desde el año 2005, el traspaso suma u$s 40.000 millones. Las reservas totales hoy representan u$s 27.500 millones pero con la particularidad de que el 65% son lingotes de oro.
El economista Miguel Santos, profesor del Instituto de Estudios Superiores de Administración (IESA), en Caracas, explica claramente la intrincada ruta de las divisas en el mundo chavista: PDVSA vende petróleo y entrega los dólares al banco central, que a su vez le da la contrapartida en bolívares. Pero he aquí que en 2004 el gobierno impuso al banco central el concepto de reservas excedentarias. Esto es, cada cierto tiempo, el gobierno le dice al banco central tienes reservas en exceso, pero en lugar de comprárselas (devolviendo los bolívares a las bóvedas del central, reduciendo el circulante, y manteniendo el respaldo a la moneda), le pide una transferencia unilateral, sin contrapartida, a cuentas que maneja el gobierno en el exterior, sobre las cuales no existen ningún mecanismo de rendición de cuentas, detalló a El Cronista.
Por ejemplo, desde 2006 hasta 2011, las reservas cayeron en plena bonanza u$s 13.000 millones, pero la moneda local en circulación creció en 540%. Esa es la consecuencia inmediata de abrir la puerta a este tipo de financiamiento, aunque el banco central procure engañar diciendo que ellos no están imprimiendo más bolívares, reconoce el especialista. En definitiva, tras la cortina de obligar al banco central a responder por el crecimiento, financiando al gobierno, lo que se encuentra es un esfuerzo por hacer las cuentas menos transparentes, por aumentar el control político de los recursos para afianzarse en el poder. No hay nada más, remata.
Ecuador es otro ejemplo extremo, donde la institución ha quedado completamente desdibujada. En el gobierno del Presidente Correa el banco central terminó su rol de independencia. El Directorio está conformado por los gerentes de otras instituciones públicas como son los bancos públicos, lo que significa total poder del gobierno, pues esos gerentes también son colocados por el Presidente, le contó a El Cronista Mauricio Pozo, ex ministro de Economía y Finanzas del país.
La economía ecuatoriana está dolarizada, lo que hace más limitada la función del Banco Central y el concepto de reservas también es diferente. Pero más allá de eso, el gobierno ha encontrado formas de usar la plata como fue retirar liquidez a cargo de la ganancia contable del oro por el incremento de su precio. Fue una ganancia sólo contable, no real, pero giraron contra esa ganancia y seguramente debitaron plata de los otros depositantes. También redujeron la tasa de interés que recibía el Banco Central por unos bonos emitidos por el Estado para darle más liquidez al gobierno, explica.
Roberto Villacreses Léon, analista del Instituto Ecuatoriano de Economía Política, apunta que para el 2008 las reservas sumaban alrededor de u$s 6.000 millones. A partir de ese año, u$s 2.700 millones fueron puestos a disposición de la Presidencia para hacer inversión social y reactivación económica, según palabras del propio presidente.
El peligro de la avanzada sobre los bancos centrales, por supuesto, no es un invento ni argentino ni bolivariano. Basta ver lo que sucede en este momento en Hungría, donde la Unión Europea debió salir en defensa de la autoridad monetaria y exigir que se revea una reforma que prometía arrasar con el último vestigio de independencia monetaria. O recordar que una de las primeras medidas que impulsó José Mujica en Uruguay y en la que pronto se quedó solo fue precisamente el uso de las reservas para financiar obras de infraestructura.
Los ejemplos están ahí. Son pocos y no son precisamente derroteros a emular. Hay espejos que son advertencias. Sólo hay que tener el coraje de mirarse.












