

Más allá de celebrar el día mundial del Ambiente la semana pasada, que fuera fijado por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 15 de diciembre del año 1972, utilicemos este día como día de reflexión.
Existe un desafío socio ambiental en el mundo entero: la necesidad de salir del modelo de desarrollo vigente hacia uno sustentable. Debemos encontrar la capacidad de conectarnos con las utopías del Siglo 21, la sustentabilidad como eje transversal y la inclusión social como objetivo. Los límites del modelo de desarrollo vigente son evidentes ya; pueden verse en cada persona que engrosa diariamente el índice de la pobreza, en cada bosque que se tala, en la contaminación del aire, del agua. Es necesario un cambio de paradigma.
Tenemos que resignificar el ideal del tener y reencontrarnos con el ideal del ser.
La contaminación es un subproducto de la riqueza y quienes la padecen son los más desprotegidos. Debemos encontrar el equilibrio y repensar el sistema de consumo en el que estamos inmersos.
Los pobres sufren más que nadie los daños ambientales; padecen en proporción abrumadora las enfermedades y muertes causadas por la contaminación; son las mayores víctimas de la degradación de la naturaleza; viven cerca de fábricas contaminantes, de enclaves con residuos tóxicos; sufren de modo extremo la desertificación y la deforestación, y soportarán de forma desproporcionada los efectos del calentamiento global y las devastadoras con secuencias del cambio climático.
La pobreza es la peor forma de contaminación, proclamó Indira Gandhi ante la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Humano en Estocolmo en 1972. Palabras cuya verdad no ha hecho sino corroborarse con el devenir de los años.
Tanto como la inequidad y la marginalidad, son problemas críticos que afectan nuestro país. No sólo se trata de carencia de recursos básicos, sino de un asunto complejo que implica violaciones a los derechos humanos e irrespeto permanente a la dignidad humana, aumentando la cantidad de fenómenos y formas de discriminación.
Ha comenzado un cambio en la sociedad, desde donde emerge un nuevo sujeto político: el que demanda protagonismo, posicionándose como esperanza frente a la crisis de valores que separa la ética de la política, y a la economía de la ecología.
Pero debemos ser responsables con este protagonismo. Opinar y debatir es síntoma de que la sociedad va madurando y ejerce su derecho a expresarse pero debemos hacerlo coherentemente con los hechos y con nuestra conducta. De nada sirven las críticas vacías, tomemos parte, seamos protagonistas desde la acción.
La sustentabilidad además de ambiental, económica y social, debe ser política y ética. Ese es el mayor desafío.
Estamos sacrificando los recursos de miles de años por las ganancias de unas pocas décadas.
Necesitamos un sistema ético para orientar nuestra técnica hacia el resultado de un mundo mejor para todos. Esto implica utilizar nuestra experiencia, integrarla a la acción.
Debemos concebir agendas de cambio, en lugar de simplemente ser oposición; lo que permite trabajar junto con otros actores sociales y políticos con los que no siempre se acuerda: es necesario que la sociedad establezca sus conquistas mediante una agenda social independiente.










