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Durante décadas, Europa fue protagonista de un fenómeno persistente: el retroceso de la religión organizada, en especial del cristianismo. La caída en la participación en misas, el cierre de seminarios y la pérdida de influencia social de la Iglesia parecían consolidar una tendencia irreversible.

Sin embargo, algo ha cambiado. En el corazón del catolicismo, el Vaticano celebra lo impensado: por primera vez en medio siglo, la curva descendente se ha detenido.

El dato no es menor. Mientras los Estados Unidos y buena parte de Europa occidental mostraban desde 1990 un crecimiento sostenido del secularismo, un reciente informe publicado por The Economist confirma que la proporción de jóvenes que se identifican con una fe está creciendo.

Esto ha generado una ola de entusiasmo entre los sectores eclesiásticos, que ven en este repunte el primer fruto de una transformación silenciosa. ¿Pero qué tienen que ver Francisco, León XIV y el controvertido legado de Benedicto XVI en este inesperado giro?

El verdadero giro: la fe dejó de perder terreno entre los jóvenes

La clave está en una combinación de persistencia institucional y renovación pastoral. El artículo mencionado señala que, tras décadas de auge del "no religion" -que pasó del 5% en 1990 al 30% en 2019 en los EE.UU.-, ese crecimiento se ha estabilizado.

Más aún: las nuevas generaciones en Occidente están comenzando a volver a la religión. Este dato, que se percibe tanto en encuestas como en la vida parroquial, ha sido recibido como un logro indirecto de las reformas impulsadas por los dos últimos papas.

Aunque Benedicto XVI intentó enfrentar la crisis litúrgica con gestos como el Summorum Pontificum, su pontificado quedó asociado al rigor doctrinal y al manejo fallido de los escándalos de abuso sexual. Ese "legado negativo" minó la confianza de millones de creyentes y aceleró el éxodo de fieles.

Festejos en el Vaticano | El Papa León XIV y Francisco lograron dar vuelta el peor legado de Benedicto XVI. (Imagen: archivo)

Francisco, por el contrario, se centró en una Iglesia misionera, abierta y social. Con su estilo directo, su lenguaje inclusivo y su cercanía con los marginados, el Papa argentino reconectó con generaciones alejadas del catolicismo institucional.

León XIV consolida el cambio: una Iglesia más popular y menos culpable

Pero es con la llegada de León XIV, el nuevo pontífice electo en mayo de 2025, que el Vaticano ha dado un paso más: interpretar el momento actual no como una excepción, sino como un punto de inflexión.

En sus primeras alocuciones, León ha evitado los tonos apocalípticos o defensivos. En su lugar, ha hablado de "resurrección social de la fe" y ha reivindicado la necesidad de una Iglesia "que no se avergüence de su mensaje".

Lejos de endurecer posiciones, ha reafirmado la línea pastoral de su antecesor. Ha mantenido la política de cero tolerancia a los abusos, pero ha abierto espacios de diálogo con sectores tradicionalistas sin renunciar a la inclusión.

Según analistas citados por The Economist, el crecimiento de la religiosidad entre los jóvenes en Occidente no responde a un simple regreso nostálgico, sino a una búsqueda de sentido, comunidad y estabilidad emocional frente a un mundo polarizado y volátil.

La estrategia detrás del renacimiento: menos dogmas, más vínculos

Uno de los aspectos que más destaca el informe es el cambio en el modo de "pertenecer religiosamente". Las nuevas generaciones no se afilian de modo automático ni por herencia familiar. Se vinculan desde la experiencia, el voluntariado, el acompañamiento. Es ahí donde la Iglesia católica ha sabido adaptarse.

Aunque Benedicto XVI intentó enfrentar la crisis litúrgica con gestos como el Summorum Pontificum, su pontificado quedó asociado al rigor doctrinal y al manejo fallido de los escándalos de abuso sexual. (Imagen: archivo)Fuente: AFPANDREAS SOLARO

Desde 2013, bajo Francisco, se multiplicaron los espacios de escucha, los sínodos territoriales y las iniciativas digitales de evangelización. La figura del cura de barrio reemplazó al teólogo distante. La pastoral digital, con transmisiones en redes y mensajes virales, también ha ganado terreno.

Ahora, con León XIV, se busca reforzar esa dinámica desde el corazón institucional. Ya no se habla tanto de salvar estructuras, sino de sostener vínculos. La misa, los sacramentos, la doctrina siguen vigentes, pero como herramientas para una vivencia compartida.

En este nuevo enfoque, la Iglesia no teme acercarse a los jóvenes, incluso si estos llegan con dudas, trayectorias fragmentadas o posiciones ideológicas diversas.

¿Qué queda del legado de Benedicto XVI en esta nueva etapa?

Aunque algunas de sus líneas doctrinales siguen influyendo en el ala conservadora del Vaticano, lo cierto es que el modelo eclesial que propuso Benedicto XVI se ha diluido.

Su insistencia en la ortodoxia, su aislamiento intelectual y su desconexión con las urgencias sociales dejaron poco margen para afrontar la crisis de secularización. El contraste con Francisco fue total. Y León XIV, aunque más tradicional en su estética litúrgica, no ha reivindicado su figura.

Lo que sí ha hecho, es cerrar con inteligencia el capítulo abierto por Benedicto. En lugar de confrontar, ha consolidado una continuidad pastoral que privilegia el contacto con el pueblo, la sinodalidad y la escucha. Esto ha devuelto estabilidad y, en parte, explicación al fenómeno de la vuelta a la fe: la religión dejó de retroceder porque la Iglesia dejó de hablarse a sí misma.