En esta noticia

En la provincia de Buenos Aires, lejos del ritmo vertiginoso de la ciudad, sobreviven rincones donde la cocina casera, el trato familiar y la tradición siguen siendo ley. Los bodegones, esos templos gastronómicos de antaño, ofrecen mucho más que comida: son espacios de encuentro, historias compartidas y pausas necesarias.

Allí, la gente se reúne con tiempo y sin prisa. Mira cómo se prepara el menú, charla con los anfitriones, ríe con amigos y disfruta en familia. Por supuesto, las anécdotas del lugar y de su gente nunca faltan: cada bodegón tiene siempre una silla más para el visitante.

Algunos de estos sitios son más acogedores, con asientos limitados, y las reservas se vuelven imprescindibles desde comienzos de semana para asegurar un lugar el fin de semana. En ellos, las entradas: fiambres, empanadas de carne frita o un buen aperitivo, dan inicio a una experiencia que puede extenderse con almuerzos abundantes, meriendas y, en ciertos casos, cenas acompañadas de algún espectáculo musical, según la propuesta de cada lugar.

Lo cierto es que la provincia también crece en este rubro. Aunque la migración del campo a la ciudad marcó una época, hoy son muchas las familias que vuelven a apostar por emprendimientos gastronómicosen zonas rurales. Es el caso de El Nuevo Recreo en Las Marianas, partido de Navarro.

En este contexto, estos cinco bodegones rurales invitan a una escapada diferente, donde el paladar y la historia se cruzan en cada plato.

Bodegones de campo: uno por uno los más elegidos

El Bodegón de Alejandro (Mercedes)

A solo 100 kilómetros del Obelisco, este clásico de Mercedes es célebre por su milanesa a la napolitana, que ocupa todo el plato. Las paredes están tapizadas con fotos de vecinos y artistas que pasaron por allí. También se destacan la tortilla babé y el tradicional flan mixto.

Lo de Cata (San Antonio de Areco)

En el corazón del pueblo más criollo de la provincia, este bodegón se luce con empanadas fritas y carnes al horno de barro. Atendido por sus dueños, ofrece una carta breve pero contundente, ideal para almorzar luego de recorrer el casco histórico.

El Viejo Almacén (Ramallo)

Con vista al río Paraná, este bodegón combina paisaje y sabor. Su especialidad son los pescados de río, como el surubí y la boga a la parrilla. El ambiente rústico y el mobiliario antiguo completan una experiencia que remite al pasado.

Don Juan (Chascomús)

Ubicado en una esquina tradicional de Chascomús, a poco más de una hora de CABA, ofrece guisos, pucheros y pastas caseras. El vermut de la casa y las picadas con fiambres regionales son ideales para compartir una tarde relajada.

La Pulpería del Negro (San Miguel del Monte)

A dos horas del Obelisco, esta antigua pulpería reconvertida conserva la impronta gaucha en cada rincón. Se destaca por su asado con cuero, la cazuela de mondongo y el pan casero recién horneado. La atención cálida completa la experiencia rural.

Turismo gastronómico: un viaje por sabores e historias rurales

Estos cinco bodegones no solo ofrecen buena comida: invitan a un viaje sensorial por la historia de la provincia. Cada uno, con su estilo y esencia, mantiene viva la tradición de comer sabroso, abundante y sin apuro.

Además de disfrutar la mesa, cada visita es una oportunidad para descubrir un pueblo, una costumbre y una forma distinta de conectar con lo simple. Muchos de estos destinos son ideales para escapadas de fin de semana o circuitos gastronómicos.

La provincia de Buenos Aires está repleta de tesoros como estos. Aunque el turismo suele concentrarse en grandes ciudades o la costa, los bodegones rurales son una excusa perfecta para recorrer caminos menos transitados. Con precios razonables, platos que emocionan y una mística única, estos lugares donde historia y paladar se encuentran siguen resistiendo en medio del campo bonaerense.