Fue la primera en ventilar públicamente el sueño de una Cristina eterna con el que empezaron a fantasear los sectores del ala más dura del kirchnerismo cuando ni siquiera se había iniciado el conteo de votos de la elección que consagró a Cristina Kirchner como presidenta reelecta de la Argentina en octubre de 2011. Y también la primera en admitir que no hay plan B al que echar mano, en el caso de que el Gobierno no consiga, como pretende, las mayorías parlamentarias que necesita para reformar la Constitución Nacional en pos de hacer realidad su anhelo de eternizar a CFK en el poder. Diana Beatriz Conti, actual diputada por el Frente para la Victoria-PJ, una dirigente con pasado político ecléctico y un largo historial de frases polémicas capaces de conmover la escena política, ingresó cómodamente este año al podio de los más fieles soldados de la causa nacional y popular kirchnerista. A tal punto, que la legisladora no dudó en llevar al paroxismo su obediencia sin límites al Gobierno nacional, una costumbre que le valió en varias ocasiones ser eje de la polémica política de turno. Como hace apenas un mes, cuando volvió a llevar la voz cantante de los planes reeleccionistas del oficialismo, al introducir el término alternancia boba, en una sorprendente y maniquea interpretación de una de las bases de la democracia, todo sea, claro, para promover una reforma de la Carta Magna que habilite un nuevo mandato de la actual presidenta. La alternancia por la alternancia misma, boba y obligatoria, es ridícula. Mi idea, mi sueño, está en que los electores no seamos obligados a elegir por alguien que no concita interés alguno cuando hay una estadista rigiendo los destinos de la Nación, disparó, sin anestesia, para justificar la aspiración kirchnerista de permanecer en el poder.
Días atrás, volvió a dar la nota en otra mise-en-scène de su lealtad inquebrantable a la Casa Rosada. Embistió contra Daniel Scioli, enemigo íntimo del proyecto reeleccionista de los K, a quien definió como una persona asequible al establishment y transaccional, al conjeturar que bajo una hipotética Presidencia del gobernador, la ley de Medios no hubiese prosperado
Provocadora nata, La negra, como la llaman sus íntimos, también dio muestras de su firme alineamiento kirchnerista cuando le tocó defender el estado patrimonial de los K, allá por 2010, en tiempos en que el escándalo por el aumento desproporcionado de la fortuna de la pareja gobernante saltaba a la primera plana de los diarios. Yo soy oficialista y mi rol es defender a un oficialismo que está siendo revolucionario en este país (...). Hay que tener un patrimonio muy grande, una vida ya hecha, saldada, que tus hijos y nietos no te van a poder reprochar por tu actividad política, peleándote con el establishment, llegó a afirmar por aquellos días. Los creo honestos, no son corruptos (...) tuvieron plata, tienen plata, no se enriquecieron con la función pública. Ser rico no es un delito, abundó en el programa televisivo, Le doy mi palabra, del periodista Alfredo Leuco. Pero eso no fue todo. En la misma emisión de TV, se despachó con una inesperada defensa del stalinismo que dejó atónitos a los periodistas del programa. Sí, soy stalinista, defiendo a Stalin y puede decirlo que lo firma Diana Conti..., le espetó en la cara, al borde del sincericidio, a un azorado Pepe Eliaschev.
Sus inicios y la militancia en el Frepaso
Pero más allá de la fe política que hoy profesa, la historia política de Conti se inició mucho antes de la llegada de los K al poder.
Nacida en el seno de una familia de clase media hace 56 años y criada en el barrio porteño de Nuñez, Diana estudió Derecho y Psicología Social y militó en su juventud en el maoísta Partido Comunista Revolucionario (PCR). En los 90, se sumó a las filas del Frepaso y se convirtió en funcionaria aliancista, al hacerse cargo de la subsecretaría de Derechos Humanos durante la gestión del ex presidente Fernando de la Rúa. Recaló en ese cargo apadrinada por el entonces vicepresidente Carlos Chacho lvarez. Ya por aquellos años, Conti cultivaba una buena relación con los organismos de derechos humanos a quienes, en 1997, como diputada electa por la provincia de Buenos Aires en la boleta que encabezó Graciela Fernández Meijide, había acompañado en el proyecto de derogación de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final. Durante la dictadura militar, trabajó con el CELS en la reconstrucción de la jurisprudencia destruida por el Proceso, hasta que, en 1983, ingresó como secretaria en un juzgado correccional.
En la presidencia de Eduardo Duhalde, Conti fue subsecretaria para la Reforma Institucional y Fortalecimiento de la Democracia, dependiente de la Jefatura de Gabinete de Ministros, a cargo de Jorge Capitanich.
La actual legisladora ultra-kirchnerista, como ella misma se define sin pudores, hizo pie en el Congreso como diputada en los tardíos 90 y, en julio de 2002, accedió a una banca de senadora para completar el mandato de Raúl Alfonsín. Luego, fue electa dos veces como diputada por el FPV.
Antes de convertirse al kirchnerismo como muchos de sus compañeros de ruta frepasista, protagonizó una memorable escaramuza con Cristina Kirchner en el Congreso, pelea que quienes la quieren poco hoy recuerdan con una gran carga de ironía. Señora senadora, usted no es la única fiscal de este cuerpo, le gritó en pleno recinto a la entonces senadora y futura primera dama mientras se debatía si el dirigente gastronómico Luis Barrionuevo debía ser expulsado del Senado por su responsabilidad en los incidentes que terminaron con la suspensión de las elecciones en Catamarca. Corría marzo de 2003 y Conti votaba en contra de la destitución de Barrionuevo que impulsaba la esposa del entonces candidato presidencial, Néstor Kirchner.
Pero ese incidente quedaría luego en el olvido. Soy híperkirchnerista. Néstor y Cristina, con quien ahora me llevo bien, me sedujeron convictivamente (sic). Este gobierno está llevando adelante la mayoría de las banderas del Frepaso, que quedaron truncas con la Alianza, dijo después, para justificar su pase político.
En 2005, fue protagonista de un escándalo con derivaciones judiciales cuando su ex asesor, Bruno Bimbi, la denunció por haberse quedado con parte de su salario, una causa en la que finalmente quedó sobreseída este año. También su ex marido, Enrique Dratman, tuvo problemas judiciales cuando se lo mencionó en la causa de la mafia de los medicamentos, que presuntamente habría aportado al financiamiento de la campaña que llevó a Cristina a la Presidencia en 2007.
Desde ese año hasta 2010, Conti integró el Consejo de la Magistratura, donde defendió a capa y espada todas las reformas que el Ejecutivo impulsó en la Justicia.
Fiel a su estilo, días atrás y en sintonía con el llamado de la Presidenta a democratizar la Justicia, una proclama que tiene como telón de fondo la embestida oficial contra ese poder del Estado como derivación política de la ley de Medios y el caso Marita Verón, Conti se pronunció a favor de elegir a los jueces por el voto popular, una idea que fue rechazada de plano por el juez de la Corte, Eugenio Zaffaroni. Conti mantiene un aceitado vínculo con el magistrado. Además de un pasado frepasista común, fue secretaria de la Cámara del Crimen, integrada entre otros por el jurista en los 80.
Este 2012 que se va, Conti también se destacó en el Congreso por ser impulsora del proyecto, aprobado en setiembre pasado, para transferir los fondos judiciales del Banco Ciudad al Banco Nación. Pero, sin duda, el visible entusiasmo con el que defendió -y defiende- una eventual re-re de Cristina, un sueño al que el kirchnerismo de paladar negro está por ahora lejos de renunciar, la ubicó este año en el centro de la escena. En 2013, el Gobierno apunta a dar un nuevo batacazo en las urnas que abra la posibilidad de una reforma de la Constitución para habilitar otro mandato de Cristina. Y allí estará Conti, claro, lista para dar la batalla por la superviviencia del proyecto nac&pop. z we