No es casualidad que Maururu ("gracias") sea la palabra que más fácil y rápidamente se aprende estando en la Polinesia. A pesar de la barrera idiomática, la simpatía y buena predisposición de la gente hace que uno se sienta totalmente relajado, pudiendo disfrutar de lo que se llama "unas verdaderas vacaciones".
El tan mentado sueño de visitar algún lugar en el mundo que tenga playas solitarias, arena blanca como la sal y agua tibia y cristalina es posible. Existe un sitio donde es factible gozar del mar sin pelearse con las olas, bucear entre peces de colores, nadar con delfines y tener un guardaropas compuesto sólo por algunos trajes de baño y un par de pareos.
Aquí, cuatro puntos claves para entender a este destino único.
Mil posibilidades,
además de tomar sol
Uno de los prejuicios más comunes que existen cuando se piensa en Polinesia es que allí no hay nada más que hacer que tomar sol. Nada más alejado de eso. Los hoteles están totalmente preparados para el entretenimiento del pasajero, ofreciendo opciones amplias y variadas. Por ejemplo, safaris en vehículos 4x4 que recorren caminos de frondosa vegetación llegando a puntos panorámicos excepcionales y sitios arqueológicos de gran interés. También hay vuelos en helicóptero, paseos a caballo, cruceros al atardecer, excitantes experiencias de alimentar tiburones y nadar entre rayas y delfines. Aparte, es posible disfrutar de todos los deportes acuáticos y entretenimientos nocturnos, como shows en vivo de danzas folklóricas tradicionales.
¿Y los niños?
Pensar que Polinesia es un destino exclusivo para parejas es erróneo. Siempre hay actividades organizadas para niños. Además, la tranquilidad y transparencia del agua hace que los chicos puedan nadar entre peces de colores sin tener que alejarse demasiado de la costa. Es así que ellos pasan horas en el agua jugando y alimentando con "migas de pan" a los peces que, curiosos, se acercan a sus manos buscando una recompensa.
¿Es cara la vida en las islas?
Contrariamente a los que muchos creen, las islas no son un sueño accesible sólo para millonarios. Existen hoteles lujosos, pero también los hay de nivel medio y económico. Un consejo: para quienes opten por una hotelería de lujo deben tomar la opción de media pensión desde Buenos Aires, ya que tanto en Moorea, Bora Bora, Rangiroa y Huahine casi no existe la posibilidad de cenar en otro lugar que no sea el hotel, debido a que estas islas no tienen pueblo. Comer a la carta en los hoteles puede resultar bastante caro.
Para aquellos que tienen un presupuesto más ajustado hay opciones como el Club Med que, teniendo una infraestructura hotelera más sencilla, ofrece pensión completa y esto resuelve el tema de los gastos extras.
¿Qué se puede comprar
en las islas?
Seguramente, quien visite Polinesia no dejará de hacer algunas compras, como por ejemplo un famoso Monoi, un bronceador fabricado artesanalmente en Polinesia a base de aceite de coco perfumado. Igual de atractivas son las perlas negras. Los pareos, que presentan la vestimenta local para hombres y mujeres, son también otro de los souvenir más tradicionales de las islas.
Se recomienda a quienes quieran hacer compras a buenos precios dirigirse al Mercado Municipal de Tahiti. El resto de las islas ofrece los mismos productos más caros. z we