El ideólogo del materialismo dialéctico, Carlos Marx, teorizó acerca de la circularidad de la historia, señalando que los hechos que originalmente se presentan como tragedia se repiten como comedia. Lo que no imaginó fue que uno de sus futuros discípulos protagonizaría este derrotero. El solo hecho de invocar a la figura de Mosconi para justificar una intervención por los errores de la propia política energética es suficientemente elocuente para representar esta parábola histórica.
Según reza en una de sus citas centrales el Informe Mosconi, atribuido con exclusividad al viceministro de Economía y el Ministro de Planificación, en el que se justifica la expropiación: "La desvinculación de la evolución de los precios internos de los hidrocarburos de su paridad a nivel internacional llevó, bajo la conducción de Repsol, en un contexto de precios mundiales crecientes, al paulatino abandono de las actividades de exploración y explotación por parte de YPF".
La parodia de la historia original en la que el Ingeniero Coronel Mosconi recibió el mandato, del presidente Irigoyen, de conformar una empresa nacional eficiente, en épocas de una Argentina pujante que ocupaba un lugar de privilegio entre las 10 economías más prósperas del mundo, contrasta con esta Argentina que si bien se ha posicionado en el podio de los países con mayor crecimiento en la última década, no ha logrado crear condiciones para un desarrollo económico sustentable, y asombra al mundo por un nuevo ciclo de fragilidad económico-institucional, desandando el camino del autoabastecimiento energético heredado de otra figura emblemática de otra época de esplendor de YPF, el Ingeniero José Estenssoro. La gestión de Galuccio, que todavía no cumple el año como la expropiación, ha naufragado en la ambigüedad de señales contradictorias, principalmente porque la desvinculación de los precios locales a los internacionales, identificada como causal de la desinversión, se sigue manteniendo. Aunque probablemente el reciente congelamiento "sui generis" derive en una más rápida alineación de precios respecto a los costos económicos, en una nueva jugada magistral del Secretario de Comercio, que no deja de despistarnos al conseguir lo contrario de lo que siempre se propone como objetivo. En el camino hasta la cabeza del propio Galuccio puede llegar a rodar, eso sí, todo después de Octubre.
Dejando de lado comparaciones engañosas, el desempeño del 2º semestre del 2012 contra igual período del año anterior muestra un retroceso en todos los indicadores: niveles de extracción de gas y petróleo, procesamiento de petróleo, número de pozos perforados, etc. Naturalmente los resultados financieros han sido peores que los del año anterior. Justificaciones siempre habrá. Para eso seguramente Galuccio cuenta con un buen staff de contadores y economistas.
No obstante, el gran problema que tiene YPF es que pertenece a un Estado que no ha cumplido con las normas básicas de cualquier expropiación: fijar el valor del activo expropiado y pagar o cobrar lo que indiquen los auditores independientes. Y éste es uno de los escollos que condiciona el ingreso de nuevos inversores pues la caja de la compañía no alcanza ni para los objetivos menos osados. La razón es simple. Un modelo populista con alta inflación erosiona la competitividad secularmente. Cada pozo petrolero cuesta más del doble de perforar en Argentina respecto a los EE.UU. y además, los inversores no tienen certeza de poder disponer del fruto de la inversión.
Como ya todos conocen el libreto marxista, en el que los medios de producción terminan en poder del Estado, parece que escasean los filántropos que quieran contribuir al objetivo de autoabastecimiento que quiso establecer el Gobierno. El problema no es el objetivo sino los instrumentos elegidos para lograrlo, en particular bajo la consigna del "Vamos por todo". z we