Pharos era el nombre de una isla en la desembocadura del río Nilo, al este de la ciudad de Alejandría, en Egipto. Allí se emplazaba una torre con estructura de mármol blanco que señalaba la entrada al puerto, que con su poderoso fuego y humo podía ser visto desde una distancia de más de 50 kilómetros. Esta construcción, conocida como "el faro de Alexandria", supo ser una de las siete maravillas de mundo antiguo, pero fue destruida por un terremoto en el siglo XIII. A través de su simbolismo y legado, los griegos adoptaron el nombre de pharos para denominar lo que hoy en día conocemos como una estructura distintiva sobre una costa que presenta una luz principal destinada a servir de ayuda a la navegación. En latín se los llamó pharus.

Desde aquella señal luminosa, los faros han causado respeto, admiración, alerta, romanticismo y compañía a todos aquellos que necesitaron una guía durante la noche en medio de las distintas aguas de mundo. Los faros fueron, son y serán almas solitarias enclavadas en paisajes recónditos que los navegantes han aprendido a identificar e individualizar; son esos centinelas que velan por la seguridad, a la distancia y en silencio. Aunque claro, también atraen la atención delos turistas.

La dinámica es la siguiente: 15 minutos después de la puesta del sol, la luz de los faros es encendida y cubre el horizonte. Aun con los grandes avances de posicionamiento global que tenemos hoy en día, los faros siguen confirmando que la tierra esta ahí.

En la Argentina, el faro más antiguo es el San Juan de Salvamento, en la isla de los Estados, más conocido como "el faro del fin del mundo", en quien se inspirara Julio Verne para escribir su libro de principios de siglo XX. Sin embargo, conocer las características de cada faro es como hacerse amigo de él; visitarlo es pasar a ser parte de su historia y, por ende, todos ellos son especiales.

Una luz en la costa

El faro de Punta Mogotes, en la ciudad balnearia de Mar del Plata, se encuentra al sur de Punta Cantera, y nos alerta del promontorio de la zona de Tandil que se extiende por la provincia de Buenos Aires e ingresa al mar a la altura de Mar del Plata. Asimismo, el área donde está situado tiene pequeños cerros aplanados sin punta que también se adentran en el mar y se los llama "mogotes", de ahí surge el nombre de Punta Mogotes.

Fue construido en Francia por el estudio de los arquitectos Barbier, Bernard y Turenne, quienes también diseñaron los faros de Punta Médanos, Recalada y Monte Hermoso. Su inauguración fue el 5 de agosto de 1891, e inicialmente ocupó una superficie de una hectárea donada al gobierno por Jacinto Peralta Ramos. En 1918 y por decreto del Gobierno nacional se acepto la donación de otras tres hectáreas linderas al recinto, y con el correr de los años la familia Peralta Ramos continuó donando terrenos linderos para que la zona en que se emplazaba el faro y sus delegaciones se pudiera ampliar.

El faro es una torre troncocónica de 35,5 metros, con franjas horizontales blancas y rojas, una garita y una casa habitación al pie. En el balcón se colocó un equipo de emergencia a gas (usado cuando falta energía eléctrica), que mantiene su característica luminosidad, pero cuyo alcance disminuye de 20 millas a 12,5. Para llegar a la parte más alta de la torre se debe recorrer una escalera del tipo caracol con 154 escalones. La estructura de chapas de hierro fue traída al país desarmada y se ensambló en 1890 por la empresa del constructor Pedro Besozzi. La garita es vidriada y su iluminación esta compuesta de cuatro paneles con ocho lámparas cada uno de 230 W, dos paneles están encendidos y dos en reserva, con un alcance de 45 kilómetros. La frecuencia de los destellos es de 1,5 segundos y 17,5 segundos de eclipse.

Gracias a los adelantos técnicos, en el año 1934 se transformó en el primer radiofaro de nuestro país, es decir, un equipo que emite una señal de radio de baja frecuencia que a su vez es captada por el navegante a 150 millas de la costa. La mayoría de los barcos grandes están dotados de radiogoniómetros que permiten recibir la onda de los barcos, determinar la dirección de la cual proviene, y luego, mediante la carta de navegación, se comprueba a qué distancia de la costa están ubicados.

Además, dentro de las instalaciones del faro se encuentra una Sala Histórica concebida a manera de reconocimiento por el Servicio de Hidrografía Naval, y desde enero de 1969, funciona junto a él la escuela de Suboficiales de Infantería de Marina.

El hombre detrás del faro

Fernando Müller, alias "el capitán del faro", fue la persona más ligada de este coloso de hierro. Era un hombre que había alcanzado una gran popularidad no sólo entre los marplatenses sino entre los turistas, ya que recibía a los visitantes del faro vestido de traje con levita gris y una flor en el ojal. Con su original personalidad, el Capitán había logrado aportar una nota pintoresca y algo misteriosa a la construcción en los comienzos del siglo XX.

El viejecito era un hombre educado, correcto y afable y muy prolijo en el cumplimiento de las reglas de cortesía, y supo ser el jefe del faro durante un cuarto de siglo. Se cuenta que pocas cosas eran tan simpáticas como oírlo relatar las aventuras de su vida, conocidas dentro y fuera del balneario. El cumplimiento del deber acortó su vida. Encontrándose enfermo, fue informado de que llegaría al faro su reemplazante. Su dolencia se agudizó y Müller falleció muy pobre y enfermo en los últimos días de diciembre de 1917.

Historias como la del Capitán Müller y otros vigías y amantes del mar le dan vida a estos colosos que estarán ahí, distantes pero cercanos, por siempre. z we