La decisión de la Unión Europea (UE) de cuestionar en la Organización Mundial de Comercio (OMC) los programas brasileños de apoyo a la industria instalada en el país solamente perjudicará las negociaciones de libre comercio entre el bloque europeo y el Mercosur si el gobierno brasileño quiere.
Las críticas de los europeos a los programas de Brasil, especialmente al Innovar-Auto, son antiguas y nunca fueron mencionadas por los diplomáticos de la Unión Europea en la mesa de negociación comercial, incluso porque sería el lugar equivocado para hacerlo. Pero si decidera aplicar represalias abriendo una guerra comercial contra los europeos, Brasil estaría dando una indeseable demostración de inmadurez.
En 2004, antes del impase en las negociaciones UE-Mercosur por otros motivos, Brasil había cuestionado al bloque europeo en la OMC por sus subsidios al azúcar y las barreras indebidas al pollo salado. Los europeos trataron el litigio como una disputa técnica, que nada tenía que ver con la negociación para la liberalización comercial.
De hecho, es extraño el timing esta vez, que hace coincidir la disputa en la OMC con la demora europea en engancharse en la discusión de libre comercio. Pero una reacción emocional de la parte brasileña solo interesa a quien no quiere el acuerdo. Y Brasil lo quiere.
Lo más extraño en el cuestionamiento al Innovar-Auto es que el actual régimen automotriz favorece a empresas europeas instaladas en Brasil, protegidas por el programa contra importados más baratos, especialmente los chinos. Quedaron fuera solamente algunas automotrices.
Las de autos de lujo, como Audi, fueron las que más se quejaron; y el gobierno imaginó que había comprado el apoyo de los descontentos creando cuotas de importación y facilitando la instalación de fábricas estilo CKD, de armado de autos, con plazos más flexibles para la nacionalización de las líneas de montaje.
De acuerdo a las reglas de la OMC, una vez pagado el impuesto de importación, no puede discriminarse el producto importado a la hora de pagar tributos. Punto. Cobrar alícuotas del Impuesto sobre Productos Industrializados (IPI) diferentes para un auto importado o uno que cumpla etapas de fabricación en Brasil viola esas reglas, y los diplomáticos brasileños tendrán un duro trabajo por delante para mostrar que una cosas es una cosa y otra cosas es otra cosa.