El año 2013 promete no confirmar el record de ventas que se esperaba para la industria. Aunque se caracterizó por la profusión de nuevos proyectos lanzados por las automotrices instaladas o que están llegando a Brasil. En total, las inversiones anunciadas durante el año sumaron R$ 5.200 millones, entre proyectos de nuevas líneas de producción y la llegada de marcas de automóviles que hoy se importan, como las del segmento premium Mercedes-Benz, Audi y Jaguar Land Rover.

El arribo de esas fábricas es una victoria para los planes del gobierno de atraer inversiones y reducir el desfasaje tecnológico de los autos producidos en el país a través de un régimen automotriz que restringe la entrada de importados. Además, aumenta el riesgo de exceso de capacidad de la industria, en un momento en que la demanda por automóviles pierde vigor.

Los proyectos anunciados en 2013 agregaron una capacidad de producción anual de 230.000 autos, además de otros 31.000 camiones de dos fábricas que levantarán las empresas chinas Foton y Shacman en Rio Grande do Sul y San Pablo, respectivamente. Incluyen una nueva línea de motores, que confirmó el mes pasado la china Chery, con inversiones adicionales de u$s 130 millones en San Pablo. En la ciudad, la marca construye una fábrica de compactos.

Pocas veces, el país tuvo tantas inversiones confirmadas en un espacio tan corto de tiempo en el sector. Tres de esos proyectos -de Audi, Mercedes-Benz y Volkswagen, en la nacionalización de la nueva generación de Golf- fueron anunciados en un intervalo de 17 días entre finales de septiembre e inicios de octubre.

Otros no llegaron al gobierno federal, pero firmaron protocolo de intenciones con los estados, como el plan de la poco conocida Amsia Motors, automotriz de capital árabe que invertirá hasta R$ 1.000 millones en una fábrica en Sergipe. Lo mismo sucede con Jaguar Land Rover, que cerró la ronda de nuevas fábricas de este año, al anunciar, a comienzos de este mes, que construirá la suya en Itatiaia, en el sur de Rio de Janeiro. Las inversiones de la marca británica en su primera operación fabril en las Américas rondan los R$ 750 millones.

Antes, en agosto, Honda decidió duplicar su capacidad de producción de automóviles en Brasil con la construcción de una fábrica en Itirapina, en el estado de San Pablo. A finales del mes pasado, el jefe global de la automotriz japonesa, Takanobu Ito, llegó al país para presentar el proyecto a la presidenta Dilma Rousseff y confirmó que Honda armará la nueva generación del compacto Fit en el lugar.

Aunque las ventas de vehículos en Brasil caminan a cerrar 2013 con la primera caída en diez años, las perspectivas aún son optimistas a largo plazo. El nivel de motorización relativamente bajo de la población brasileña -inferior, por ejemplo, al de países como Argentina y México-es el principal indicador de que todavía existe espacio para que avance el consumo, principalmente en el interior del país.

Las inversiones confirmadas en 2013 se suman a proyectos que estaban en curso desde el año pasado, como las fábricas de BMW en Araquari (Santa Catarina), de Nissan en Resende (Rio de Janeiro) y de la propia Chery en Jacareí -todas con inauguraciones previstas hasta finales de 2014. Otras automotrices subieron la programación de inversiones en Brasil para hacer frente a las nuevas demandas del nuevo régimen automotriz -que les pide mejoras en la tecnología de los autos-y llevar adelante proyectos que se habían anunciado.

Fiat, por ejemplo, anunció en mayo que invertirá R$ 15.000 millones en Brasil entre 2013 y 2016, lo que incluye la construcción de su fábrica en Pernambuco, cuyo inicio de operaciones está previsto para 2015.

En total, las inversiones de la industria automotriz previstas para 2017 superan los R$ 75.000 millones, de acuerdo con un relevamiento de Anfavea, la entidad que representa a las automotrices instaladas en Brasil. Lo que muestra que el país está claramente en el centro de las estrategias de expansión de las grandes automotrices del mundo, pero también genera recelo con respecto al potencial del mercado para absorber toda esa capacidad que entrará en operación en los próximos años.

Según Anfavea, la capacidad de producción de la industria subirá, después de esas inversiones, de 4,5 millones a 5,8 millones de vehículos hasta 2017, cerca de un millón de unidades más que el consumo proyectado. Colmar esa capacidad exigirá que las automotrices dupliquen las exportaciones, lo que muchos creen poco probable. De acuerdo a las cuentas de Ford, la industria tendrá un exceso de capacidad cercano a 40% en el plazo de cuatro años.