El sueño de trabajar en una de las compañías tecnológicas más influyentes del mundo no siempre viene acompañado de estabilidad. Ese fue el caso de Kento Morita, un joven entusiasta que vio en Google la oportunidad profesional que había estado esperando.
Sin embargo, el alto costo de vida en California transformó su experiencia en una historia tan sorprendente como reveladora: tuvo que vivir en su auto durante tres meses para poder conservar su nuevo empleo.
Un trabajo deseado, un alquiler imposible
En 2019, Morita consiguió una entrevista con Google y aceptó un puesto en la sede principal de Mountain View. Pero había un problema: ya pagaba un alquiler en Santa Bárbara que no podía cancelar de inmediato. Le restaban cuatro meses de contrato y, según contó a Business Insider, el precio promedio de un departamento de una habitación en San Francisco rondaba los 3.600 dólares mensuales.
La ecuación era simple: no podía afrontar dos alquileres al mismo tiempo. Ante esa realidad, tomó una decisión extrema: se quedaría con el empleo y viviría en su vehículo.
La empresa contaba con beneficios que, en su caso, se convirtieron en herramientas de supervivencia: comida gratis, gimnasio, duchas, áreas de descanso e incluso lavandería.
Morita, que en ese momento se movía en motocicleta, comenzó a buscar un auto usado en el que pudiera vivir temporalmente. Vendió su moto, completó el presupuesto y se preparó para una rutina totalmente distinta.
Cómo adaptó su auto para vivir tres meses
Con ingenio y muy pocos recursos, colocó paneles de cartón y fieltro negro en las ventanas para mantener la privacidad. Agregó aislamiento térmico y una colchoneta para poder dormir sin sentir el frío del invierno californiano.
Durante las primeras semanas, estacionó en el subsuelo del campus de Google, a solo 30 segundos de su escritorio. Luego, cuando ya no pudo permanecer allí, se movió a una zona cercana donde aparcaban autocaravanas.
Una rutina marcada por el frío y el cansancio
El invierno lo obligaba a levantarse cada vez más temprano. Llegaba antes que todos, aprovechaba el gimnasio para entrar en calor y usaba las lavadoras del campus después de cada jornada laboral. También se quedaba más tiempo del necesario en la oficina para evitar pasar horas dentro del vehículo.
Aunque nunca despertó sospechas, cada tanto viajaba a Santa Bárbara para descansar mejor y renovar su ropa.
Reflexiones de una experiencia extrema
Morita asegura que trabajar en Google impulsó su carrera tecnológica y que no se arrepiente, pero reconoce que la situación fue más compleja de lo que imaginó. Para él, conocer a tantas personas viviendo en sus autos fue una señal clara del problema estructural en la región.
“Parece una prueba de lo caro que resulta vivir en esta zona de California”, reflexionó tras superar la experiencia.