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Mientras buena parte del mundo discute sobre el futuro de las centrales nucleares y el impacto ambiental de los combustibles fósiles, un proyecto internacional avanza silenciosamente hacia uno de los mayores hitos tecnológicos de la historia: la construcción de un sistema capaz de generar energía limpia e ilimitada a partir de la fusión nuclear.

Ese proyecto se llama ITER, y acaba de alcanzar la etapa más compleja desde su creación.

Construyen la obra más importante en la historia de la humanidad

Instalado en Cadarache, al sur de Francia, el corazón del reactor comenzó su ensamblaje definitivo luego de más de dos décadas de desarrollo. Liderado por la Unión Europea y acompañado por potencias como Estados Unidos, Japón, Corea del Sur e India, ITER intenta recrear en la Tierra el mismo proceso que ocurre en el interior del Sol.

El avance más reciente marca un punto de inflexión: la instalación de los componentes principales de la cámara donde se formará el plasma, una esfera de energía que alcanzará 150 millones de grados Celsius. Se trata de una de las temperaturas más extremas jamás manejadas por la ingeniería moderna.

Para soportar semejante desafío térmico, la cámara del reactor —conocida como vacuum vessel— se compone de nueve gigantescas secciones de acero, fabricadas con precisión milimétrica y diseñadas para encajar como si fueran un rompecabezas ultratecnológico. Cada pieza pesa decenas de toneladas, y en conjunto superan las 400 toneladas, lo que convierte al núcleo de ITER en una de las estructuras científicas más pesadas jamás construidas.

La empresa Westinghouse Electric Company está a cargo de la instalación de estos módulos, contratados por unos 168 millones de dólares. Cualquier desalineación mínima podría comprometer la estabilidad del plasma, por lo que el ensamblaje requiere robots especializados, sistemas de medición láser y controles continuos.

¿Cómo funcionará el reactor que intenta imitar al Sol?

El objetivo es crear un entorno donde átomos ligeros —principalmente hidrógeno— puedan fusionarse entre sí, liberando enormes cantidades de energía sin producir residuos radiactivos de larga duración. Para lograrlo, se utilizarán campos magnéticos extremadamente potentes que confinarán el plasma, evitando que toque las paredes físicas del reactor.

Este proceso, conocido como fusión nuclear, es la “energía soñada”: no produce emisiones masivas de carbono, no depende de combustibles escasos y no presenta los mismos riesgos que la fisión utilizada en las centrales actuales.

La ingeniería que supera todos los límites

Controlar un plasma millones de veces más caliente que el núcleo del Sol no es tarea sencilla. ITER requerirá:

  • Imanes superconductores capaces de generar campos magnéticos intensos.
  • Sensores térmicos y magnéticos que monitorean el comportamiento del plasma en tiempo real.
  • Sistemas de contención para evitar que cualquier inestabilidad afecte a la infraestructura.
  • Redes de seguridad que garantizan la desconexión inmediata ante cualquier falla.

La sincronización de todos estos dispositivos permitirá mantener el plasma “flotando” dentro de su jaula magnética, evitando que se escape y garantizando un funcionamiento estable.

Lo que está en juego para el futuro energético mundial

Si ITER logra demostrar que la fusión nuclear es viable y sostenible a gran escala, podría abrir la puerta a reactores comerciales capaces de abastecer ciudades, industrias y redes eléctricas enteras sin emitir gases contaminantes ni depender de recursos finitos. En otras palabras, una tecnología capaz de redefinir el mapa energético global durante siglos.