Aunque la mayoría de sus hinchas lo niegue, jugar en la segunda división del fútbol brasileño fue una de las mejores cosas que le pasó al Sport Club Corinthians Paulista.

Empujado por la necesidad, el club más popular de San Pablo tuvo que cambiar sus estatutos, estableció metas, multiplicó ingresos, contrató estrellas internacionales como Ronaldo y Roberto Carlos, adhirió a un exitoso programa de socio-hincha, abrió un serie de tiendas para productos bajo licencia del club y está por realizar el sueño de la casa propia, con la inauguración, este año, de un moderno estadio que será sede de la apertura del Mundial-2014.

Además, conquistó muchos títulos. Venció al menos una vez cada uno de los campeonatos que disputó, del Brasileiro de la segunda división, en 2008, al Mundial de Clubes de la Fifa, el año pasado.

Con ingresos de R$ 358,5 millones en 2012, fue el club brasileño con más recaudación y el que mejor administró el dinero, además de liderar el ranking de los más eficientes en gestión elaborado por Pluri Consultora.

Pero no es el único club que puso en marcha cambios. Otros llevan adelante experiencias diferentes, pero que tienen el mismo objetivo, como Internacional de Porto Alegre, Santos, Atlético Paranaense y Vasco da Gama. El problema es que tornar más profesional lo que siempre tuvo una administración amateur y pasional es un verdadero desafío. Deporte preferido a nivel global, admirado por cerca de 3.000 millones de personas, según la FIFA, el fútbol completa 150 años. El 26 de octubre de 1863 un abogado británico decidió establecer las reglas del deporte. Comenzó entonces un negocio de escala global que actualmente moviliza ente u$s 400.000 millones y u$s 1 billón por año.

En Brasil, el fútbol es un juego de R$ 36.000 millones, lo que equivale a más o menos 2% del PBI, de acuerdo con los cálculos de Pluri. Es poco para un país que se tornó referencia del deporte. Muy poco cuando se sabe que los clubes mueven solamente 10% de ese valor. Podría ser al menos el doble, según especialistas, si los clubes brasileños convirtieran al deporte en un negocio como sucede en Europa.

"El PBI del fútbol es 7% clubes y 93% la estructura que está alrededor", según el economista Fernando Ferreira, socio director de Pluri. Esas estructuras son profesionales, tanto que las cuotas de auspicio televisivo, de R$ 180 millones cada una, están completas y ninguna de las empresas que bancan el negocio quiere abandonarlo.

En los últimos cinco años el ingreso de los 20 clubes más grandes de Brasil creció 80%, pero el que más recauda no se acerca a los gigantes internacionales. El Real Madrid, campeón de los campeones por facturación, recaudó 513 millones de euros en la temporada 2011/2012. Corinthians obtuvo 94 millones de euros, menos de un tercio de la facturación del Chelsea, equipo que derrotó en la final del mundial de clubes el año pasado. "Brasil, por ser la séptima economía del mundo, debería tener el tercer o cuarto mercado de fútbol", dijo el director de Pluri.

Brasil disputa la segunda división en varios criterios. "En facturación, somos el séptimo. En valor de mercado de jugadores, el octavo. En público en los estadios, 18, y en ocupación de estadios, 31". Y el país no está completamente ajeno a estos hechos. Brasil debe mejorar su desempeño en los negocios del fútbol porque tenemos una participación muy modesta en el PBI mundial del fútbol, afirmó el ministro de Deportes, Aldo Rebelo.

Según el ministro, el podio lo tiene Inglaterra, con 30% y le sigue Alemania, con 20%. Detrás se ubican España e Italia. A Brasil cabe la modesta participación de 2% del PBI futbolístico mundial.

El gran avance en la última década fue el surgimiento de gente dedicada a la administración de clubes, dijo Fernando Trevisan, investigador y consultor de Trevisan Gestión del Deporte y director-general de Trevisan Escuela de Negocios. Con una facturación equivalente a la de grandes empresas, esos clubes no podían continuar más como estaban, argumentó. Pero sin embargo, algunos insisten.

El problema se vincula con el origen. La constitución del estatuto establece que los clubes son sociales, y por eso dirigidos por personas no profesionales. En la mayoría de los casos, los dirigentes son hinchas apasionados. Si el dirigente no recibe remuneración, precisa ganarse la vida con otra actividad y no consigue dedicarse a tiempo completo al club, constató Trevisan. Tampoco tienen obligación de presentar resultados. Los negocios se realizan sobre la base de la pasión o del rencor. La estructura se arma para no ser eficiente, complementó el socio director de Pluri.

Mientras los clubes ingleses son empresas desde finales del siglo XIX, aquí son raras las experiencias similares. Una excepción es el Audax. El club pertenecía al Grupo Pao de Acucar, pero se negoció este año, por unos R$ 30 millones, con Gremio Barueri. Otro es el Atlético Paranaense, el modelo más cercano al de empresa que existe en la primera división.

Los ingresos crecieron más, pero el endeudamiento también, advirtió Trevisan. Datos de DBO Consultora indican que solamente el año pasado las deudas ascendieron 16%. DBO y FGV Proyectos estiman que el ingreso de los clubes fue de R$ 3.100 millones a R$ 3.600 millones el año pasado, mientras las deudas alcanzaron los R$ 4.700 millones.

Queda claro que existe un problema de administración. Una salida sería transformar a los clubes brasileños en empresas, lo que creo poco viable. Pero existen otras. Un modelo híbrido, por ejemplo, fue el que adoptó Santos Fútbol Club. Con un cambio en el estatuto, instituyó un consejo administrador siguiendo los moldes de la organización empresarial, con ejecutivos remunerados. Aunque es un modelo incipiente, aparecieron resultados. Fue el único de los mayores 20 clubes del país que redujo su nivel de endeudamiento el año pasado, lo que indica un cambio de mentalidad, según Trevisan.

Fernando Blumenschein, investigador de la FGV Proyectos y coordinador de un relevamiento ejecutado el año pasado, cree que para alcanzar un mayor grado de profesionalismo los clubes brasileños precisan atacar cuatro aspectos: mejorar la explotación de la marca en el mercado internacional -y la gestión es solo una parte del proceso--, aumentar el ingreso con estadios, mejorar el potencial exportador e incentivar a clubes de base para que formen nuevos talentos.

Parece un contrasentido que el país del fútbol necesite formar talentos, pero exactamente eso es lo que puede diferenciar el fútbol brasileño. "Brasil tiene 700 clubes de base que podrían tener un abordaje socioeconómico con efectos positivos para el ascenso social y también para el negocio", afirmó Blumenschein. Una acción en ese sentido tendría un efecto multiplicador con beneficios para todos. Pero los clubes de base constituyen excepciones.

Al negociar sus jóvenes talentos con el exterior, los equipos brasileños terminan perdiendo ingresos con los partidos -aunque facturen con la transferencia en sí. La mayoría de esos atletas deja el país cuando son muy chicos. En Europa alcanzan la disciplina táctica, un aspecto casi siempre relegado en Brasil.

Clubes débiles, selección fuerte. Quien sale ganando es la selección brasileña, que se beneficia de una combinación de talento con madurez táctica y física patrocinada por los grandes clubes internacionales. Lo contrario ocurre, por ejemplo, en el rico fútbol inglés.

El caso Neymar fue una excepción. Santos lo retuvo tres años antes de negociarlo con Barcelona. En ese período, la remuneración del atleta rondó los R$ 3 millones mensuales, entre salarios y caché de publicidad. El club aprovechó para facturar lo suyo, con auspiciantes que no solo aseguraron la permanencia del crack sino que también ayudaron a reforzar la caja de Santos. Pero al negociarlo con los catalanes, los auspiciantes emprendieron la retirada.

Aumentar los ingresos con los negocios del estadio parece algo obvio, pero no es lo que ocurre. Acomodados con las cuotas de transmisió de televisión, los clubes dejan de mejorar su desempeño al atraer el público al espectáculo en vivo. Un público que parece preferir ver el juego por la TV, posiblemente porque la mayoría de los estadios no es confortable, no tiene estacionamiento ni transporte público para el acceso.

Con los excesos de partidos en el calendario, los horarios extravagantes y los problemas de seguridad, en especial las peleas de las hinchadas, que ahuyentan al público y transforman el fútbol, en lugar de un entretenimiento en familia, en una sesión de terapia en que grupos marginales convertidos en hinchas caracterizados descargan sus frustraciones.

La frecuencia de público a los estadios brasileños es ridícula. Pierde por goleada con todos los países de elite del fútbol mundial, pero también con naciones sin tanta tradición futbolera. En el Campeonato Brasileiro del año pasado, el promedio de público en los estadios fue de 13.000 personas por partido, con meros 31% de ocupación de los lugares disponibles.

Números que colocan a Brasil en el décimo octavo lugar en el ranking de público, detrás de China, Japón, Australia y hasta la liga profesional de Estados Unidos, donde, como se sabe, se prefiere el fútbol que se juega con las manos. La liga americana, octava en el ranking, lleva en promedio 19.000 personas a los estadios en cada partido, con 91% de ocupación.

Los campeones son Alemania (promedio de 43.000 personas y ocupación de 95%) e Inglaterra (39.000 espectadores, 95%). Con menos gente en el estadio, cerca de 29.000, los españoles se ubican en tercer lugar, con 83% de ocupación promedio en un campeonato en la práctica disputado por solo dos equipos. En los últimos veinte años, solamente en cuatro ocasiones Real Madrid o Barcelona no obtuvieron el título.

Pero lo más fuerte es saber que Brasil pierde incluso frente a las segundas divisiones de Inglaterra y Alemania, ambas con un promedio de 17.000 personas en el estadio por partido. La participación de la venta de ingresos en la facturación de los clubes brasileños es de solo 8% del total, según la FGV Proyectos, mientras los europeos recaudan en promedio 22% del total con la misma fuente, lo que los hace menos dependiente de las cuotas de auspicio y de los derechos de transmisión por TV. Clubes tradicionales como el inglés Arsenal facturan con la venta de ingresos casi la mitad de todo lo que ganan.

En verdad, los clubes no se dieron cuenta de la importancia del consumidor fiel. Las personas cambian de marca de cerveza, de auto, de computadora, pero no de equipo de fútbol. Un estudio de Pluri muestra que los clubes ignoran el potencial de recaudación con el hincha. La consultora calculó la renta de los hinchas de todo el país. Descubrió que Corinthians, aunque tenga 4 millones de hinchas menos que el Flamengo, posee la hinchada con más renta total: R$ 325.000 millones por año. Tomando solamente lo que ingresa con venta de entradas y productos con licencia del club -dos aspectos vinculados directamente con el bolsillo del hincha--, la recaudación del club ronda entre R$ 50 millones y R$ 60 millones por año.