

Desde que la palabra sustentabilidad empezó a sonar, bastante agua (limpia y no tanto) corrió bajo el puente. Hoy, ya es sabido que el compromiso ambiental es apenas una parte de la tríada también conformada por los aspectos económico y social. Por eso, el uso de material reciclado o de energías renovables es tan importante como el comercio justo y el recupero de la identidad en el proceso productivo. Es un concepto holístico que tiene que ver con cómo funciona la empresa; hacia dónde va. En una cuestión de diseño de productos, que debería incluir la fabricación, los procesos que se utilizaron, el transporte, con el que se hace el delivery, el packaging y, también, el ciclo de vida, describe Verónica Ciaglia, presidente de la ONG Creatividad Ética, una asociación creada en 2007 para la promoción internacional de la creatividad y del diseño. Para la especialista, el concepto a seguir es el del cradle to cradle (cuna a cuna), que entiende que el producto final no tiene que ser un desperdicio sino un nutriente, como sucede con la tierra.
En la misma línea, Aleandra Scafati, fundadora de la ONG EcoMujeres y coordinadora de los Programas de Responsabilidad Social Empresaria y del de Educación Ambiental del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, está convencida de que el diseño cumple un rol fundamental para la sustentabilidad. Todos los procesos de innovación para llegar a los modelos de emisión cero están 100% vinculados con el diseño. El diseño es el eje central de cualquier proyecto sustentable.
Las pyme, bajo la lupa
En la Argentina, aún no existen los certificados ni las etiquetas verdes para los productos, salvo para la construcción. Allí se aplican las normas LEED (Leadership in Energy and Environmental Design) aunque, también, existen otras, como Bream (Building Research Establishement Enviromental Assessment Method). Hay mucho para hacer todavía. No se pone dinero en lo que de verdad es sustentable. Falta más información para poder tomar conciencia: que la gente sepa cuáles son las acciones que podrían hacer y cómo las empresas podrían lograr tener créditos verdes, como sucede en otros países. Acá no está pasando, tampoco en las pymes, opina Ciaglia. En base a un estudio realizado hace un año, Scafati, ve a las pequeñas y medianas más avanzadas que las grandes corporaciones, pero con faltas en la organización. En la Argentina, sucede que los consumidores exigen y la trazabilidad de los productos, que viene de afuera, también presiona. Sin embargo, las grandes empresas creen que son sustentables por usar la palabra medioambiente. Si no podés demostrar que, de verdad, tenés un producto sustentable, los consumidores no compran sólo porque lo digas, sentencia Scafati, antes de resaltar que las pymes cuentan con una dinámica distinta. Tienen la virtud de estar cerca del consumidor, el dueño tiene nombre y apellido. Tienen más conciencia y una filosofía muy clara, sigue. Si la pyme es consciente, puede hacer los cambios mucho más rápido que una megaempresa, porque no tiene que pasar tantos filtros, completa Ciaglia.
Así ocurre con Ají Diseño, firma especializada en diseño, producción y comercialización de elementos para la industria gastronómica. Fundada en 2007 por los diseñadores industriales Pablo Jeifetz y Guido Izbicki, la pyme, que espera facturar este año unos $ 350.000, comenzó con cinco modelos de platos y una inversión inicial de $ 10.000 y, hoy, cuenta con más de 150 artículos diferentes. En 2010, hubo una especie de refundación y entró un nuevo socio. Además, comenzamos con una línea de cazuelas en cartulina, que aún no son 100% reciclables, pero un inicio. Aunque, primero, necesitábamos ser sustentables como empresa, recién en 2012 llegamos al punto de equilibrio, sincera Jeifetz, cuya empresa emplea a 16 personas.
Más inversión
Por su parte, Ciaglia asegura que, a la larga, la facturación se incrementa cuando se tiene en cuenta a la sustentabilidad. En el pasaje de no sustentable a sustentable, algunas empresas facturaron hasta un 40% más. Pero, lo cierto, es que,al principio, hay más inversión. Yo creo que los gobiernos deberían apoyar a las empresas en esta etapa.
En el camino verde
Gala Kumec y Julieta Guiser tienen 25 y 27 años, respectivamente. En septiembre de 2012, conformaron Guiku con la idea de diseñar ropa. Comenzaron con telas tradicionales pero, a pesar de haber vendido casi 400 prendas desde entonces, decidieron virar el timón de su barco de papel reciclado y armar una línea con textil orgánico, que están comenzando a producir. También queremos documentar el proceso de producción. Que haya una vuelta atrás y se reconozca quién hizo lo que vos estás usando. Reconocerlo hace a una conciencia distinta. Por cada remera, por ejemplo, pasaron cientos de manos que uno, como consumidor, no imagina. Y esta es una omisión muy grande. Por eso, queremos que un registro fotográfico acompañe a cada prenda, explicitando el proceso y mostrando a quiénes formaron parte de esta cadena de valor, dice Julieta, quien trabajó en una productora que fabricaba para empresas como Adidas o Nike.
Cuando tenía solo tres años, Lucía Ferrería le pidió a su mamá que le enseñara a tejer. Pero, recién cuando me dieron las manitos, a los ocho, pude hacer mi primera ropa, con moldería y todo, recuerda la mujer que, con 38 años, vive de Abundancia por Designio, la marca que creó en 2007. En esa época, su padre le prestó $ 1.000 para comprar telas. Con estas diseñó sus primeros modelos, que ella misma salió a vender. Lo que ganaba, lo reinvertía para comprar más tela. Cuando ya no pude cortar 40 pantalones, decidí tercerizar los talleres. Me conecté con la ONG La Alameda, que es una cooperativa libre de trabajo esclavo. Sucede que en este rubro, como en otros, hay cuestiones que están muy naturalizadas. Cualquier acción de comunicación que uno haga para des-naturalizar esta situación es un grano de arena y es importante ir en este camino, dice Lucía, quien también trabaja con el taller del Polo Textil de Barracas, 1° de Julio.
La emprendedora forma parte de la Asociación Civil para la Creación y Desarrollo de Emprendimientos Sustentables, Inicia, donde, hoy, hace mentorías desde el programa Neo, y, en lugar de bolsas de plástico, eligió entregar las 3.000 prendas que vendió en 2012 en bolsas de papel reutilizado, que fabrica otra cooperativa. Otra acción que realiza es el reuso de los retazos para hacer pequeñas prendas. También los regalo porque trato de que nada llegue a la basura aunque no siempre llego al objetivo, agrega. Además del Showroom en Balvanera, Capital Federal, la ropa de Abundancia por designio se vende en locales de diseño de Buenos Aires y de otras provincias.
Plantas de producción móviles
En agosto de 2006, luego de trabajar en distintas empresas, algunas del rubro automotriz y de la aeronáutica, y de hacer un camino independiente, Edgardo Osella decidió construir viviendas para la clase media en asociación con la firma italiana Farig IT. A través de Desarrollo Emprendedor del Gobierno de la Ciudad, dimos a luz el proyecto, en 2009. La idea era construir las casas con una línea de producción como la de los autos, explica este ingeniero, de 56 años.
Los pedidos que comenzaron a llegar desde todo el mundo lo indujeron a pensar que la verdadera innovación y el aporte a la sustentabilidad tenían que ver con el desarrollo de la tecnología para construir estas viviendas, que, luego, viraron a gama media y alta. Básicamente, este proyecto, conformado por 14 personas, propone tener una absoluta conciencia en cada uno de los pasos, no solamente en el producto en sí mismo sino a través de la minimización del impacto de la construcción, por eso hemos creado las plantas móviles, comenta. La dinámica se basa en que, una vez que la planta ejecuta una serie de construcciones en una zona, esta se desarma y se vuelve a empacar en los contenedores. También se levantan los pilotes o clavijas, que van a piso, y el impacto es absolutamente cero. Dejamos el terreno en las mismas condiciones en las que estaba, dice Osella. La firma igue dos tipos de procesos de construcción: en seco y húmedo. Ambas trabajan con robots y la tecnología que usan está patentada por la empresa. Hacemos un enorme hincapié en que cada casa tenga un sector verde o microjardines internos, como forma de controlar bioclimáticamente la calidad del aire. Los sistemas centrales de aire acondicionado usan el calor de las ventanas para calefaccionar la casa en invierno, amplía Osella, cuya firma está construyendo un prototipo en el predio que la Universidad Tecnológica Nacional tiene en la localidad de Caseros. Pablo Chami y Marcelo Castellanos desarrollaron el predio para dar lugar a lo que será la incubadora de proyectos de la UTN, aclara. El empresario, ya tendría 300 viviendas pedidas, que construirá en la Argentina y Uruguay, con la empresa Livn Style, que formó con su socio italiano Mauricio Valori y los accionistas Mario Farina y Gian Luca Farina,, y que requerrirá una inversión de $ 1 millón, en la primera etapa.
Sin dudas, la sustentabilidad hoy es ineludible. Y el diseño es la clave de los nuevos desarrollos, tanto de productos como de servicios.











