El total es mucho más que la suma de las partes. Esta es la conclusión a la que llegaron los protagonistas de distintas áreas que dieron y están dando forma a diversos clusters productivos en la Argentina. Ya sea desde el ámbito científico técnico, como desde el estatal y el sector privado, las opiniones son coincidentes: colaboración, asociativismo y sinergia son las palabras clave que encolumnan a empresas de un mismo sector, a priori competidoras entre sí, detrás de un objetivo común.
Una primera definición, básica aunque académica, dirá que los clusters son concentraciones geográficas de empresas e instituciones interconectadas que actúan en un área específica. Según Michael Porter, se trata de "masas críticas -ubicadas en determinado lugar- de inusual éxito competitivo en determinados campos". Para graficar, el catedrático detalla: "Es probable que Silicon Valley y Hollywood sean los más conocidos del mundo".
Lo cierto es que no hay que ir tan lejos para encontrar ejemplos que permitan ilustrar de qué se tratan estas iniciativas y dónde radica el secreto de su éxito. Por caso aquí nomás, a menos de 400 kilómetros de Buenos Aires, existe una unión de empresarios e instituciones públicas y privadas que comparte el interés por un sector estratégico: la producción de quesos; puntualmente, en la zona comprendida por los partidos de Ayacucho, Benito Juárez, Rauch y Tandil, ciudad, esta última, donde está radicado el 80% de las 28 firmas lácteas que forman parte del cluster.
La iniciativa también cuenta con la participación del Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI), el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires, la Unión de Productores de la Cuenca Mar y Sierras y la Escuela Agrotécnica N°1 Ramón Santamarina, además de la colaboración del Programa de Innovación Territorial Sustentable (Interris) del INTA, la Fundación ArgenINTA, el Instituto Agrotecnológico de Tandil, la Dirección de Lechería de la Provincia de Buenos Aires, la Secretaría de Agricultura Familiar y Desarrollo Local, la Cámara Empresaria y la Sociedad Rural de Tandil, así como representantes de los gobiernos municipales.
La enumeración detallada de los múltiples actores no es casual, ya que, de alguna manera, refleja el desafío original de este tipo de iniciativas, que es nada menos que ponerse de acuerdo. "El espíritu del cluster radica en la capacidad de los participantes de poder encontrar puntos en común sobre los cuales trabajar en conjunto, independientemente de intereses comerciales, sectoriales o banderías políticas", desarrolla Francisco Dabidós, coordinador de la iniciativa. "El hecho de que competidores, gobiernos de distinto color partidario e instituciones técnicas y privadas con diferentes intereses puedan trabajar en pos del progreso regional y del desarrollo es poco usual pero cada vez más necesario e implica un elevado grado de madurez y visión de largo plazo", puntualiza.
En este caso, el hilo conductor es la mejora competitiva de la industria quesera de la región. Mónica Campanaro, responsable de la Unidad de Extensión Tandil del INTI, explica que se busca alcanzar esta meta a través del desarrollo comercial, con el fortalecimiento del sector mediante el asociativismo; trabajando el tema de la calidad con el fortalecimiento, también, del laboratorio de la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires; con la identificación territorial a través de una marca regional y, donde interviene el INTI, con la transformación del suero en subproductos con valor agregado, estableciendo normas de calidad en las fábricas y llevando a cabo mejoras en los tambos.

Quesos y pesos

El proyecto, que se encuentra en su segunda etapa de implementación, cuenta con aportes por u$s 400.000 y la asistencia técnica del componente Iniciativas de Desarrollo de Cluster (IDC) del Programa de Servicios Agrícolas Provinciales (Prosap), dependiente del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca de la Nación. "Se busca que la cadena resuelva sus grandes problemas", define Agustín Salvatierra, facilitador en Tandil del Prosap, al momento de precisar el criterio de evaluación de la herramienta que es financiada por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID).
"En una primera fase, se formuló el Plan de Mejora Competitiva (PMC), al que se llegó a través de foros en los que, durante 10 meses, participaron todos los sectores, donde se dejó constancia de cómo se actuaría y cuya institucionalidad se consagró con la constitución de la Asociación Ad Hoc Clúster Quesero de Tandil, el que firma los convenios con el organismo ejecutor del proyecto; en este caso, el municipio, la escuela de lechería y la Universidad. El Prosap actúa como facilitador", detalla Salvatierra, describiendo lo realizado hasta el momento, cuando se lleva ejecutado un 30% del aporte.
Desde el sector productivo y consultado por el punto de partida de esta iniciativa, Hugo Inza, presidente del cluster, indica que fueron trabajos conjuntos que llevaron a cabo el INTA, el INTI y la Universidad Nacional del Centro de la provincia de Buenos Aires a través de sus facultades Humanas, Veterinaria y Ciencias Económicas, que contemplaban varios aspectos: "Algunos estaban enfocados en la parte humana (el trabajo en empresas familiares, las condiciones laborales); otros, en la mejora de materias primas y del producto final", distingue.
Los productores se incorporaron después. De acuerdo con Inza, una característica diferencial de este cluster es que participan empresas queseras chicas (entre 1.500 y 3.000 litros diarios de elaboración), medianas (5.000- 10.000) y grandes (de hasta 50.000), considerándose todas dentro de la categoría pymes; empresas que elaboran leche de su propio tambo y otras que compran su producción. "Esas diferencias hacen que sea muy interesante y enriquecedor cuando se trabaja sobre los distintos proyectos", señala quien, además, es productor quesero a través de Tradición Inza.
La etapa actual incluye incorporar proyectos, sumar a nuevos actores y trabajar en el logro de la personería jurídica, entre otras actividades. Además de lo ya expuesto, buscan mejorar la comercialización en el mercado regional y el acceso a nuevas plazas, acciones que apuntan a alcanzar una mayor industrialización de la leche en la región, donde solo se industrializa el 25% de lo que se produce. "El tiempo no es una variable en la medida que continuemos generando fases de crecimiento y desarrollo de la cadena quesera local", dice el coordinador, consultado por los plazos. "El proceso por el cual se genera una visión compartida como aglomerado productivo facilita el desarrollo de todas las actividades contenidas en el PMC", sintetiza Dabidós.

Producción y territorialidad

La secretaría Pyme del ministerio de Industria, a través del programa de Sistemas Productivos Locales, es otra de las instituciones gubernamentales que, con aportes no reembolsables (ANR), colabora con el desarrollo de lo que ellos llaman grupos asociativos. El año pasado, destinó $ 12 millones al desarrollo de 32 nuevos grupos, integrados por 423 empresas y cooperativas de 14 provincias.
Alejandro Naclerio, coordinador del programa, subraya que son dos los criterios sobre los que trabajan desde este sector de la cartera conducida por Débora Giorgi: "Por un lado, tenemos en cuenta un criterio productivo, que incluye desde iniciativas básicas (en algunos casos artesanales), hasta más complejas (como desarrollo de software o proyectos de aeronavegación) y, por el otro, una matriz territorial; es decir, un grupo de productores con una actividad en común y una conectividad física".
Lo que se busca es lograr una "cadena de innovaciones incrementales", que incluye desarrollo de tecnología, infraestructura y capacitación, generando arraigo y disminuyendo la brecha territorial con grandes centros urbanos. "Se trata de sistemas productivos locales con lógica de industrialización", remarca Naclerio, quien aporta un dato que permite evaluar el programa: de los emprendimientos y proyectos puestos en marcha desde 2007, el 80% continúa en pie.
Estos ANR pueden ascender hasta el 60% del total de la inversión requerida. Ese fue el porcentaje (unos $ 264.000) que necesitó -necesita- el Grupo NEO Calzados, sito en Coronel Suárez, provincia de Buenos Aires, que destinó -y destina- este monto a la adquisición de equipamiento (troqueladora, máquinas de coser zigzag), y al desarrollo de comercialización y marca de una nueva línea de calzado de neoprene. Conformado por cinco empresas que emplean 250 personas, tiene como objetivo realizar todo el proceso productivo.
"Las participantes tienen entre 30 y 80/90 puestos de trabajo cada una y todas cuentan una sola área; la de producción", introduce Miguel Almaraz, coordinador del proyecto, apuntando que Coronel Suárez era la sede de los talleres de Gatik, empresa que fabricaba para Adidas y que cerró los primeros años de este siglo . "Tres se enfocan casi en forma exclusiva al aparado -la costura de todas las piezas de arriba del calzado- mientras que las dos restantes realizan el proceso completo en la producción de calzado, siempre trabajando a fasón para grandes empresas".
Según explica el coordinador, en el proceso de aparado, los márgenes son mínimos, lo que implica tener que trabajar grandes volúmenes, en general para una sola compañía, quedando prácticamente a merced de esta demanda. "Con la marca propia, las ganancias son otras, ya que todo el proceso y todas las variables -desde la compra de insumos, pasando por el rinde de la materia prima, hasta la comercialización- las maneja uno", continúa Almaraz, quien es funcionario de la secretaria de Producción del municipio de Coronel Suárez, el cual también financió algunas actividades.
El proyecto cumplió con el objetivo de incorporar tecnología para la fabricación con neoprene -un material nuevo para el grupo- y diseño, para lo que se trabajó conjuntamente con el Plan Nacional de Diseño. A mediados de junio y a partir de muestras, NEO Calzados saldrá a comercializar su primera colección para la temporada de verano que viene, luego de que cada una de las cinco fábricas lleve a cabo una actividad diferente en la fabricación del producto. Progresivamente, la idea es ir dejando de trabajar para terceros para en paralelo ir incrementando la producción del calzado 100% made in Coronel Suárez.

Oportunidad y crecimiento

Aun cuando en algunos casos se trata de poner en marcha iniciativas desde 0, en otros, los proyectos implican progresos para emprendimientos que ya están en funcionamiento pero que reconocen una oportunidad de crecimiento. Desde Misiones, la Cooperativa 2 de mayo, que agrupa a 125 socios dedicados a la producción, envasado y comercialización de yerba mate, se incursionó en la elaboración de té. Según reconoce Jorge Kappaun, su presidente, se enfrentaron con las exigencias del mercado que, para la producción de esta infusión, exige la certificación de Normas ISO 90.001 y la de buenas prácticas de manufacturas bajo Normas IRAM.
El objetivo fue implementar los pasos necesarios para cumplir con las condiciones exigidas para las certificaciones. Para lograrlo, el programa de Industria brindó asistencia técnica y recursos económicos por un monto de $ 707.000, destinados en su mayoría a la adquisición de bienes de capital (una conservadora automática de té verde que permitirá el almacenamiento homogéneo del brote y la adecuación de la infraestructura a las nuevas condiciones de producción basadas en normas de seguridad e higiene), así como la capacitación de mandos medios y técnicos/ operarios en diversas temáticas esenciales para la obtención de las mencionadas certificaciones.
Las opiniones de los especialistas consultados confluyen en otra conclusión de Porter: "En todo el mundo, en un país tras otro, el centro del éxito competitivo tiene un carácter cada vez más local. Es así que un agrupamiento de empresas puede llegar a desarrollar una región, incrementando el empleo, la producción y el bienestar general. Además, la sinergia de esa agrupación lleva al aumento de la competitividad de cada empresa individualmente considerada, aumentando su posibilidad de sobrevivir e, incluso, de crecer".