La Argentina tiene una larga tradición heladera producto de la inmigración italiana. Incluso se dice que en el país se venden algunos de los mejores cucuruchos del mundo. Justamente desde el viejo continente llegó una familia que potenció este negocio en el mercado local y fueron artífices de algunas de las cadenas más reconocidas de Buenos Aires. Una de ellas es Freddo, que tuvo una época de gloria, superó las tormentas y hoy apuesta a crecer nacional e internacionalmente.

Oriundo de Sorrento, Luigi Aversa desembarcó en territorio argentino y abrió un almacén llamado Pérsico en 1931 en La Plata. Con el tiempo su negocio pasó a vender solo helados, lo que de alguna manera marcó el futuro del clan. En 1939 arribó Salvador Guarracino, quien luego se convertiría en yerno y socio de Aversa.

Con varios años de experiencia en el rubro heladero, en 1969 el patriarca decidió fundar una heladería en el barrio porteño de Recoleta, más precisamente en Pacheco de Melo y Callao. Lo hizo junto a sus hijos Pablo y Luis Aversa, y Guarracino. Optaron por darle un nombre que hiciera honor a sus orígenes y la bautizaron Freddo (frío, en italiano).

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