Eran los años de la Argentina opulenta que se insinuaba como uno de los países más prometedores del mundo. Las pampas fecundas y húmedas atraían a inmigrantes de todos lados, pero fundamentalmente italianos y españoles.
Pietro Cagnoli, un italiano nacido en Lombardía, llegó a Tandil en 1907 para ser parte de la nueva Argentina. Traía consigo la cultura basada en la producción agrícola y de cerdos, vacas y ovejas. Y también el ADN industrial propio del norte de Italia con Milán a la cabeza. Pietro tenía la imagen grabada a fuego de tierras quebradas por montañas flanqueadas por llanuras altas y bajas.
Al llegar a Tandil Pietro vió cerdos, vacas y sobre todo las condiciones climáticas indicadas para lograr una buena conservación y estacionamiento de las carnes. Y al igual que lo hacía en Lombardía, comenzó a producir chacinados.
En la zona de Tandil, sin saberlo, había encontrado el secreto para la producción de un salame que con el tiempo lograría la "denominación de origen" y se exportaría al mundo: El salame tandilero.