Hay dos teorías vigentes hoy en el estudio y análisis de las relaciones internacionales, que tienen especial interés: la el poder duro y el poder blando y la de diplomacia publica.
El poder duro, es aquel que en el campo internacional actúa por coacción, tal es el caso del poder militar y el económico. En cambio el blando, es que opera por seducción y en ello entra lo cultural en sus diversas manifestaciones, desde el arte hasta la gastronomía, incluyendo a los deportes y la moda.
La diplomacia pública, a diferencia de la tradicional que se realiza fuera del conocimiento y la mirada de los demás, busca a través de acciones que se transmiten mediante los medios de comunicación, generar efectos sobre la opinión pública.
La Argentina, tiene hoy tres casos, que deberían ser instrumentos muy eficaces de la proyección del país, en cuanto a la seducción que puede ejercer su poder blando: Jorge Bergoglio, el primer Papa no europeo, que es argentino; también lo es Lionel Messi, el jugador de fútbol más popular, con records profesionales que superan a los de Pelé y Maradona y Máxima Zorraguieta, la primera Reina europea que no ha nacido en el continente y que lo ha hecho en nuestro país.
La personalidad, la imagen y la comunicación de las personas, es un medio eficaz de ejercer el poder blando.
Que un país latinoamericano, pueda ser representado ante el mundo a través de tres personas con esta proyección internacional al mismo tiempo, es realmente singular.
Además, los tres representan la fuerte impronta europea, que caracteriza la identidad argentina. Al mismo tiempo, muestran coincidentes virtudes y capacidades de equilibrio y armonía, que no siempre tienen sus connacionales. Quizás, muestren la faz más positiva de nuestro país, que sabemos no es la única.
La diplomacia pública, es la articulación por parte de los gobiernos de su poder,-en el caso el blando,-. para proyectarlo internacionalmente y contribuir a que alcance sus objetivos.
Desde esta perspectiva, estas personas dan a la Argentina una oportunidad excepcional, que no debería desaprovecharse.
Pero no es fácil que lo haga. Frente a la elección del Papa Francisco, se registró la hostilidad del oficialismo de las primeras horas, que afortunadamente cambió por el intento de apropiación de él; respecto a Messi, la revista Time a fines del año pasado publicaba su imagen en la portada con la pregunta ¿Porqué no le gusta a los argentinos? y respecto a la coronación de Máxima, el gobierno argentino parece haber optado por ignorar el hecho.
Pienso se trata de un error, porque implica desperdiciar una herramienta muy importante para que Argentina ejerza la potencialidad de su poder blando, a través de una buena diplomacia publica.
No se trata de esperar que el Papa, Messi o Máxima, jueguen un rol a favor de la Argentina en la cuestión Malvinas, que contribuyan con gestiones a aplacar las decisiones adversas en el campo financiero internacional respecto al país que se avecinan en el campo financiero internacional o que se transformen en promotores de inversiones hacia el país o de exportaciones argentinas hacia el mundo.
Se trata en definitiva de asumirlos como quienes proyectan la faz positiva de nuestra identidad. La cultura está antes que la política y la economía para definirla. En la visión de largo plazo que estas personalidades transmiten una imagen de la cultura argentina, que la beneficia ante el mundo.
Para no desperdiciar la oportunidad, Argentina debería celebrar y no ignorar un hecho que realimente singular, que atrae la atención mundial, como es sea coronada Reina de Europa una argentina.