Varias situaciones no positivas le han sucedido a la UCR en estas últimas semanas. Primero Sanz decidió no participar de la contienda del 30 de abril. Luego Cobos optó por bajarse de la interna. En el medio de todo eso podría correr el riesgo de quedarse sin los socialistas y el GEN si decide abrir la puerta a sectores de derecha.

Lo que prometía ser una consagración de Alfonsín el 30 de abril en una interna nacional que iba a lucir mucho más que la del Peronismo Federal (PF), y permitiéndole al candidato sacarle una luz de ventaja a Macri, se transformó en un dolor de cabeza, con dimes y diretes internos.

Recuérdese que la candidatura de Alfonsín nació al haber ganado una simple interna de autoridades partidarias en la provincia de Buenos Aires (junio de 2010), sumado al efecto de la muerte de su padre con todas las connotaciones afectivas y nostálgicas que eso despertó (abril de 2009). Luego, al estancarse las posibilidades del hijo del ex presidente y del actual vicepresidente, se lanzó a la aventura el senador Sanz.

De haberse realizado la interna, el ganador -supuestamente Alfonsín- se hubiese posicionado con ventaja frente a su adversario por el segundo lugar: Macri. Al día siguiente, seguramente se hubiese disparado en las encuestas porque los ganadores siempre generan ese efecto en la opinión pública, y eso mismo hubiese ordenado favorablemente las energías de sus potenciales aliados. Pero nada de eso ocurrió, y ahora hasta corre el riesgo de ir solo a la elección presidencial, lo cual es el peor de los mundos. De hecho, Cobos dijo (despechado) que el radicalismo corría el riesgo de salir tercero.

Una parte del partido dice que hay que abrirse mucho más de lo pensado, otra que hay que reclinarse solo sobre un ala. Frente al desmadre, todo el mundo se le anima. Binner dice que él puede ser candidato a presidente. A Stolbizer le gusta la idea. Solanas dice que hasta podría bajarse a la candidatura para jefe de gobierno de la ciudad, etc. Ahí está claro que una encuesta no hace primavera, pero varias al mismo tiempo que dicen lo mismo sugestionan las decisiones de los dirigentes políticos.

Pero ¿qué hubiese pasado si había interna abierta? En nuestra última encuesta en la zona metropolitana a mediados de marzo, entre aquellos que decían que irían a votar a la interna radical del 30 de abril (15 % de la muestra), el 57 % se inclinaba por Alfonsín, y el 34 % por Sanz. Para faltarle un mes y medio a la elección no estaba nada mal por parte del senador mendocino. El hecho de ser afiliado radical no cambiaba demasiado la situación: entre los afiliados el hijo del ex presidente obtenía el 67 %, mientras que entre los independientes cosechaba el 57 %. Curiosamente, Sanz recogía casi el mismo porcentaje en ambos segmentos.

Y cómo estaban un mes atrás ambos candidatos en la carrera presidencial? Cuando se pregunta por todos los candidatos posibles, Alfonsín marcaba 5,5% y Sanz 1,9%. Cobos terciaba en 4,5%. Cuando se le presentan a los encuestados un escenario de 5 candidatos, el diputado nacional poseía 9,3%. Si se lo reemplaza como opción radical por Sanz, éste solo llega al 3,8 %. Es decir, el primero más que duplica al segundo. Pero claro: el mendocino no existía en diciembre y Alfonsín sí. Por otro lado, al consultarse al total de la muestra quién le gustaría que fuese el candidato a presidente del radicalismo, el 40 % se optaba por Alfonsín, el 26 % por Cobos y el 12 % por Sanz.

Ahora todas las definiciones se precipitaran al 15 de junio cuando se deban inscribir las alianzas, y sin la ventaja de haber definido previamente el propio candidato. La UCR deberá someterse en el corto plazo a un debate ideológico muy fuerte respecto a con qué perfil irá a la elección presidencial. Si suma al PF, perderá a sus socios hacia la izquierda, mientras que no necesariamente eso se produciría al revés.

Mientras tanto Cristina Kirchner, Macri y Carrió seguramente miran al galimatías con cierta diversión. Cualquier error estratégico los favorecería.