En un acto fallido destinado a recordarse, el Ministro de Economía desnudó sus deseos de irse ante la opción de decir la verdad, prohibida para él, o la de mentir en el tema de la inflación argentina. Estuvo mal. Pero ¿qué ocurre con los integrantes del equipo económico que se quieren quedar?

En los últimos años vienen cobrando mayor injerencia dos modalidades de la planificación estatal de la economía: La de Guillermo Moreno y la de Axel Kicillof.

Por su peculiar estilo, el primero es el más difícil de catalogar. Parece inspirado en la idea de que la macroeconomía puede dirigirse ejerciendo una enorme cantidad de actos de coerción microeconómica sobre los agentes económicos. Ya quedan pocos empresarios en Argentina que no hayan pasado por charlas-retos-sermones-insultos-consejos-aprietes de los que hace gala cotidianamente.

Con la tabla de valores del gobierno, ha conseguido éxitos concluyentes: la intervención del INDEC limitó los gastos por intereses de la deuda externa, el cepo cambiario y las DJAI (pesadilla de muchos empresarios) cortó la fuga de divisas y le dio superávit comercial al país, los congelamientos de precios impidieron que la inflación le gane a la canasta básica de alimentos (¿?), los acuerdos con los supermercados frenaron las fantásticas ganancias de los fabricantes, la prohibición de exportar carne hizo lo mismo años atrás con la oligarquía terrateniente y ahora eliminó la necesidad de publicitar ofertas de alimentos en los diarios y se dispone a ganar la batalla contra las comisiones bancarias sobre las tarjetas de crédito.

El segundo, tiene una mejor formación académica, la cual, sin duda, lo habría convertido en un brillante funcionario a cargo de planificar la economía en los países del este en tiempos de la Guerra Fría. El apego a la propiedad y al control estatal de los medios de producción es evidente. La obra cumbre es la estatización de Repsol YPF, pero también está Aerolíneas Argentinas y el conglomerado de empresas donde el estado es accionista después de recibir la herencia de participaciones que poseían los fondos de las AFJPs.

Se sabe de los pormenorizados datos acerca de costos, ventas, producción y mercados que ha reclamado en el sector energético, aunque todavía no se vio si con ellos armó las tan frecuentes matrices insumo-producto de los planificadores de las antiguas economías centralizadas. Eran la base para aplicar técnicas de programación matemática y optimizar la asignación de los recursos y la producción en lugar de que lo hiciera el mercado a través de los precios.

Sí se observan reemplazos gerenciales. Los técnicos anteriores del grupo YPF dejan paso a los gerentes propuestos por la Cámpora.

El estado impulsó decisiones algo contradictorias. En las asambleas de mayo de 2011 propuso la distribución de dividendos en las grandes empresas privadas, con el objetivo de dotar de fondos al ANSES. En cambio, en mayo de 2012 promovió la reinversión de utilidades, para frenar la compra de divisas por parte de los accionistas extranjeros al retirar sus dividendos. Este año, hasta ahora, se los vio a los dos funcionarios en la muy televisa aparición durante la asamblea de Clarín.

Seguramente tendrán que enfrentar el desafío que plantea el precio del dólar blue. Solo en los tiempos más represivos de la Rusia soviética se aplastaron los mercados negros. Fuera de ese caso, no hay forma de evitar que surjan cuando el público busca un bien o servicio aunque al estado le parezcan superfluos o inconvenientes.

Los amantes de la economía planificada por el estado consideran que libran una lucha titánica contra la codicia del capitalismo y las injusticias de los mercados. La falta de inversiones privadas, las empresas que se alejan del país y la sumisa actitud de los empresarios, más que consecuencias del ambiente de negocios desfavorable, son para estas personas demostraciones de que su forma de ver la economía es la correcta. Es evidente: En lugar de querer irse, ellos se quieren quedar.