Debo confesar que, por una mezcla de razones que sería largo explicar, comencé a leer Economía 3D con cierta prevención. Sin embargo, a las pocas páginas cambió completamente mi actitud. Primero, porque me encontré con una escritura amena, con muchos ejemplos claros. Lousteau sabe comunicar. Segundo, porque presenta de modo convincente nuevas ideas que están revolucionando la economía.
Durante gran parte del siglo XX la ciencia económica hizo todo lo posible por desligarse de la psicología y transformarse en una lógica axiomático-deductiva cuyas conclusiones pudieran verificarse empíricamente. La verificación falló muchas veces, gran parte de la culpa de este desencuentro la tiene la psicología humana. Lousteau divulga con gran sencillez la reciente literatura académica al respecto, que se ha desarrollado en gran parte gracias a experimentos de laboratorio. También recoge las nuevas investigaciones sobre reciprocidad y cooperación, como fenómenos típicos de la economía.
Además. Lousteau apoya fervientemente la propuesta de Amartya Sen de evaluar la pobreza, la desigualdad y el desarrollo mediante un baremo más amplio que el ingreso: las oportunidades de alcanzar las opciones que las personas eligen libremente.
Dedica una sección del libro a la responsabilidad ecológica e insiste en la necesidad de ser austeros, pensar en los demás y en el futuro. Lousteau es optimista y propone que al menos hagamos una acción buena al día, recalcando los efectos insospechadamente grandes que esto puede tener. También es muy positivo acerca de lo que deberíamos hacer por Argentina, especialmente la gente joven.
Ahora déjenme expresar mis críticas. Celebro que destaque los avances en economía de la felicidad, pero su concepto de felicidad resulta muy básico. Se basa en datos pero recoge sólo algunos. Se da entonces una confusión entre hedonismo y felicidad que ni el mismo John Stuart Mill, quizás el más grande de los utilitaristas, hubiera aceptado. Si no, ¿qué opina de la siguiente propuesta de Lousteau?: varias medidas como subsidios a hoteles alojamiento deberían tener un impacto directo sobre la felicidad nacional. Por un plan como ése, sí que da gusto cortar una calle (p. 147). Quizás es que su visión de la naturaleza humana es también muy básica: no somos más que carcazas o robots que contienen genes ansiosos por multiplicarse (p. 154). El tema del sexo sale cada dos por tres en su libro y le dedica una sección entera. ¿Será por marketing o por una especie de obsesión psicológica? Si es lo primero, es marketing muy vulgar. Si es lo segundo, el mismo Keynes le recomendaría acudir a un especialista en este tipo de patologías. He escrito sobre economía feminista y demás temas relacionados y sé que no tienen la entidad que les da Loustaeu. Tampoco la tiene la economía del fútbol, pero esto es menos relevante. Me parece desacertado que opine tan taxativamente sobre el origen y métodos para superar las crisis: es excesivamente simplista y sesgado. Considero exagerado que llame a Galbraith maestro de los maestros. Finalmente, comete el error típico de los argentinos, del que estoy harto, de sustantivar el adjetivo mismo, misma. Por lo demás, la redacción es muy buena.
Y el balance final es positi-
vo: subscribo todo su epílogo. Muchas gracias por tu libro, Martín.