Las primarias republicanas se parecen cada vez más a las calesitas donde caballos, leones y tigres suben y bajan alternativamente con cada vuelta.

Pero lo que estos vaivenes están señalando no es un fiero combate entre poderosos candidatos, sino, más bien, una creciente apatía de la gente frente a los méritos y posibilidades de los actuales contendientes.

Mitt Romney es quien dispone de mayores recursos y organización (y probablemente terminará logrando la nominación) pero sus tropiezos electorales, a medida que las primarias recorren los estados de la Unión, indican hasta qué punto los votantes carecen de entusiasmo ante la perspectiva de su candidatura.

La última semana presenció el ascenso, en buen a medida inesperado, de Rick Santorum, un ex senador por Pennsylvania, quien perdió su reelección en 2006 por un margen significativo.

Una pregunta razonable sería cómo alguien que cinco años atrás no fue capaz de conservar su senaduría en Pennsylvania, puede aspirar a conquistar la Presidencia. Pero está visto que lo razonable no siempre se corresponde con lo político.

De modo que Santorum, un abogado católico, hijo de un inmigrante italiano y un a ítalonorteamericana con una parte irlandesa, sin lustrosas credenciales académicas, está viviendo sus 15 minutos de fama. Santorum es la clase de conservador que Romney no es y de ahí el favor que encuentra en los sectores más tradicionales del partido republicano. Se opone al aborto y al matrimonio gay, preconiza la enseñanza en las escuelas públicas del diseño inteligente (un eufemismo que describe una teoría opuesta al darwinismo), y busca cancelar el seguro de salud universal promovido por Obama y balancear el presupuesto.

Sin ser un miembro oficial del Opus Dei, debe simpatizar con sus postulados, ya que en 2002 viajó a Roma para participar como orador en las celebraciones del centenario del nacimiento de Josemaría Escrivá, fundador de la orden.

Dos años más tarde, Santorum y su esposa fueron investidos como Caballero y Dama de Gracia Magistral por la orden de los Caballeros de Malta, en una ceremonia realizada en la catedral de San Patricio, en Nueva York.

En cuestiones de política exterior sus posiciones son cercanas a las de George W. Bush. Cree que es necesario librar una guerra contra el terrorismo islámico, al que rebautizó de fascismo islámico y defiende el uso de técnicas flexibles de interrogación de prisioneros, una perífrasis de la tortura.

Su vida familar no parece tener zonas grises. Se casó en 1990 con Karen Garver, una estudiante de derecho, con la que tuvo ocho hijos, uno de los cuales murió poco después de nacer.

Frente a la imagen un tanto artificial de Romney (a quien muchos llaman el hombre biónico) y su considerable fortuna, Santorum es un producto de la clase media con quien la gente parece poder relacionarse con más naturalidad.

Pero Romney tiene lo que Santorum no tiene y esto es, dinero. Para las primarias de Michigan, que se realizarán el 28 de febrero, y donde ambos candidatos van cabeza a cabeza, Romney ha reservado espacio publicitario en radio y televisión por u$s 2 millones, en tanto que Santorum debió conformarse con u$s 42.443.

Para compensar por su falta de recursos, Santorum desarrolla una intensa agenda de visitas a ciudades y pueblos, donde a veces habla para menos de cien personas. La estrategia le ha dado dividendos a juzgar por sus triunfos en los caucus de Iowa, Minnesota y Colorado y en la primaria de Missouri.

Pero la nominación final no será decidida por el número de estados que un candidato conquiste sino por el número de electores. Se necesitan 1.144 electores para alcanzar la nominación y según el cálculo de la cadena de televisión ABC (las asignaciones de delegados requieren un cálculo complejo) Romney tiene al momento 105, Santorum 71, Newt Gingrich 29 y Ron Paul 18.

Quedan dos primarias (Arizona y Michigan) y un caucus (Washington) pendientes, con un total de 102 delegados en juego, antes del supermartes del 6 de marzo, donde siete estados tendrán primarias y tres, caucus, por un total de 437 delegados.

Habitualmente, después del supermartes la contienda queda definida, pero pocos creen que suceda esta vez.

Los últimos indicadores que muestran una reactivación de la actividad económica y un descenso del desempleo han dado un nuevo impulso a las posibilidades de reelección de Obama, lo cual ha reducido el debate dentro del campo republicano a la única y exclusiva cuestión de quién es el candidato mejor equipado para hacerle frente.

Parece un criterio un tanto cuestionable de elegir al próximo líder de la nación más poderosa del planeta, pero el mundo es lo que es.