Es un dato histórico el hecho que el presidente Yrigoyen, en su segundo mandato, y tras desatarse la crisis internacional que afectaría el desempeño de la economía local en los años 30, recibía un diario hecho a medida. En él sólo aparecían buenas noticias. Nada de malestar económico y social. Nada de pálidas para un señor de 78 años que estaba a punto de pasar a la historia. Claro que este líder nacional y popular, por entonces, tenía aunque sea la cautela de no difundir ni dar cátedra sobre la información que sus correveidile le armaban para configurarle un presente y futuro venturoso. Por pudor o por cautela el presidente argentino no arriesgaba discursos grandilocuentes cuando su modelo parecía agotado, por más que Bernabé Ferreyra, el ídolo del fútbol local escondiera la simpatía por el caudillo radical.
Casi un siglo más tarde, otra presidenta nacional y popular, como lo es la Doctora Cristina Fernández, también en un contexto de crisis internacional con fuerte repercusión interna (su argumento favorito), pareciera estar ajena a la realidad que nos azota. Claro que en este caso, ella difunde los falsos datos que le arman sus funcionarios, a los cuatro vientos, mismo desafiando las estadísticas de los países desarrollados. Sin medias tintas, afirmó hace poco tiempo que la Argentina con 25% de inflación estallaría por los aires. Días después ocurrieron los saqueos de fin de año, con lo que cada vez se vuelve más evidente que la política clientelar está siendo tan segura a los fines de reducir estructuralmente la pobreza como la tela de una araña resistiendo a un elefante (el que se balanceaba). En esa misma ocasión, hasta desafió la veracidad de los datos de inflación de los Estados Unidos y otros países desarrollados.
Pero si hay un sector en el que la política nacional naufragó, ese es el energético, lo mismo que su política ambiental. No obstante, agigantada en su rol de oradora, en los foros donde mejor se siente (los internacionales), Cristina se despachó en Abu Dabi acerca de las virtudes de Argentina en materia ambiental y energética. Habló de contaminación ambiental y responsabilidad cuando tras casi una década de gestión no se han podido cumplir compromisos mínimos de saneamiento en el Riachuelo, donde la Autoridad de Cuenca (ACUMAR), con mayoría de votos apoyando a la Nación, ha demostrado una completa impericia en la tarea de saneamiento, con funcionarios y jueces sospechados de connivencia y corrupción, junto con los funcionarios de la Secretaría de Ambiente de la Nación, que en el mejor de los casos, ocupan sus horas sin hacer absolutamente nada, desalentando a muchos de sus cuadros más capacitados como la Unidad de Cambio Climático, que asiste pasivamente a los foros internacionales en donde se discute la posibilidad de reducción de gases de efecto invernadero.
Mientras tanto el país aumenta anualmente la emisión estos gases por el uso de más combustible fósil en la generación de electricidad (que supera actualmente el 65%), contrariamente a lo que afirmó la Presidenta y según consta en investigaciones realizadas por Fundación Bariloche. Esta Secretaría además, ha sido utilizada, por ejemplo, para reasignar partidas presupuestarias originalmente a favor de financiar el mantenimiento de bosques nativos (Ley de Bosques), por fondos para el programa Futbol para Todos, entre otros desaguisados manejados a discreción por el Jefe de Gabinete de Ministros.
Ni que hablar de los dichos de la Presidenta acerca de que la Argentina es altamente eficiente en el uso de la energía. Habría que interpretar qué es lo que ella entiende por eficiencia. En la acepción tradicional se trata del menor uso de energía por unidad de producto. Este objetivo difícilmente haya podido lograrse cuando la política energética naufragó en un mar de subsidios interviniendo los mercados energéticos, con lo que se desalentó la inversión al tiempo que se fomentó el uso desmedido de estos bienes infravalorados.
Según un informe elaborado por la Secretaría de Energía en 2008 la intensidad energética ha ido en aumento, no en retroceso. Basta comparar los datos del Balance Energético de los últimos años para concluir que la Presidenta está recibiendo información distorsionada que repite sin chequear.
Coincido absolutamente con la señora Presidenta cuando afirma que no hay medio ambiente sano mientras haya franjas numerosas de la población global sumidas en la más extrema pobreza. El problema es que a ella la han convencido que en Argentina con seis pesos por persona, una familia tipo no pasa hambre. O es como decía mi madre: no hay peor ciego que el que no quiere ver.