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A una profundidad de más de 2,570 metros frente a las costas de Saint-Tropez, la Marina Nacional de Francia y el Departamento de Investigaciones Arqueológicas Subacuáticas y Submarinas (DRASSM) localizaron un mercante renacentista completamente intacto.

Este hallazgo, denominado provisionalmente Camarat 4, representa el pecio más profundo jamás documentado en aguas francesas y se posiciona entre los más hondos del planeta, solo superado por el destructor estadounidense USS Samuel B. Roberts.

Lo extraordinario no es únicamente la profundidad récord, sino el estado de conservación excepcional del navío del siglo XVI. Las condiciones abisales transformaron el lecho marino en una auténtica cámara frigorífica natural, preservando con precisión asombrosa cada detalle de la embarcación, su estructura de madera y la valiosa carga que transportaba.

Este “museo submarino” ofrece a los arqueólogos una ventana única hacia las rutas comerciales mediterráneas de hace cinco siglos, revelando conexiones entre Italia, Provenza y Cataluña que apenas comenzamos a comprender.

Cada tablón y cada cuaderna del Camarat 4 permanecen en su lugar original, ofreciendo a los arqueólogos un excepcional testimonio de la construcción naval del siglo XVI. DRASSM.

Así es como las profundidades abisales se convirtieron en el mejor museo natural del mundo

Las profundidades extremas suelen ser enemigas de la exploración, pero en este caso se convirtieron en las mejores guardianas del pasado. A 2,570 metros bajo la superficie, el entorno marino funciona de manera radicalmente distinta a cualquier cosa que experimentemos en la costa. Las aguas permanecen constantemente frías, rozando temperaturas cercanas al punto de congelación, los niveles de oxígeno disuelto son mínimos y las corrientes violentas que destrozan pecios en aguas someras simplemente no existen. Este cóctel perfecto de condiciones creó un ambiente de preservación que los arqueólogos solo pueden describir como milagroso.

La ausencia de los temidos tarets —moluscos xilófagos que devoran sistemáticamente las estructuras de madera en naufragios— fue absolutamente determinante. Estos organismos destructores no pueden sobrevivir a tales profundidades, permitiendo que el casco de 30 metros de eslora permanezca estructuralmente completo, como si el barco se hubiera hundido apenas ayer. Los arqueólogos del DRASSM describen el escenario con un asombro que no pueden disimular: cada cuaderna, cada tablón, cada elemento arquitectónico permanece en su lugar original, ofreciendo información técnica y constructiva que habitualmente se pierde en los primeros años tras un hundimiento.

La tecnología robótica desplegada es digna de una película de ciencia ficción. Vehículos operados remotamente (ROV) equipados con cámaras 4K, sistemas de escaneo lidar submarino y brazos robóticos de precisión quirúrgica están generando un gemelo digital completo del pecio, capturando detalles milimétricos que permitirán a investigadores de todo el mundo estudiar la embarcación sin necesidad de descender jamás a esas profundidades prohibitivas.

Tesoros del Renacimiento perfectamente conservados: las 200 ánforas y barras de hierro que revelan secretos comerciales de hace 500 años que nadie imaginaba

La bodega del Camarat 4 es un sorprendente testimonio de la vida comercial y cotidiana del Renacimiento mediterráneo. Los robots submarinos encontraron cerca de 200 ánforas y jarras, muchas decoradas con flores, cruces cristianas y el monograma IHS, símbolos que combinaban lo religioso con lo cotidiano. Estas piezas no solo servían para guardar mercancías: muestran los estilos de talleres específicos, las preferencias estéticas de cada región y las rutas comerciales que unían el norte de Italia con puertos de Provenza y Cataluña.

Las ánforas decoradas con motivos florales y símbolos religiosos permiten trazar rutas comerciales entre Italia, Provenza y Cataluña, revelando un Mediterráneo de conexiones inesperadas.DRASSM

Lo más llamativo son las barras de hierro, cuidadosamente protegidas como si fueran tesoros. En el siglo XVI, el hierro tenía un enorme valor: se usaba en astilleros, fortificaciones portuarias y en la agricultura.

El pecio también conserva un cañón de abordo, un ancla en posición estable y vajilla de uso cotidiano, que muestran la vida de la tripulación y un hundimiento repentino. No es un naufragio cualquiera: es una cápsula del tiempo que nos habla de la tecnología naval, las peligrosas rutas del Mediterráneo y la vida diaria de quienes arriesgaban todo por el comercio.