En un contexto de creciente polarización global -marcado por la guerra en Ucrania, las tensiones en el estrecho de Taiwán y la escalada del conflicto en Medio Oriente-, el escenario geopolítico internacional se torna cada vez más impredecible
De acuerdo con evaluaciones recientes de expertos en seguridad y análisis estratégico, como las del International Institute for Strategic Studies (IISS) y el European Council on Foreign Relations (ECFR), el eslabón más débil del bloque occidental en una hipotética Tercera Guerra Mundial no sería Polonia, como suele suponerse, sino Francia.
Aunque Francia es una potencia nuclear, su posición geográfica, sus desafíos internos y su dependencia tecnológica la sitúan como uno de los primeros objetivos en caso de una ofensiva coordinada. Y su colapso podría marcar el principio del fin para la defensa continental europea.
Francia: potencia expuesta en el corazón de Europa
A primera vista, Francia parece inexpugnable: economía sólida, fuerza nuclear independiente, y peso diplomático global.
Sin embargo, diversos informes del Institut Français des Relations Internationales (IFRI) advierten que, en la práctica, sus capacidades de defensa se vieron erosionadas en la última década. Entre los factores clave destacan:
Reducción progresiva del gasto militar, que limitó la renovación de equipos y la preparación operativa.
Dependencia crítica de sistemas digitales y automatizados, lo que la hace especialmente vulnerable a un ciberataque coordinado.
Compromisos exteriores activos, como las misiones militares en África, que dispersan recursos humanos y logísticos.
Una caída con efecto dominó en todo el continente
Si Francia fuera desestabilizada o invadida en un primer golpe de guerra híbrida, las consecuencias serían inmediatas y de largo alcance para Europa:
- Interrupción de nodos logísticos clave, ya que Francia es el corredor natural entre el norte industrial y el sur mediterráneo.
Crisis humanitaria masiva, por convertirse en zona de combate y desplazamiento forzado tanto para su población como para refugiados de otros países en conflicto.
Riesgo estratégico del arsenal nuclear, que, aunque protegido, podría convertirse en un objetivo principal si el Estado quedara comprometido.
Una guerra de 72 horas: el nuevo umbral de defensa
Los simulacros llevados a cabo por la OTAN, como Steadfast Defender, muestran que, ante un ataque de gran escala, los países del flanco occidental tendrían entre 48 y 72 horas para activar defensas efectivas.
En el caso de Francia, este margen se considera crítico: su capacidad de respuesta dependería de una coordinación casi inmediata con aliados y del funcionamiento continuo de sus sistemas cibernéticos.
En este contexto, no se trata solo de especulación alarmista, sino de escenarios ya modelados por centros de análisis y defensa europeos. La pregunta no es si habrá un conflicto global, sino si Europa -y Francia en particular- están preparados para evitar que la historia vuelva a repetirse.