

Mientras este 7 de mayo da inicio el cónclave en el Vaticano, el próximo pontificado se ve amenazado por una crisis financiera sin precedentes: un déficit estimado en 70 millones de euros.
Esta compleja situación económica -calificada por algunos dentro de la Curia como una auténtica "herencia maldita"- podría ser un factor determinante no solo en la elección del sucesor del papa Francisco, sino también en la viabilidad de la Santa Sede y su capacidad para sostener su labor pastoral y diplomática a nivel mundial en los años venideros.

Un déficit creciente que amenaza la estabilidad económica en el Vaticano
El balance financiero de la Santa Sede registró pérdidas consistentes en los últimos años. Para 2024, el déficit alcanzó los 70 millones de euros, una ligera mejora respecto a los 83.5 millones de 2023 y los 78 millones de 2022. Sin embargo, esta situación financiera sigue siendo insostenible a largo plazo.
Entre los principales gastos que enfrenta el Vaticano se encuentran las pensiones de jubilación y los salarios de aproximadamente 4,200 empleados, que representan un costo mensual de 10 millones de euros.
El papa Francisco, antes de su fallecimiento, había pedido específicamente que no se tocaran los puestos de trabajo, lo que complica aún más cualquier solución para sanear las finanzas.
"No estamos listos, necesitamos más tiempo para descubrir lo que el Señor pretende de nosotros", confesó el cardenal argelino Jean-Paul Vesco, reflejando la incertidumbre que rodea tanto la elección del nuevo pontífice como la resolución de estos problemas estructurales.

El agotamiento del óbolo de San Pedro y la falta de recursos económicos
La crisis se agravó por la disminución en las donaciones en el Óbolo de San Pedro, el fondo de contribuciones voluntarias que tradicionalmente ha servido como respaldo financiero para el Vaticano. En 2023, este fondo recibió 52 millones de euros, pero sus gastos ascendieron a 109.4 millones, creando un desequilibrio crítico.
La Santa Sede enfrenta una situación particularmente compleja porque carece de un sistema impositivo. Sus ingresos provienen principalmente de tres fuentes: los Museos Vaticanos (que generan alrededor de 100 millones de euros anuales), los derechos de autor y las actividades inmobiliarias administradas por la APSA (Administración del Patrimonio de la Santa Sede).
Además, el Vaticano debe afrontar el pago de 4.1 millones de euros hacia el empresario italiano-británico Raffaele Mincione, tras perder un juicio en Londres relacionado con una controvertida operación inmobiliaria que resultó en pérdidas millonarias para la Santa Sede.
Un cónclave histórico ante desafíos sin precedentes
El cónclave que comenzará el 7 de mayo es el más diverso y numeroso en la historia de la Iglesia Católica, con 133 cardenales electores provenientes de 71 países diferentes. Esta diversidad podría dificultar un consenso rápido sobre quién debe asumir el liderazgo de la Iglesia católica en un momento tan crítico.
Por primera vez, participarán en la elección papal representantes de naciones como Haití, Cabo Verde, Myanmar, República Centroafricana, Papúa Nueva Guinea y muchos otros países que nunca antes habían tenido voz en este proceso.
Esta pluralidad refleja la expansión global de la región, pero también plantea interrogantes sobre cómo se abordarán las prioridades regionales diversas.
Aunque hay favoritos, como el cardenal italiano Pietro Parolin, quien supuestamente cuenta con 50 votos garantizados, la complejidad de los desafíos financieros y la diversidad del colegio cardenalicio hacen que este cónclave sea particularmente difícil de predecir.















