

En el Vaticano, bajo la magnífica bóveda de la Capilla Sixtina, se esconde un secreto que va más allá del arte y se adentra en los dominios de la ciencia.
La obra El diluvio universal, pintada por Miguel Ángel entre los años 1508 y 1512, no se limita a ser una representación bíblica del Antiguo Testamento.
Según algunos investigadores, esta pintura también podría contener una anticipación sorprendente de un tema médico que siglos más tarde se volvería crucial: el cáncer de mama.

Miguel Ángel predijo una famosa enfermedad siglos antes de su descubrimiento
El análisis de El diluvio universal, pintado en la bóveda de la Capilla Sixtina, reveló lo que parece ser una representación de síntomas característicos del cáncer de mama.
Los oncólogos señalaron que, aunque en su época no se podía diagnosticar la enfermedad como lo hacemos hoy, la representación parece anticipar de manera asombrosa los síntomas del cáncer de mama.
En la figura de una mujer, los expertos identificaron un sombreado específico en el seno derecho que sugiere una piel retraída alrededor de la areola, acompañada de una protuberancia cerca de la axila, indicativa de una posible inflamación de los ganglios linfáticos.
Este descubrimiento no parece fortuito. Durante el Renacimiento, las enfermedades comunes, pero no comprendidas a menudo se explicaban mediante teorías religiosas, considerándolas un castigo divino.
Sin embargo, Miguel Ángel, conocido por su excepcional dominio de la anatomía humana, pudo haber percibido con gran agudeza detalles sobre el cuerpo que la medicina de su tiempo no lograba comprender en su totalidad.
De este modo, es probable que el artista haya incorporado estos signos de la enfermedad de forma intencional, representando la idea de la muerte inevitable, un tema recurrente en su obra.
¿Cuál es la historia del descubrimiento del cáncer de mama?
La historia del cáncer de mama se remonta a la antigua civilización egipcia, donde ya se documentaban casos y procedimientos en el Edwin Smith Surgical Papyrus. Sin embargo, no fue sino hasta más de 2,000 años después, en la época de Hipócrates (460-370 a.C.), que se propuso la teoría de los cuatro humores, sugiriendo que el aumento de la bilis negra causaba tumores mamarios.
En el siglo II d.C., Galeno describió los tumores mamarios como crecimientos anormales y aunque propuso la lumpectomía, la extirpación completa del músculo pectoral continuó siendo la práctica común. En la Edad Moderna, médicos como Bernardino Ramazzini y Claude Deshais-Gendron ofrecieron diferentes teorías sobre su origen, desde el celibato hasta relaciones sexuales rudas.
El Renacimiento trajo nuevas ideas, como la teoría de la linfa de René Descartes y en el siglo XVIII, médicos como Henri Le Dran comenzaban a ver el cáncer como una enfermedad localizada que debería ser removida antes de que se diseminara. En el siglo XIX, el desarrollo de la teoría celular y la propuesta de William Halsted sobre la mastectomía radical marcaron un hito en el tratamiento.
A finales del siglo XIX, George Beatson descubrió la relación entre los ovarios y el cáncer mamario, sentando las bases de la terapia hormonal. Con avances tecnológicos como los rayos X, Albert Salomon en 1913 logró identificar diferencias entre tejido sano y canceroso.
En 1926, Janet Lane-Claypon realizó un estudio sobre los factores sociales asociados con el cáncer de mama, mientras que, en las décadas siguientes, nuevos enfoques en cirugía y radioterapia fueron introducidos, culminando en la popularización de la mamografía y el tratamiento más conservador.













