

Tal como la conocemos hoy, en este 2025, la Inteligencia Artificial parece una tecnología nueva, casi mágica, que recién empieza a desplegar su poder. Sin embargo, su origen se remonta al siglo XX, con pioneros como Alan Turing y John McCarthy, quienes sentaron las bases teóricas y prácticas para lo que hoy, décadas más tarde, parece haber cobrado vida propia y que ya damos casi por sentado.
Desde el inicio de los años 2010 hasta la actualidad, la IA ha dado saltos de gigante: autos que se conducen solos, fotos creadas desde cero que parecen reales, análisis predictivos instantáneos, interfaces de lenguaje natural, y hasta nuevas formas de empleo que antes no imaginábamos. Todo eso, y más, lo hacemos ya casi sin asombro, como si fuera lo normal. Pero, ¿y si te dijera que esta tecnología ya está tocando su techo?

El problema del límite: más poder, más energía que potencia la IA
Aunque parezca paradójico, el futuro de la Inteligencia Artificial está amenazado por su propio crecimiento.
A medida que los modelos se vuelven más complejos, el hardware convencional, que está basado únicamente en electricidad, empieza a quedarse corto. Como alertó recientemente Nature, estamos frente a un "techo de rendimiento y un muro de energía".
Las grandes empresas tecnológicas ya lo saben. En 2024, Microsoft firmó un acuerdo para tener acceso exclusivo a la producción de una central nuclear en Estados Unidos con el objetivo de alimentar sus sistemas de IA.
Un dato que, más allá del asombro, revela lo siguiente: el consumo energético de la inteligencia artificial no solo es brutal, sino insostenible a largo plazo.

Chips que usan luz: la revolución fotónica ya empezó
Y es justo ahí, donde la ciencia busca una salida. La respuesta, según dos estudios publicados en Nature, podría estar en la luz.
Dos equipos, uno liderado por la firma estadounidense Lightmatter y otro por la empresa de Singapur Lightelligence, aclaró la agencia de noticias EFE, presentaron avances concretos en computación fotónica. ¿Qué significa esto? Que ahora se pueden crear chips que no solo usan electricidad, sino también fotones (es decir, luz) para procesar información.

Esto no es menor. Según el ingeniero Anthony Rizzo, de la Universidad de Dartmouth, se está "a punto de aprovechar el poder de la luz para construir sistemas informáticos más potentes y energéticamente eficientes". Y agrega, "Estas demostraciones marcan un salto significativo hacia la capitalización definitiva de la promesa de la computación fotónica".
La luz que piensa: cómo funciona y qué puede hacer
Uno de los chips, bautizado como PACE, está compuesto por más de 16.000 componentes fotónicos.
Su ventaja principal es la velocidad: permite cálculos a 1 GHz y una reducción de latencia de hasta 500 veces en comparación con sistemas convencionales. Su capacidad para resolver problemas complejos, como los de tipo Ising, lo posiciona como una opción viable para aplicaciones del mundo real.
El segundo chip, desarrollado por Lightmatter, integra cuatro matrices que logran ejecutar modelos avanzados de IA como BERT, utilizado en procesamiento de lenguaje natural, y ResNet, clave para reconocimiento de imágenes. Según el estudio, este procesador fotónico puede generar textos al estilo Shakespeare, clasificar opiniones de películas con precisión y hasta jugar videojuegos clásicos como Pac-Man.
Ambos desarrollos demostraron algo crucial para la Inteligencia Artificial: no solo funcionan, sino que también pueden escalarse. Aunque aún requieren ajustes, estos chips representan un antes y un después.













